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domingo, 8 de noviembre de 2020

Una Academia para el Euskera

El lenguaje lo construimos todos, todos los días, en cada actividad, en cada interacción humana, en cualquier intento por entender nuestro entorno. Lo hemos venido construyendo durante miles de años y hoy en día no es tan solo un conjunto de palabras sujetas a esta u otra regla ortográfica o gramatical, es la expresión viva de nuestro devenir histórico, es la materialización de cientos de generaciones que fueron transmitiendo conocimientos, saberes, miedos, frustraciones, cuestionamientos, sentimientos... todas esas fibras que componen el intrincado tejido humano, tanto a nivel de ser individual pero definitivamente como ente social.

El euskera habita hoy lo mismo en el caserío más escondido del valle más recóndito de la abigarrada geografía de Euskal Herria como lo hace con la misma naturalidad dentro de esas estructuras de concreto, vidrio y aluminio que salpican la fisonomía de urbes como Bilbo, Gasteiz, Donostia, Baiona o Iruñea.

El euskera vive y pervive entre los baserritarras, pero no nos equivoquemos, también entre los chavales de las ikastolas y los trabajadores migrantes de los eukaltegis.

Hay quienes quieren hablarlo, hay quienes quieren escucharlo, hay quienes quieren hablarlo y escucharlo. Unos piden su fortalecimiento, otros, su normalización...  pero en es contexto actual todos piden que continúe siendo ese rasgo identitario de un pueblo que se nombra a sí mismo euskaldun y a su tierra, Euskal herria.

Solo unos cuantos, agazapados en las infestas trincheras del supremacismo lingüístico, insisten en atacarlo, obsesionados con hacer desaparecer uno de los tesoros culturales más antiguos de Europa, por no decir que de la humanidad.

Tras este preámbulo, les compartimos este artículo dado a conocer por Deia:


El templo donde reside el euskera

Jon Mujika

La idea de construir el nuevo palacio de la Diputación Foral de Bizkaia, se remonta a 1883. Pesaban, en el ánimo de los promotores, las limitaciones de la sede que, por entonces, albergaba a la Diputación, en la Plaza Nueva de Bilbao, en donde permanecía desde 1849. A propósito de esta ubicación cabe recordar que fue el arquitecto Antonio de Echevarría quien, en septiembre de 1832, escribió a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando pidiendo autorización para levantar la Diputación en la propia Plaza Nueva. La aprobación se produjo en noviembre del mismo año.

¿Por qué les cuento todo esto? Es en ese edificio, coronado por un reloj en la fachada frontal de la Plaza Nueva, donde se ubica hoy la sede de Euskaltzaindia, cuya historia está repleta de aventuras. Digamos, por ejemplo, que a mediados del siglo XIX llegó al País Vasco el príncipe Luis Luciano Bonaparte. Alejado de los instintos imperialistas de su apellido, el sobrino del que fuera emperador de Francia, no trajo consigo armas ni ejércitos. Luis Luciano venía enamorado... el euskera había conquistado su alma.

Tal fue el interés que esa lengua viva, antigua y misteriosa despertó en él que, rodeado de una Academia Ambulante, se dedicó a clasificar científicamente los dialectos de la lengua hablada de los vascos. ¿Puede decirse que ése es uno de los embriones de la Academia de la Lengua Vasca? Puede.

El episodio del príncipe Luis Luciano Bonaparte pertenece a una historia que nos lleva a la formación de Euskaltzaindia, la Academia de la Lengua Vasca, a principios del siglo XX. Antes que él, José Francisco Aizkibel (1798-1865) había escrito sobre la necesidad "de una Academia compuesta de vascongados que han hecho estudios especiales sobre su lengua", y más tarde, Arístides de Artiñano lanzaría abiertamente el proyecto de una "Academia Bascongada", durante las Fiestas Euskaras de Durango, en 1886. Ya iba torneándose el nacimiento de Euskaltzaindia.

Cuando el 7 de octubre de 1919, hace poco más de cien años, se reunieron en la Diputación Foral de Gipuzkoa los doce primeros académicos de Euskaltzaindia, bajo la presidencia y con la secretaría de quienes ocupaban estos cargos en la Sociedad de Estudios Vascos, se constituyó formal y jurídicamente la Academia de la Lengua Vasca, en respuesta a un anhelo largamente sentido en la sociedad vasca.

¿Cuál sería la sede? Se ubicó en Bilbao, en la calle Ribera, 6, en un piso propiedad de Resurrección María de Azkue. Allí permaneció hasta los años ochenta del siglo pasado y allí comenzaron las reuniones mensuales de los académicos. Contemos cuál fue la trayectoria.

Durante la época de mayor represión del franquismo, los locales de Euskaltzaindia acogieron las primeras clases nocturnas de euskara, cuyo promotor fue Xabier Peña, y que más adelante dieron lugar a las campañas de alfabetización de vascófonos por iniciativa de Ricardo Arregi en 1966. Asimismo en su ámbito se crearon nuevos métodos de aprendizaje del euskara. En 1975 por iniciativa privada de Anton Artiñano se fundó la primera academia de enseñanza del euskara, Ulibarri Euskaltegia. En los mismos locales se desarrollaron otras actividades, como la preparación de obras teatrales.

En su sede de la Calle Ribera Euskaltzaindia fue acumulando una gran biblioteca que iba abarcando las temáticas más diversas, en su última época bajo la dirección del ilustre musicólogo y archivero José Antonio Arana Martija.

Ante la lamentable situación que una institución tan insigne y unos fondos tan importantes soportaba en los locales de la calle Ribera que iba abotargándose, en 1985 la Diputación Foral de Bizkaia, presidida por José María Makua, firmó un acuerdo de cesión de su actual sede, sita en la Plaza Nueva, que fue inaugurada oficialmente el 21 octubre de 1991.

Las tareas de reestructuración de la nueva sede de Euskaltzaindia se retrasaron más de un año debido a algunos problemas con los cimientos. El edificio, que en otros tiempos también había tenido usos de hotel, pertenecía a la Diputación de Bizkaia y, aunque conservó su fachada, fue totalmente remodelado en su interior. Según los planes de los arquitectos Eduardo de Felipe y Antón Aguirregoitia, encargados del proyecto, la nueva sede cuenta con una sala de exposiciones y congresos, una sala de plenos para la Junta de Gobierno, biblioteca, archivo y seminarios, además de las oficinas y los despachos para los académicos. Allí habita la Azkue Biblioteka eta Artxiboa (Biblioteca y Archivo Azkue), cuyo nombre recuerda al que fuera su primer presidente, Resurrección María de Azkue. Situada en la planta tercera del edificio, con una hermosa vista sobre la Plaza Nueva, que la llena de luz natural, está abierta tanto a investigadores como al público en general.

El órgano oficial de Euskaltzaindia, desde su fundación, es la revista Euskera. Desde hace varios años viene publicando la revista literaria Erlea, bajo la dirección de Bernardo Atxaga. Además su servicio de publicaciones ha desarrollado un rico catálogo de publicaciones acerca de las temáticas de sus áreas de competencia, como gramática, lexicografía, dialectología, toponimia, onomástica, sociolingüística o historia de la lengua, entre otras.

Hubo persecuciones, diatribas entre los académicos y dificultades económicas de diferentes grados. Hubo, cómo no, grandes éxitos. Con todo, la principal aportación de Euskaltzaindia transciende los aspectos parciales de tal o cual Comisión. Se trata de lo que se ha venido en llamar Euskara Batua, o Euskara Unificado, si bien sus principales promotores, como Txillardegi, Gabriel Aresti, Luis Villasante y Koldo Mitxelena lo definieron en diversas publicaciones como la Lengua Literaria Común.

Hoy en día preside la institución Andrés Urrutia, heredero del primer presidente, Resurrección María de Azkue (32 años de gobierno, con la ayuda inestimable de Nazario Oleaga) Ignacio María Etxaide, José María Lojendio, Manuel Lekuona, Luis Villasante y Jean Haritschelhar. El lema que preside desde hace cien años su labor, Ekin eta jarrai, sigue ahí y se le añade una nueva consideración, 100 urte euskara ehuntzen. Pura supervivencia. 




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