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domingo, 8 de septiembre de 2019

Entrevista a Roger Waters

Desde Venecia y por conducto de El Periódico llega a nosotros esta entrevista concedida por el gran músico internacionalista Roger Waters.

Que la disfruten:


El combativo miembro fundador de Pink Floyd presenta en Venecia la película-concierto 'Us+Them' el mismo día en que cumple 76 años

Nando Salvà

Sus conciertos no son simples colecciones de canciones cantadas en directo; son experiencias audiovisuales deslumbrantes que merecen ser vividas a través de pantallas tan grandes como sea posible.  Y eso basta para explicar Us+Them, la película-concierto que el miembro fundador y durante años líder de la banda británica Pink Floyd ha estrenado este viernes -justo el día de su cumpleaños- en la Mostra de Venecia, y que documenta la gira de año y medio que Waters celebró tras el lanzamiento de su último álbum, 'Is this the life we really want' (2017).

Hoy cumple 76 años pero, a juzgar por la energía que exhibe en 'Us + Them', nadie lo diría. ¿Cómo lo hace?

Me hago viejo, créame. Hasta tengo que usar un audífono, porque ya no percibo frecuencias altas.  Pero es un precio pequeño a pagar por una vida grandiosa. He disfrutado de todos sus instantes. Bueno, de casi todos.

Sus conciertos siempre se han caracterizado por su espectacularidad. ¿Por qué le preocupa tanto el aspecto visual?

Cuando celebramos la gira de 'Animals' con Pink Floyd en 1977, me di cuenta de que el rock se estaba trasladando a aforos cada vez más grandes y de que, para poder ofrecer a los espectadores situados a 500 metros del escenario algo más que unas figuras diminutas, tenía que aumentar la teatralidad. Pero eso no significa que yo disfrutara montando esos shows. Me sentía fatal haciéndolo. Solo empezó a resultarme divertido recientemente.

¿Qué cambió?

Me he ido relajando, y venciendo el sentido del ridículo que me afectó desde la infancia. Ahora soy capaz de entablar relaciones muy directas y abiertas con otras personas. Y también siento que soy menos narcisista y egocéntrico de lo que solía ser. Creo que esto último queda claro en el contenido de mis canciones y mis 'shows', que es menos autobiográfico y más una declaración contra los muros que nos rodean. Hoy mi prioridad como artista es poner en evidencia a Trump, y a Bolsonaro, y a todos esos otros imbéciles como ellos que nos quieren convencer de que la gente de otro color u otra religión es inferior.

Hablando de evolucionar. ¿Cuáles son sus sentimientos actuales acerca de su ruptura con Pink Floyd en 1987?

Fue algo muy intenso y agresivo, un gran punto de inflexión para mí. Me llevó mucho tiempo deshacerme del dolor y comprender qué me hacía sentir tan mal. No quiero profundizar en ello, porque es un asunto que me ha tenido haciendo terapia durante 20 años. En cualquier caso, la realidad es que para sentirme feliz haciendo música necesito sentir que soy el líder. Tengo opiniones muy firmes acerca de cómo deberían sonar las canciones que compongo o interpreto. Y creo que toda obra de arte debe proceder de una visión individual.

El éxito de la gira 'Us+Them', ¿le hizo sentirse reivindicado?

El tiempo lo pone todo en su sitio. Al principio los fans de Pink Floyd se alejaron de mí, y decidieron que me odiaban por haberlos abandonado. Cuando el resto del grupo empezó a volver a celebrar conciertos, todo el mundo se puso de su parte y yo tuve que dedicarme a tocar en locales pequeños frente a un puñado de espectadores mientras ellos llenaban estadios. Pero, sí, todo ha cambiado. El público sabe lo que es bueno.

¿Cree que, de ver la luz por primera vez en la actualidad, los grandes discos que hizo con Pink Floyd -'The dark side of the moon' (1973), 'Wish you were here' (1975)- tendrían el mismo éxito?

No. Casi nadie se tomaría el tiempo para escucharlos, y son discos que exigen atención y paciencia. Son discos profundos y llenos de significado. Hoy la gente solo escucha una canción de cierto artista pero el resto de su trabajo, sea bueno o malo, no les interesa. Es una tragedia. Desearía que en la actualidad la música fuera capaz de generar más interés.

La gente escucha sus 'playlists' a todas horas…

Lo que quiero decir es que, actualmente, el negocio de la música se basa en la venta de jabón. Me explico. Cuando la escuchas a través de YouTube o Spotify la música suena fatal, porque está tan comprimida que no hay forma de disfrutarla. Esas plataformas usan las canciones para abrir espacios publicitarios. La única forma válida que yo tengo de comunicarme con el público son los conciertos. A veces algunos espectadores me insultan o me arrojan cosas porque me meto con Trump, pero da igual. Me gusta entender mi música como un acto de resistencia frente al enemigo: Trump, Zuckerberg, los imbéciles. No quiero sermonear a nadie, pero me parece legítimo usar mi música para cuestionar por qué lanzamos bombas que matan niños.

A causa de su implicación con la causa palestina, se lo ha tachado de antisemita. ¿Cómo lleva esas acusaciones?

No tengo nada en contra de los judíos en absoluto, pero está claro que Israel es un estado criminal. No pasa un minuto sin que alguien me insulte en internet, pero no me importa porque sé cómo funcionan las redes sociales. Si participas en ellas, estás expuesto a las opiniones de gente cuyo cociente intelectual tiene los mismos valores que su temperatura corporal. Que les den.






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