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miércoles, 28 de mayo de 2025

Con Huesos de Ballenas

El tópico de la relación de los vascos con las ballenas ha tomado un nuevo giro según nos informa este artículo en el portal de Mundiario:


Los vascos prehistóricos y las primeras armas de hueso de ballena: un legado olvidado

Un estudio internacional describe unos hallazgos, situados en yacimientos del Golfo de Vizcaya, que reescriben la historia de la relación entre el ser humano y los cetáceos en Europa.

Andrés Tudares

En una época donde Homo sapiens aún buscaba su lugar en un mundo dominado por la naturaleza, en la región que hoy conocemos como el norte de España, nuestros antepasados ya habían encontrado una forma de convertir el mar en un arsenal. No con redes ni arpones, sino con ingenio, oportunidad y una conexión casi espiritual con los gigantes del océano. Gracias a un estudio publicado en Nature Communications, sabemos ahora que hace entre 19.000 y 20.000 años, los ancestros de los vascos fabricaban armas con huesos de ballena. No solo es un dato arqueológico. Es una ventana a una forma de vida sofisticada, resiliente y profundamente conectada con su entorno.

Lo que se ha descubierto en yacimientos como el de la cueva de Tito Bustillo (Asturias), Santa Catalina (Vizcaya) o Isturitz (País Vasco francés) es una historia que va más allá de la tecnología. Revela una interacción ecológica temprana entre el ser humano y los cetáceos. En pleno periodo Magdaleniense, nuestros antepasados ya entendían que los animales marinos varados no eran una tragedia, sino una oportunidad. Aprovechaban su carne, su grasa, sus huesos, y también su simbolismo.

Usar huesos de ballena para fabricar puntas de jabalina no era casualidad ni improvisación. La elección de esta materia prima revela un conocimiento técnico avanzado. El hueso de cetáceo es denso y resistente, pero también manejable. Perfecto para crear armas arrojadizas capaces de abatir ciervos, caballos o cabras montesas. Esto, en un contexto de supervivencia, era oro puro.

Y no solo eso. La selección de huesos de especies concretas —ballena azul, ballena gris, rorcual común, cachalote y ballena boreal— indica que estos humanos paleolíticos sabían distinguir las propiedades de los materiales. No trabajaban a ciegas. Este nivel de especialización habla de una cultura compleja, capaz de acumular conocimiento, transmitirlo y adaptarlo a nuevas necesidades.

Cultura marina

No podemos obviar el simbolismo. En las cuevas donde se han hallado estos restos también aparecen grabados rupestres de cetáceos. En Las Caldas, un diente de cachalote fue grabado con la imagen de una ballena. En Tito Bustillo, otra ballena aparece representada en las paredes. ¿Era solo una referencia al alimento? ¿O estamos ante las primeras señales de una cosmovisión marina?

El mar no solo alimentaba. También inspiraba, guiaba, dotaba de sentido. Las ballenas, en este contexto, eran más que recursos: eran símbolos. Como hoy lo son en muchas culturas indígenas del Pacífico. Es posible que en este vínculo entre humanos y cetáceos residiera una de las primeras expresiones de espiritualidad marina en Europa occidental.
Un legado invisible bajo las aguas

Resulta trágico que muchas de estas historias estén condenadas al olvido. Los yacimientos costeros, frágiles y vulnerables al aumento del nivel del mar, corren el riesgo de desaparecer sin dejar rastro. Y con ellos, una parte esencial de nuestra memoria colectiva. Hace 20.000 años los habitantes del Golfo de Vizcaya ya explotaban inteligentemente a los cetáceos.

Hoy, cuando la caza de ballenas se debate entre la tradición y la sostenibilidad, y cuando la conservación de los océanos se vuelve urgente, estas evidencias prehistóricas cobran un valor simbólico incalculable. Hablan de una relación funcional, pero también respetuosa y equilibrada. Un ejemplo que el mundo moderno haría bien en escuchar.

Redescubrir que las primeras armas hechas con huesos de ballena salieron de manos vascas hace casi 20.000 años no es solo una curiosidad arqueológica. Es una llamada de atención. El ser humano siempre ha vivido del mar. Pero también con el mar.





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