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viernes, 17 de abril de 2020

Piratas y Corsarios

La estrecha relación del pueblo vasco con el mar da para mucho más que las historias de pescadores y balleneros en Terranova, Groenlandia e Islandia... o de los grandes navegantes como Juan de Lacosa, Juan Sebastián Elkano o Andrés de Urdaneta. Resulta que también alcanza para tener a vascos como protagonistas de una actividad mucho menos, digamos, honorable.

Aquí lo que informa EiTB en su portal:


Entre el siglo XVII y el siglo XVIII, los vascos fueron los principales corsarios de las aguas europeas. Los corsarios vascos sembraron el terror en el Caribe, Mediterráneo y en Europa.

Álvaro Arbina habla de corsarios, abordajes y barcos de bandera pirata vascos en "Boulevard Magazine" de Radio Euskadi.

En el siglo XVII dominar las comunicaciones navales era fundamental para la economía y los armadores, que estaban desesperados por los impuestos, las guerras y por las perdidas generadas por el pirateo, necesitaban proteger el negocio de alguna forma. Y así se inventa el corso. Aunque en esencia la actividad de un pirata y un corsario sea la misma, los corsarios eran “legales”; se ajustaban a una serie de formalidades, recogidas en unos documentos o cartas llamadas patentes de corso que los monarcas otorgaban a los capitanes de las embarcaciones. Algunos navíos de hecho llevaban a bordo un escribano que daba testimonio de las capturas, velando así por los intereses de la Corona en el reparto.

Incluso antes de la era de los corsarios, en el XIV los piratas vascos se echaban a la mar para asaltar barcos mercantes. Los primeros piratas conocidos fueron Antón de Garay y Pedro de Larraondo, ejecutados por piratería en el Mediterráneo en los siglos XIV-XV. En aquellos años, incluso Eduardo III de Inglaterra se enfrentó a los corsarios y piratas vascos, temidos en las costas europeas.

Los corsarios no tardaron en extenderse hasta el norte de Europa, las costas americanas y las costas de Berbería en el norte de África. Y así llegó la época dorada de los corsarios, San Sebastián y Hondarribia fueron las dos principales plazas de la península ibérica en el siglo XVII, auténticos nidos de corsarios. Su número en términos absolutos era tal, que las tripulaciones de las embarcaciones corsarias eran proporcionalmente más numerosas que las que incluían las embarcaciones de la Armada Real.

Entre el siglo XVII y el siglo XVIII, los vascos fueron los principales corsarios de las aguas europeas. El señorío de Vizcaya contaba nada menos que con 77 buques corsarios. Obviamente, la población vasca no era tan numerosa como para llenar todos esos buques, por lo que se solía recurrir a levas.

Sólo un bajo porcentaje de quienes sufrieron ataques en el mar sobrevivió a las tropelías de los vascos, que eran principalmente abandonados en islas desiertas. Otros, hábiles navegantes, eran obligados a formar parte de la tripulación pirata. Esta era un práctica común en el pirateo, desde siempre.

Fueron corsos famosos Antonio Urtesabel, que apresó la increíble cantidad de 400 buques holandeses entre los años 1759 y 1774, y que después pasó a ser teniente de navío de la Armada española.

Otro caso llamativo es el de Michel Etchegorria, apodado Michel le Basque, fue un pirata vasco-francés que sembró el terror en las costas del Caribe a mediados del siglo XVII. Según cuentan, tenía por costumbre arrancar el corazón de sus víctimas y comérselo cuando aún palpitaba.

El caso de Pedro de Larraondo, mercader bilbaíno reconvertido a corsario, solía ser víctima de los saqueos de los catalanes, por lo que decidió hacerse pirata y ser el terror de quienes le habían acosado. Durante el siglo XIV sembró el pánico en el Mediterráneo, hasta el punto que los catalanes se vieron obligados a pactar con sus enemigos naturales, los moros, para así deshacerse del bilbaíno de una vez por todas. Lo que consiguieron.

Pero sin duda, el caso más llamativo y conocido es el del conocido como El Loco o El tirano, uno de los piratas más sanguinarios de toda la Historia, Lope de Aguirre.






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