Para quien quiera verlo, el régimen español insiste en dejar bien claro que cuando se trata de Euskal Herria, de democracia, nada.
Lean ustedes esto que nos reporta Gara:
El ministro Jorge Fernández Díaz indicó ayer que «cuando una fuerza política es legalizada no significa que tenga impunidad». De esta manera, el titular de Interior se sumó al coro de voces del Estado que viene amenazando a la izquierda abertzale con otra ilegalización.El ministro de Interior español, Jorge Fernández Díaz, se sumó ayer al coro de voces que desde el Gobierno español y otras instituciones del Estado viene amenazando a la izquierda abertzale con activar los mecanismos para su ilegalización, asegurando que «cuando una fuerza política es legalizada no significa, en absoluto, que tenga impunidad».El responsable de Interior realizó estas declaraciones a preguntas de los periodistas en la rueda de prensa posterior a la firma de un convenio de colaboración con el presidente del Gobierno de La Rioja, Pedro Sanz.«Una organización, en la medida que está legalizada, quiere decir que actúa y puede actuar libremente en el marco de ley, pero con plena sujeción a la ley y no tiene impunidad ni patente de corso para saltarse las leyes», incidió. Y añadió que la izquierda abertzale «lo que tiene es certificado de legalidad».«Espero y confío en que estas organizaciones entiendan lo que acabamos de decir, que legalidad no significa impunidad», por lo que advirtió de que «en la medida que eventualmente se cometan actos u organicen acciones que se salten el ordenamiento legal, se aplicará la ley».Michel Domínguez, detenidoPor otra parte, la Policía española detuvo por presunto tráfico de drogas, el pasado sábado en Barcelona, al expolicía Michel Domínguez, condenado por varias acciones de los GAL. A este respecto, el ministro Fernández comentó que «en su día cumplió condena; posteriormente fue excarcelado por el cumplimiento de la misma en el año 2000; y si ha cometido un delito, pues ha sido detenido y puesto a disposición de la Justicia».El arresto se produjo en la estación de Sants, a la que Domínguez llegó en un AVE procedente de Madrid.
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