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lunes, 30 de noviembre de 2020

Juana Mir

El rescate histórico de los vascos represaliados por el franquismo es indispensable para dotar de todos los colores esa acuarela que representa los oscuros años del franquismo en Euskal Herria, etapa en la que el nacionalismo español alcanzó las más altas cotas de terror. Y todo esto en los confines de la Europa Occidental, vale la pena recordar.

Así, desde Público, traemos esta reseña que elaboró nuestro amigo Danilo Albin, misma que nos aporta pinceladas de una investigación llevada a cabo por la escritora Ascensión Badiola, misma que se ha visto materializada en un libro dedicado a la memoria de Juana Mir, periodista desconocida... hasta el día de hoy.


Lean:

Juana Mir, la periodista que el franquismo silenció en el paredón

La historiadora Ascensión Badiola publica una novela basada en la historia real de esta reportera, condenada a muerte en 1937 por sus artículos contra el bombardeo de Gernika y Durango. No hay ninguna foto que permita conocer su rostro.

Danilo Albin

Todo ocurrió muy rápido. En cuestión de semanas, la vida de Juana Mir estalló en mil pedazos. Se callaron sus pensamientos, se silenciaron sus artículos y se borró su voz. Todo eso ocurrió a fuerza de disparos en el paredón del cementerio de Derio, en Bizkaia, lugar elegido por los franquistas para asesinarla. Luego tiraron su cuerpo a una fosa común. Creían que ya no habría más que silencio y olvido, pero un libro escrito por la historiadora Ascensión Badiola acaba de tumbar definitivamente ese macabro plan.

Nacida en 1893 en Pamplona, Juana Mir es hoy un nombre sin rostro: no hay ni una sola imagen que ponga cara a esta periodista, una de las pocas en la prensa de la República española. No hay fotos, pero sí una sentencia que sobrevivió al tiempo y que fue localizada por Badiola: la condena a muerte dictada por la dictadura franquista, que se cumplió aquel maldito 5 de agosto de 1937.

A lo largo de las 140 páginas que conforman La decisión de Juana Mir (Editorial Txertoa), la historiadora vasca –autora de otros trabajos relacionados con la represión franquista– llega precisamente a ese día en el que todo terminó. Antes de alcanzar ese momento atroz, la novela muestra a "una mujer coherente con lo que piensa" en medio de una "una historia muy fuerte y motivadora", señala a Público su autora.

Mir –cuyo padre, también periodista, se había desempeñado en diferentes periódicos– trabajó en el diario bilbaíno La Tarde. "A partir de 1936 fue la titular de la columna La mujer escribe, desde la que denunció la crueldad del Ejército sublevado", señala la editorial Txertoa en la sinopsis de este libro, que recibió el premio Ramiro Pinilla 2020.

¿Por qué una novela para contar esta historia real? La escritora señala que eligió ese formato literario porque le pareció el medio más apropiado "para mostrar una serie de emociones". En tal sentido, describe a Mir como una periodista con "una gran fuerza interior" mezclada también "con algo de ingenuidad". "Ella consideraba que el ejército no se metería con una mujer que escribía artículos de opinión. Quise plasmar todo eso junto al miedo vivido", explica. De hecho, Badiola remarca que Mir "mantiene hasta último momento su decisión de no marcharse". Las tropas franquistas habían entrado en Bilbao el 19 de junio de 1937.

El 6 de julio detuvieron a la periodista y la encerraron en la cárcel de Larrinaga, paso previo a la condena de muerte anunciada que sufrieron otras tantas víctimas de la dictadura. Para Mir, al igual que para otros presos del régimen, aquello significó el comienzo del fin.

Aquella periodista "no era republicana, sino que provenía de una familia de derechas", subraya la autora. Ni siquiera así sus asesinos le perdonaron la vida. En un consejo de guerra celebrado el 20 de julio de 1937, fue señalada como "propagandista" de la "causa rojo-separatista". Su "delito" fue escribir artículos en los que se explayaba sobre la guerra y sus efectos aterradores, como los producidos por los bombardeos ordenados por el franquismo contra las poblaciones indefensas de Gernika y Durango que habían tenido lugar unos meses antes.

"Le castigaron con pena de muerte por cinco artículos que se mencionan en el consejo de guerra y que he añadido al final de la novela. Uno de ellos habla simplemente de la crueldad de esos bombardeos y la colaboración de la aviación alemana, algo sobre la que se hablaba en ese momento pero que Franco negaba", relata Badiola.

En aquel texto, Mir hablaba de las relaciones entre el régimen franquista y los nazis. "Desde el principio de la guerra están demostrando que su barniz de religión no sirve de freno a las apetencias insaciables de su codicia (...) Quieren el suelo de nuestra patria para venderlo a otras naciones a cambio de protección de sus capitales y privilegios", escribió aquel 5 de mayo de 1937.

Fusilada junto a Jaureguizar

En su sentencia, el consejo de guerra franquista le condenó a muerte por "infamias y calumnias contra el glorioso ejército nacional". Tenía 44 años. "Juana Mir García fue fusilada en el cementerio de Derio, junto al también periodista del periódico El Liberal, Melchor Jaureguizar Hospitaleche, que escribía bajo el seudónimo de Gogor y otros 13 fusilados más", describe una reseña biográfica escrita por Badiola en la enciclopedia Auñamendi de Eusko Ikaskuntza (Sociedad de Estudios Vascos).  

Auñamendi rescata otros datos recogidos por esta misma investigadora sobre el caso de Jaureguizar, quien además de escribir artículos militaba en el Partido Nacionalista Vasco. Allí consta que tras ser detenido el 1 de julio de 1937 "por el jefe local de Falange de Barakaldo, Máximo López Castaños", fue recluido también en la cárcel de Larrinaga. "En el consejo de guerra que le incoaron, fue acusado de opiniones contra el Movimiento", señala el texto incluido en la enciclopedia de Eusko Ikaskuntza.

Los fusilados aquel día fueron enterrados en una fosa común de ese cementerio vizcaíno. Según ha podido establecer Badiola, Juana Mir  fue sacada de allí en 1945 –previsiblemente por su hermano o su hermana– y enterrada en una tumba familiar de ese mismo cementerio. Ahora su dramática historia ha cogido forma de novela. El largo silencio ya no existe.


Recordemos que a la fecha Madrid sigue sin reconocer su participación en el bombardeo de Gernika, a diferencia de los alemanes.





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