
Si quisiéramos hacer un recorrido por el pasado de Cádiz y su relación con el País Vasco, yo recomendaría empezar por la Plaza San Juan de Dios y dirigirnos hacia la calle Pelota. El nombre de esta vía se debe a que antiguamente en ese lugar existían murallas que eran aprovechadas para practicar el juego de la pelota y sus muros se utilizaban a modo de frontón. Hoy en día ese deporte ha desaparecido en Cádiz. Los últimos frontones que se usaban en la ciudad fueron los edificados en el colegio San Felipe Neri de Puerta Tierra hasta la remodelación de su patio original.
No obstante, el rótulo de esa arteria de la ciudad no fue el mismo. De 1640 a 1855 sí fue así, pero en ese último año cambió su denominación por la de Alfonso X el Sabio hasta que, en 1980, con el primer ayuntamiento democrático tras la transición, recobró su nombre original. Sin embargo, ese monarca fue muy importante para la ciudad ya que la reconquistó en 1262 para integrarla en el reino de Castilla y, además, concedió a la villa seo (catedral) y alfoz (organización castellana con funciones fiscales, judiciales y militares), por su situación estratégica. Ahora bien, ese rey expulsó a los musulmanes que vivían en ella y quiso repoblar la ciudad con trescientos colonos cristianos. Atendieron a ese llamamiento pobladores mayoritariamente de origen cántabro, pero también vascos (un diez por ciento del total). Así arribaron colonos de Bermeo, Valmaseda, Ondárroa, Guetaria, Gorraiz y Orrio. Asimismo, llegó uno de Bayona.
Si torcemos por el arco del Pópulo nos adentraremos en el barrio medieval del Pópulo y seguiremos hasta la iglesia de la Santa Cruz o Catedral Vieja. En ella se encuentra próximos al altar, en la parte superior derecha, el escudo Vizcaya y, en la izquierda, los antiguos blasones de Guipúzcoa. Ambos emblemas formaban parte de la desaparecida capilla de los Vizcaínos que fue construida en 1583 bajo la advocación de la Virgen de las Angustias. En ese oratorio se agrupaban los vascos en cofradía, de la misma manera que proliferaban en la población distintos adoratorios o capillas donde se reunían diversas comunidades, como, por ejemplo, la de los genoveses que permanece aún en la Catedral Vieja o la de los franceses en la iglesia de San Francisco. La comunidad vasca prosperó en Cádiz al amparo del mar. Así, el antecedente de las escuelas náuticas fue el Colegio de Pilotos Vizcaínos, sito en Cádiz, en la que era necesario ser de origen vascongado para ser miembro. La fecha exacta de la instauración de este colegio gremial no se sabe con exactitud, pero fue anterior al 1500, pues la primera referencia documental que lo aludía es una cédula de los Reyes Católicos de 18 de marzo de ese año. La Escuela de Náutica de Cádiz como institución educativa nacería más tarde en 1804, dentro de la Academia de Matemáticas y Comercio del consulado de Cádiz.
Además, hay constancia de que en 1693 el italiano Gaetano Pietro Patalano realizó trabajos en Cádiz para la capilla de los Vizcaínos de la Catedral Vieja, pero su iconografía ha sido dispersada, en concreto:
– Cuatro esculturas figuran en la actual catedral. Las de san Fermín y san Martín de Aguirre, en la Capilla de la Asunción, y las de san Francisco Javier y san Ignacio de Loyola, en la Capilla del Corazón de Jesús.
–El altorrelieve la Coronación de la Virgen en la propia a Catedral Vieja, junto al altar de la Virgen Santísima de la Trinidad (perteneciente a la cofradía del Medinaceli).
Seguidamente nos acercaremos al arco de los Blanco y veremos la zona en donde estuvo el antiguo castillo de la villa y en donde se instaló la Academia de la Real Compañía de Guardiamarinas, que es un antecedente de la actual Escuela Naval Militar. Su fundación data de 1717 por orden previa del cardenal Giulio Alberoni, máximo responsable del gobierno de la Corona, regentada por Felipe V. Este religioso conmina al almirante Andrés de Pez, gobernador del Consejo de Indias, natural de Cádiz, pero de descendencia vizcaína, a poner en marcha el proyecto. A finales de 1716 se envían delegados a las distintas provincias marítimas para elegir a los cadetes. El núcleo inicial de los guardiamarinas fue esencialmente guipuzcoano, en concreto 28 llegaron de esa zona, además de 4 gallegos, 3 navarros, 3 italianos, 3 vizcaínos, un catalán, un castellano y un francés cuyo padre servía el rey de España (en total 44 cadetes). Y el motivo de ese éxito fue la gran movilización obtenida por el capitán general de Guipúzcoa, el príncipe Campoflorido, que incluso reclutó a su propio hijo Stefano Reggio Gravina Branciforte, para la causa. Esa escuela permaneció en la ciudad más de 50 años hasta que el 15 de septiembre de1769 se traslada a San Fernando.
Nos encaminaremos hacia el arco de Garaycoechea junto al mercado de abastos de Cádiz. Su nombre se debe al propietario que efectuó la demolición en 1765 y nueva construcción de una casa en ese paraje. En concreto hablamos de Pedro Garaycoechea Ursúa, que la adquiere de su padre en 1675. Su progenitor, Pedro Garaycoechea, era natural de Lesaka, Navarra, ostentó el cargo de almirante de la Flota de la ruta Manila a Acapulco y se casó con Feliciana de la Pasión y Ursúa, natural de valle del Baztán, Navarra. Al efectuar la obra le obligaron a respetar la servidumbre de paso y por tanto tuvo que efectuar una abertura en la planta baja y comunicarla mediante un arco. El edificio ha permanecido casi intacto hasta hoy.
De aquí nos marcharemos hacia la iglesia del Rosario, en donde encontramos un escudo de Navarra. Ya en 1785 el navarro Juan Bautista Ustáriz, conde de Reparaz, se reúne con varios paisanos suyos y solicitan al obispo una capilla en esa iglesia en honor a san Fermín para una asociación piadosa que habían constituido. Esa comunidad no se consolidó y como consecuencia de ello las obras del retablo del oratorio tardaron más de la cuenta y no concluyeron hasta 1797, gracias a la donación resolutiva del Marqués de Valde-Iñigo, sin la cual no hubiesen acabado. El retablo del adoratorio, de mármol, es obra de Torcuato Benjumeda y en el centro, dentro de una hornacina, preside una escultura de san Fermín. Esta talla se le atribuye al escultor Cosme Velázquez junto con las esculturas laterales de los santos navarros: san Ignacio de Loyola y san Francisco Javier.
De allí nos trasladamos a la plaza San Agustín para visitar la iglesia San Agustín. Destaca la portada principal de mármol que data de 1647, con la imagen de su titular, San Agustín, dentro de una hornacina con perfil de concha o avenerada. Este templo fue financiado por el legado de Sancho de Urdanibia, que nació en Irún en 1585. Ejerció como marino y estuvo durante 35 años destinado en la Flota de Indias, siendo nombrado almirante de la Armada en1542 por Felipe IV. Su apellido procede de la madre. Este hombre y perteneció al grupo de marinos, cargadores a Indias (mayoristas que embarcaban materias primas y productos a gran escala) y mercaderes (en pequeña escala) vascos y residentes en Cádiz que impulsaron la cofradía de la Humildad y Paciencia junto con Diego de Aguirre, guipuzcoano de Lezo, el donostiarra Manuel de Irisarri, y el también donostiarra Antonio de Layust (dueño del galeón Trinidad), en 1642. Antiguamente a esta cofradía se le denominaba vulgarmente como la Cofradía de los Vizcaínos.
Debido a esa financiación del templo con fondos de vascos podemos apreciar junto al altar mayor a la izquierda, adosados en las pechinas de la bóveda que forma la cúpula, en concreto en cada una de las cuatro esquinas, los respectivos escudos de Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y Navarra, en agradecimiento a esos mecenas. El altar mayor fue realizado por Pedro Ángel Albisu, arquitecto de Zumárraga, Guipúzcoa, nacido en 1753. Este hombre llega a Cádiz en 1779, y fue nombrado el 16 de octubre de 1783 arquitecto mayor de la ciudad en sustitución de Torcuato Cayón. En Cádiz actúa también en el matadero municipal de 1803, la escuela de comercio del consulado gaditano y en el actual edificio de la UNED en la plaza San Antonio.
Aunque no pasaremos por allí, hay que mencionar que el origen y antecedente del Hospital de Mujeres de Cádiz lo situamos en 1634, cuando dos de los albaceas del testamento de Diego de Aguirre (Manuel de Iriberri y Antonio de Layust) destinaron parte de la herencia a comprar varias casas en la calle de la Carnicería del Rey para atender a las mujeres enfermas.
Después nos acercaremos a la verja del muelle y miraremos hacia los astilleros cercanos para recordar a los tres hermanos Vea Murguía, Juan, Miguel y José, originarios de Álava, más concretamente de la localidad de Murguía. Esta familia consiguió levantar un astillero el 23 de junio de 1891 en el barrio de San Severiano. A decir verdad, este no fue el primer astillero en Cádiz capital, pues antes estuvo en marcha, en Puntales, otro del inglés Thomas Haynes, en 1840. El proyecto final de los hermanos Vea Murguía era bastante más ambicioso y no terminaron el dique seco y ni un varadero previsto por el ingeniero de Marina Cayo Puga. Debido a problemas técnicos y económicos se incorporó un nuevo accionista mayoritario, Ignacio Noriega, y pasó a llamarse Vea Murguía Hermanos, Noriega y Cía.
En 1917 estos astilleros fueron comprados por la naviera Echevarrieta y Larrinaga que funda los astilleros Echevarrieta y Larrinaga, propiedad de Horacio Echevarrieta y Larrinaga. Este empresario nace en Bilbao en 1870 y fue un industrial que se introdujo en muchos sectores económicos, desde la posesión de minas hasta el mundo periodístico, como también en la aerolínea Iberia, o en los saltos del Duero que se convertirían en la empresa Iberdrola.
Destacan entre sus construcciones el buque escuela Juan Sebastián de Elcano que sigue surcando los mares, y el submarino E-1. Este sumergible se realizó con la participación y asesoramiento de Wilhelm Canaris, que llegó a ser almirante y jefe de inteligencia de la Wehrmatch alemana durante el nazismo. Este submarino fue el más moderno de su época y sirvió de modelo para el desarrollo de los posteriores y famosos submarinos nazis U-Boot de la segunda guerra mundial. En principio iba a ser destinado a la Armada española dentro de una serie de 6, tras un acuerdo verbal entre el industrial y el rey Alfonso XIII. La previsión era postergar la firma para cuando se comprobase que el prototipo funcionara perfectamente, pero dado que llegó en medio la República ese acuerdo no fue ratificado y el submarino construido fue a parar a la marina turca.
El 18 de agosto de 1947 el astillero sufre los efectos la explosión de Cádiz como consecuencia de la deflagración de minas y cargas submarinas de la Armada depositadas en un almacén de la fábrica de Torpedos, cercano al lugar. Consecuencia de lo cual, el Consejo de Ministros interviene los astilleros el 14 de enero de 1951 para garantizar los puestos de trabajo.
Finalmente, como fuera de la visita, habría que reseñar la Banca Aramburu que dio origen al Banco de Cádiz, que, aunque fue creado por un gaditano de nacimiento, José Antonio Aramburu y Fernández, su ancestro, Juan Antonio Aramburu Echezarreta, procedía de Zumárraga. Del paso de esa familia queda el magnífico edificio de la Plaza San Antonio número 1, de estilo ecléctico-historicista.
La visita terminaría aquí, recordando que ha habido y hay otros vínculos en la ciudad con los vascos, como son las peñas del Athletic de Bilbao. Hubo una en la calle Villalobos. Hoy pervive la peña Bilbaína Gaditana en la calle Compañía. De hecho, yo me aficioné al Cádiz después de un partido de copa de entre el Cádiz, que estaba en ese tiempo en Segunda, y el Athletic, celebrado el 3 de mayo de 1970, que acabó 1 a 1. Mi padre, aita, cerró el restaurante Achuri, de cocina vasca, que regentaba en la calle Plocia, y fundado por él en 1947, para verlo. El mítico Iribar fue el portero titular de ese encuentro.