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sábado, 31 de octubre de 2020

Antonio Guezuraga Besanguiz

Y ya que estamos hablando de vascos y de viajes espaciales, les presentamos estos apuntes biográficos publicados por El Diario que también se merecen la etiqueta Kurlansky:


Antonio Guezuraga Besanguiz, de las playas de Argelia en el 42 al Apollo 11

Este natural de Busturia fue ingeniero jefe de la NASA y participó en la misión que llevó a Armstrong y Aldrin a la luna

Asociación Sancho de Beurko

¿Cómo es posible que un chico de una localidad pequeña de Bizkaia, de apenas unos cientos de habitantes, consiguiese llegar a ser uno de los ingenieros jefes de la NASA, logrando poner al primer hombre en la superficie de la luna? Esta es la historia de Antonio Guezuraga Besanguiz.

Antonio nació el 10 de junio de 1919 en Busturia, a orillas del Cantábrico. Sus padres fueron Lucio Guezuraga Ateca, nacido el 13 de diciembre de 1893 en Axpe, Busturia, y Estefana Besanguiz Echevarria, nacida el 26 de diciembre de 1892 también en Busturia. Según nos ha relatado el hijo de Antonio, Robert Guezuraga Uriarte, “la madre de Antonio lo llevó a Bilbao, lo subió a un barco cuyo destino final sería Nueva York y le dijo que cuando llegara buscara vascos en la ciudad, y lo ayudarían. Allí es donde conoció a mi madre, María Uriarte”.

Tras viajar al puerto francés de Le Havre llegó a Nueva York el 29 de junio de 1936 en el barco SS Normandie. Tenía 17 años. En la ciudad de los rascacielos residía su padre desde 1924. Más de dos semanas después, el 18 de julio de 1936, el golpe militar contra el gobierno electo desató una guerra en España que duró tres largos años. El hermano mayor de Antonio morirá durante la guerra.

Sus estudios de ingeniero marino y su incipiente carrera en la marina mercante fueron interrumpidos por la Segunda Guerra Mundial (SGM). Aun no siendo ciudadano estadounidense fue alistado por el Ejército de EEUU el 9 de enero de 1941 en Jamaica, Nueva York. Unos meses más tarde, en septiembre, Antonio obtuvo la ciudadanía americana, sirviendo durante la guerra en dos regimientos de infantería correspondientes a otras tantas divisiones: los regimientos 39º (de la 9ª División “Old Reliables”) y 411º (de la 103ª División “Cactus”). Su experiencia durante la guerra fue amplísima e incluyó los teatros de operaciones norteafricano y europeo.

Tras llegar a Argelia el 8 de noviembre de 1942 comenzó un periplo que le llevó a participar en las campañas de Argelia (siendo de los primeros combatientes estadounidenses en luchar en suelo extranjero) y Túnez, donde su unidad adquirió un rol más activo al liderar las operaciones de combate cubriendo el avance de la 1ª División Blindada, contribuyendo a doblegar a los alemanes en el epílogo norteafricano en mayo de 1943. Después desembarcaría en Sicilia, donde libraron ocho días de feroz lucha por Troina. Trasladados al Reino Unido para preparar la invasión de Francia, llegaron a Normandía el Día D+4, tomando parte en la lucha por la península de Contentin y librando durísimos combates que le llevarían a progresar hasta el sur de París y más tarde a Bélgica. A partir del 19 de septiembre de 1944 su unidad se vio envuelta en los terribles combates del bosque de Hurtgen y después en la batalla de las Ardenas. Luego fueron enviados a Renania, desde donde progresaron hacia el interior de Alemania. En fecha indeterminada, al final de la guerra en Europa o justo después de la misma, se incorporó al 411º Regimiento de Infantería, que tuvo el gran honor de enlazar con las tropas norteamericanas que luchaban en Italia al atravesar los Alpes a través del paso del Brennero, uniendo ambos frentes y llegando hasta Vipiteno el 4 de mayo de 1945.

Antonio fue licenciado con honores el 14 de agosto de 1945 con el rango de técnico de cuarto grado. Su especialidad era la mecánica de automóviles, por la que recibió la insignia de conductor, a la que añadió una barra de mecánico, pero también vería acción con la infantería, obteniendo la prestigiosa insignia que acreditaba su entrada en combate. Sus condecoraciones incluían la Medalla de Buena Conducta, la Medalla de Servicio de Defensa de Estados Unidos, la Medalla de Servicio de Europa, África y Medio Oriente y la Estrella de Bronce, que le fue concedida en febrero de 1945. En palabras de su hijo Robert, “Antonio amaba EEUU y le sirvió durante más de 50 años”.

Después del fin de la guerra Antonio se casó con María Uriarte Ateca, nacida en 1920 en Brooklyn, Nueva York, de padres inmigrantes vascos, Pedro Uriarte, nacido en Abadiño, Bizkaia, en 1891, y Eulalia Ateca Yspizua, nacida en Busturia en 1890. Tuvieron dos hijos durante un breve matrimonio al fallecer María tras el nacimiento de Robert. Los niños fueron enviados a Busturia donde crecieron en casa de la madre de Antonio, regresando a Nueva York en 1957, año en el que Antonio contrajo matrimonio con Eleonora Gregoratti, nacida en Luisiana de padre austriaco y madre italiana. Eleonora había servido como enfermera de la Armada de EEUU en el Pacífico durante la SGM. “Ella fue un gran modelo a seguir para mí”, nos comentó Robert.

Antonio volvió a la vida marítima, trabajando, en un inicio, para empresas navieras civiles. En marzo de 1947, se unió al sistema de transporte de tropas del Ejército de EEUU (USAT) con base en el Puerto de Nueva York, trasladando soldados y mercancías a Alemania e Italia, progresando rápidamente en su carrera de ingeniero. Cuando el buque Golden Eagle, en el que trabajaba como segundo ingeniero asistente desde 1949, fue transferido al Área Atlántica del Servicio de Transporte Marítimo Militar (MSTSLANT; posteriormente conocido como el Comando de Transporte Marítimo Militar) en 1950, Antonio decidió continuar siendo parte de la tripulación, iniciando una nueva aventura en su vida. Sirvió a bordo de varios buques Navales de EEUU (USNS) entre Nueva York y Europa, principalmente. A bordo del USNS Buckner recibió una mención especial por sus grandes dotes como ingeniero jefe, cargo que ya ocupaba desde 1952.

Sirvió también en el USNS Vanguard (T-AGM-19; anteriormente conocido como USNS Muscle Shoals, AGM-19), un barco de instrumentación de alcance de misiles reconvertido en 1965, y que en 1966 fue transferido al Servicio de Transporte Marítimo Militar. Diseñado para ser una estación de seguimiento de misiles en alta mar, participó en la serie de pruebas del Proyecto Apollo y en 1969 continuó en estas funciones. Posteriormente participó en el programa Skylab y en el proyecto de prueba estadounidense-soviético Apollo-Soyuz.

Pero sin duda lo más notable fue la participación de Antonio en el programa espacial Apollo, con el que la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA) pretendía poner un hombre en la luna. Antonio trabajó como un ingeniero jefe más de la NASA hasta 1984.

Fue seleccionado como el Empleado Marino del Año por el MSTSLANT en 1969. A su vez fue también elogiado públicamente por Michael Collins, piloto del módulo de mando del Apollo 11, uno de los tres hombres que fueron a la luna (16-20 de julio de 1969), junto al comandante Neil Armstrong y al piloto del módulo lunar Edwin “Buzz” Aldrin. Collins reconoció la contribución individual de Antonio, por su labor en el USNS Vanguard, para hacer de esa misión un éxito.

Collins escribió sobre Antonio, “Su contribución fue un factor esencial en el éxito del Apolo 11”. Consecuentemente, la NASA le otorgó el premio “Silver Snoopy” por su excelencia profesional en febrero de 1970. (Antonio era entonces miembro de la Oficina de Naves de Instrumentación en el Centro de Vuelo Espacial Goddard, en Greenbelt, Maryland). También participó en el Proyecto de Prueba Apollo-Soyuz, la primera misión espacial tripulada internacional que tuvo lugar del 15 al 24 de julio de 1975. Por su trabajo en esta primera misión conjunta en el espacio exterior también recibió una mención especial por parte de las tripulaciones de Estados Unidos y la Unión Soviética.

La excepcionalidad de un joven emigrante llegado al país con tan solo 17 años se mide por los logros que a lo largo de su vida Antonio cosechó. Su madre Estefana no solo le embarcó hacia el Nuevo Mundo, sino que le posibilitó explorar un sinfín de oportunidades que la vida le brindó, ayudando a que el sueño de caminar sobre la superficie de la luna se hiciese realidad. Junto a sus habilidades en la ingeniería le acompañaron a lo largo de su vida sus habilidades sociales y lingüísticas, ya que no solo hablaba euskera, sino que también sabía leerlo y escribirlo. Según nos relata su hijo Robert, “Estaba muy orgulloso de eso, especialmente durante la época de la dictadura de Franco en España”. Además, hablaba con fluidez en inglés, español, italiano y alemán. Antonio falleció a la edad de 72 años el 10 de abril de 1992 en Brevard, Florida. Poco imaginaba (¿O sí?) Armstrong cuando dijo aquello de “un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad” que en realidad estaba describiendo a los miles de pasos que a su vez dieron otros tantos hombres y mujeres que facilitaron que se pudiese llegar a la luna. Entre ellos, un muchacho de Busturia. Uno de los nuestros. 




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