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martes, 4 de agosto de 2015

Los Vasco-Estadounidenses II

Desde el portal de La Tribuna del País Vasco traemos a ustedes la segunda entrega de la muy particular visión de la caverna españolista con respecto a los vascos asentados en "la tierra de los liberes y el hogar de los valientes":


Claudia Martínez Toledo

El proselitismo nacionalista entre los vascos norteamericanos tiene su génesis y gestación en la década de los años cincuenta, coincidente con el denominado Fenómeno de las Raíces que se produce en Estados Unidos. Su eclosión tiene lugar en 1959 en Sparks (Nevada), con la celebración del primer Festival Vasco del Oeste.

Sin apenas disimulo, los nacionalistas exiliados en Estados Unidos expusieron -por primer vez y públicamente- la identidad vasca, dando lugar a una proliferación de instituciones repartidas por la nación y, en mayor o menor grado, teledirigidas por los jerarcas del partido secesionista, racista y de ínfulas totalitarias creado por Sabino Arana a finales del siglo XIX.

Como señalaba anteriormente, los vascos jamás han constituido una unidad política e histórica. Difícilmente podemos, además, hablar de una identidad teniendo en cuenta la gran variedad regional existente entre vascos, vascofranceses y vascongados.

La dictadura de Francisco Franco y su relativa vinculación con los totalitarismos fascistas y nacionalsocialistas, generó una corriente de simpatía hacia los nacionalistas vascos. La hábil propaganda realizada ocultó a los norteamericanos el carácter xenófobo del nacionalismo vascongado, más cercano a los planteamientos ideológicos del III Reich que a la tradición democrática y liberal estadounidense. Es preciso señalar que muchos destacados militantes nacionalistas ofrecieron sus servicios a los nacionalsocialistas en el oscuro periodo de la ocupación alemana.

La rotunda victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial y el traslado del centro de poder de Europa a Estados Unidos, planteó al nacionalismo vasco la necesidad de esconder sus simpatías hacia Hitler y adoptar unas posiciones más moderadas en la praxis. La Conferencia de Yalta devino en un nuevo orden geopolítico en el mundo -que dividió a las naciones en un bloque democrático y capitalista y otro totalitario y marxista- permitiendo a los nacionalistas vascos redimir su imagen gracias al anticomunismo.

Según las investigaciones realizadas por el historiador español Ricardo de la Cierva, el mismo José Antonio Aguirre –presidente del Partido Nacionalista Vasco y del Gobierno autónomo vasco en el exilio- fue un confidente a sueldo de la CIA con el objetivo de detectar marxistas dentro de los exiliados vascos.

Bajo esta falsa aureola democrática e identitaria, las tareas proselíticas no cesaron. Al igual que el Partido Nacionalista Vasco aspiraba a imponerse como única –en el sentido más estricto del término- cosmovisión en su tierra de origen, los secesionistas afincados en Estados Unidos trabajaban en idénticos fines.

Dos años antes de la muerte del dictador Franco, en 1973, consiguen uno de sus objetivos: crear una federación que reuniera a los vascos residentes en Estados Unidos. Este conglomerado de agrupaciones vascas –muchas de ellas, muy politizadas- recibió el nombre de North American Basque Organizations (N.A.B.O.). El proselitismo nacionalista obtenía sus primeros frutos.






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