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lunes, 13 de agosto de 2012

Cronopiando | Hambre de Gloria

Se ha extinguido la llama olímpica en Londres, y prestos como siempre, les compartimos el ácido comentario de parte de nuestro amigo Koldo Campos:


Hambre de gloria
Koldo Campos Sagaseta
Terminaron las olimpiadas y los medios de  comunicación del Estado español, conscientes de la necesidad de reconfortar los  devaluados ánimos de la ciudadanía, no han escatimado elogios para convertir un  nuevo fracaso en la última gesta del deporte nacional.
Bastaría recordar las  expectativas que esos mismos medios estuvieron encumbrando en los días previos a  la cita olímpica para entender la dimensión del fracaso pero, obviamente, esas  previstas hazañas ya quedan demasiado lejos de la memoria colectiva como para  insistir en ellas y lo que se impone es maquillar los resultados de manera que  el fiasco general se transforme en el éxito que se miente.
Cuatro años antes,  en Pekín, el deporte español obtuvo 18 medallas, entre ellas 5 de oro. Cuatro  años más tarde, la celebrada progresión ha consistido en una medalla menos y en  sólo 3 oros, pero en contra de lo que los hechos y las cifras cuentan, para los  medios de comunicación, la participación del Estado español en los juegos  olímpicos de Londres ha sido un éxito.
“Una despedida colosal” titulaba El  País, sobre la foto del equipo de balancesto. “Lo hecho es muy grande” resaltaba  un jugador. Ninguna referencia al costo moral que esa plata conseguida en  baloncesto tuvo para la credibilidad del “espíritu olímpico” español que, se  supone, debe prevalecer, incluso, por encima del número de medallas o del color  que tengan. La sospechosa derrota frente a Brasil que hiciera posible la  “colosal despedida” y su correspondiente medalla de plata ya poco  importa.
“España triunfa en femenino”, titulaba Público, junto a las imágenes  de varias atletas catalanas, vascas y españolas que obtuvieron los mejores resultados no obstante constituir las mujeres el contingente más reducido de la delegación deportiva.
Y todavía apostillaba el periódico: “Nuestros  deportistas se marchan de Londres con 17 medallas, igualando la marca de  Atlanta´96”. O lo que es lo mismo, que el éxito del deporte español ha  consistido en igualar el número de medallas conseguidas 16 años antes. Las citas  olímpicas posteriores carecen de importancia a la hora de observarlas como  referencia.
Para el periódico deportivo As, el gran titular no podía ser más optimista: “Final feliz”. La felicidad olímpica consistía, según el mismo periódico, en que “España aumenta su colección en la historia de los juegos con  3 oros, 10 platas y 4 bronces”.
A no dudar de que en las próximas olimpiadas  también logre el estado español la proeza de seguir aumentando el número de  medallas, así sean una por cada metal.
Más discreto, aunque insistiera en el  mismo diagnóstico, se manifestaba Marca: “Aprobado alto a la actuación  española”. Otro jugador de baloncesto se declaraba “orgulloso del equipo”.
La  Razón también apelaba a la grandilocuencia: “Un broche heroico”. La foto del  equipo de baloncesto justificaba una heroicidad que aún ponía más en evidencia  el “espíritu olímpico” que allanó el camino hacia la plata y que para El Mundo  fue “Un paseo por las nubes”.
ABC destacaba “España, de menos a más” y se  extendía en un segundo titular: “después de una primera semana de dudas la  delegación concluye los juegos con 17 medallas, más de lo previsto”.
Ignoro  quien preveía peores resultados pero basta con que uno recurra a las hemerotecas  de los medios de comunicación citados para comprobar que no eran precisamente  ellos.
De hecho, antes de los juegos hubo medios que llegaron a insistir en  la posibilidad de superar las 13 medallas de oro conseguidas en Barcelona que marcan el techo olímpico español.
De ahí se pasó, tras los primeros días de  juegos, en los que el estado español debió sobreponerse al infortunio, la mala  suerte y la cruel adversidad, siempre luchando la armada invencible contra los  elementos, a superar las cinco presas doradas de Pekín.
Como la fatalidad no  remitía, se ponderó entonces la posibilidad de superar el número de medallas,  así fueran de latón, pero como tampoco las cuentas cuadraban los vaticinios, se  acabó resaltando el número de diplomas olímpicos obtenidos.
En cualquier  caso, el fracaso tampoco se limita al deporte del estado español. Las olimpiadas  sólo son otro monumento más al absurdo, otra patética expresión de un sistema  que pervierte todo lo que toca y que ha convertido el deporte en una bochornosa  mercancía, en un triste negocio en el que se trajinan atletas y se especulan  medallas, una grosera burla a ese espíritu olímpico que nunca sube al podium.
“El sueño olímpico ya viaja a Brasil” coinciden en titular todos los medios.
Pero no, el sueño olímpico de los pueblos que han asistido por  televisión a la farsa deportiva que se nos brindara, aún no viaja, aún sigue  anclado, a la espera de un trabajo, de una vivienda, de una vida digna, de ese imprescindible respeto a unos derechos humanos para los que tampoco hay medallas ni diplomas.


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