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domingo, 5 de diciembre de 2004

Navegaciones | Los Agujeros Negros del 11-M

El trosko mexicano Pedro Miguel, quien de vez en cuando da una de cal por innumerables de arena, también ha dado a conocer su opinión acerca de la comparecencia de José María Aznar ante la comisión investigadora del 11-M, ofreciendo un minucioso seguimiento a la prensa, mismo que nos comparte en su espacio Navegaciones de La Jornada. Curiosamente, dadas sus filias españolistas y sus fobias vascas, Miguel termina por hacer válido en su último párrafo uno de los argumentos de Aznar.

Adelante con la lectura:


Aznar y los agujeros negros del 11-M

Washington y Tel Aviv avisaron de los indicios

Pedro Miguel | Navegaciones

JOSE MARIA AZNAR acudió el lunes pasado a la comisión parlamentaria que investiga los atentados terroristas del 11 de marzo (11-M) de este año en varias estaciones ferroviarias de la capital española. Allí, el del bigotito insinuó que ese día tuvo lugar una conspiración para echarlo del poder en la que participaron medios informativos, terroristas islámicos y políticos socialistas. Sólo le faltó puntualizar el papel más o menos relevante que tuvieron en ese complot 14 millones 578 mil 129 ciudadanos españoles que votaron contra su partido neofranquista, el Popular, en los comicios que tuvieron lugar tres días después de las bombas.

 CURIOSAMENTE, EL ASNANTE casi no fue interrogado en torno a los avisos previos a las explosiones terroristas que obraban en poder de diversos organismos de seguridad. Ante la única alusión a esa circunstancia, dijo que "ningún gobierno puede conocer lo que ocurre en cada comandancia" de policía. Y el suyo menos que ningún otro, a juzgar por las revelaciones periodísticas acumuladas en los ocho meses y medio transcurridos desde la matanza. En un trabajo de investigación seriado, Los agujeros negros del 11-M, el reportero de El Mundo Fernando Múgica ha dejado al descubierto un impresionante cúmulo de incoherencias y hechos sospechosos en la acción de las autoridades antes y después del atentado. Según él, a principios de marzo el gobierno tenía listo un operativo para capturar a la cúpula de ETA y a sus comandos operativos el día 12, dos antes de las elecciones, para dar el empujón definitivo a su partido, el PP, al triunfo en las urnas. Para entonces los etarras estaban sujetos a una vigilancia tan estricta como secreta y la policía les conocía hasta el ritmo de la respiración. La inteligencia del Estado pensaba que ETA pretendía atacar en vísperas de los comicios y tenía datos indicativos de que el grupo terrorista había estado perfeccionando el uso de teléfonos celulares como mecanismos de mando de artefactos explosivos.

CON ESE PANORAMA en las manos, en la mañana del jueves, cuando ocurren los atentados, el gobierno de Aznar se hunde en el desconcierto: el empleo de celulares en los paquetes explosivos parece apuntar a los terroristas vascos, pero los primeros informes de inteligencia indican que los etarras vigilados no se han movido de su sitio, lo que los descarta como posibles autores de la masacre. Entonces un experto anónimo de los cuerpos de seguridad envía desde Atocha un informe en el que asegura que el explosivo usado fue Titadine, recurso dilecto de ETA. "Ningún experto policial podría confundir Titadine con goma 2; los olores son tan diferentes como un plátano y una pera", comenta el colaborador de El Mundo, quien sostiene que "el error al transmitir el informe sólo pudo ser intencionado".

AL MISMO TIEMPO, a espaldas del gobierno, "un grupo de mandos policiales y algunos agentes del CNI (Centro Nacional de Inteligencia), de la cuerda más dura y leal al partido socialista", ha empezado a operar "para informar a sus dirigentes de todos los detalles que puedan conducir la situación en beneficio propio. (...) Saben que el gobierno sigue empeñado en la tesis de ETA y permanecen callados para que Aznar, Rajoy y Acebes se metan ellos solos en la trampa". Si lo que dice Múgica es cierto, resulta entonces explicable el tono vitriólico que aún persiste de Aznar hacia el PSOE y que va mucho más allá de la confrontación partidaria y del rencor del vencido. No puede dar a conocer la extremada falta de escrúpulos con que actuaron los socialistas sin revelar, al mismo tiempo, la desmesurada estupidez con que él mismo se condujo en las horas y días posteriores a la matanza.

TRAS LOS ATENTADOS, efectivos municipales madrileños, de la Guardia Civil y del CNI hacen explotar, contra toda lógica de investigación policial, varios artefactos que no habían estallado, destruyendo así material que habría podido ubicar a los autores de la matanza. Sólo una de las mochilas milagrosamente salvada de ese ¿atolondramiento? es sometida a examen y aporta las pistas que conducen a los primeros arrestos, en particular el de Jamal Zougam, delincuente de poca monta del barrio madrileño de Lavapiés, informador policial, más fichado que una fichera y "viejo conocido de la policía y de los servicios secretos de medio mundo". "Era la persona menos adecuada para que un grupo terrorista le invitara a participar en una operación secreta de tanta envergadura", dice el investigador de El Mundo. Fue detenido la tarde del viernes, cuando ya nadie -salvo el gobierno de Aznar- se atrevía a sostener la autoría de ETA.

UN DATO CURIOSO: desde meses antes del atentado, Washington y Tel Aviv habían avisado insistentemente a Madrid sobre los indicios de que fundamentalistas islámicos preparaban un gran atentado en la capital española. "En Gran Bretaña, en Alemania, en Francia, en Italia (...) se suprimen vuelos y se hace ostensible la presencia de militares en aeropuertos y estaciones. En España no sucede nada de eso", apunta Múgica. Posteriormente, la inteligencia de Israel encontraría muy extraño que la seguridad española fuera incapaz de detectar ningún indicio previo al atentado y que, sin embargo, después de los ataques, lograra esclarecer la conspiración y detenido a los autores materiales "en un tiempo récord".

VARIOS DE LOS SIGUIENTES sospechosos también son informantes de las corporaciones policiales: Rachid Aglif, un marroquí de 25 años que entró en España en 1999, y Rafá Zouhier, ambos con antecedentes penales e involucrados en el menudeo de estupefacientes. Los proveedores de la dinamita fueron localizados en Avilés, localidad asturiana de la legendaria cuenca minera: se trata de José Emilio Suárez Trashorras, ex minero que causó baja por padecer un trastorno esquizoide depresivo y que en el momento de su arresto se dedicaba al narcomenudeo; su mujer, Carmen Toro, y el hermano de ésta, Antonio, ex presidiario por narcotráfico menor y hombre tan enigmático, discreto y apacible que, a juicio de algunos, cubre a la perfección el perfil de policía secreto. Múgica cita a miembros de las fuerzas de seguridad que sospechan que Toro "pudo haber formado parte de una gran operación encubierta del Cesid (Centro Superior de Información de la Defensa) en su lucha contra ETA y que su ingreso en prisión fuese una excusa perfecta para entablar contactos con etarras sin levantar sospechas". Emilio, Antonio y Carmen han sido, en todo caso, confidentes policiacos, y la tercera -quien desempeñó, según la fiscalía, "un papel activo e imprescindible" en el atentado- mantenía comunicación telefónica regular con el inspector jefe de la policía de Avilés.

LOS UNIFORMADOS FUERON sobre Sharhane ben Abdelmajid Fakhet, El Tunecino, y los demás habitantes del departamento de la avenida Carmen Martín Gaite número 40, en el barrio de Leganés, que voló por los aires el sábado 3 de abril cuando los cuerpos de seguridad dieron inicio a un operativo de captura tan mal diseñado que ni siquiera medió una demanda de rendición de los policías a los sospechosos. Angel Jesús Acebes Paniagua, ministro del Interior, aseguró que en el sitio se halló gran cantidad de documentación, incluido un videocaset en el que los inmolados leían un comunicado en árabe. Cualquiera que tenga niños en casa conoce la irremediable fragilidad de un VHS, y ese dato deja algunos escenarios posibles: o Acebes nunca convivió con sus hijos (dos), o bien éstos padecieron de parálisis general, o nunca hubo en el hogar de los Acebes un aparato de video, o bien el señor ministro mintió descaradamente, porque la fuerza de la explosión en Leganés pulverizó el departamento con todo su contenido y derribó los muros del edificio.

VOLVIENDO A AVILES, el mes antepasado salió a la luz otro caset, esta vez de audio, grabado en el verano de 2001 en la comandancia de la Guardia Civil de Gijón, en el que un informante de esa corporación paramilitar revela que Antonio Toro y Emilio Suárez andaban buscando compradores para 400 kilos de goma 2 como la empleada en el atentado del 11 de marzo, extraídos en forma subrepticia de las minas de la región, y que necesitaban la ayuda de "alguien que supiera montar bombas con teléfonos celulares". El confidente dice que ya ha ido con el chisme a la policía, pero que nadie le hace caso.

LA FISCAL DE LA AUDIENCIA Nacional Olga Sánchez, encargada de la investigación de los atentados del 11-M, pidió el lunes el encarcelamiento de Antonio Toro, por los delitos de colaboración con "organización terrorista islamista" y por el de suministro de sustancias explosivas.

LAS INVESTIGACIONES DE Fernando Múgica trazan un panorama en el que coexisten la corrupción e ineficacia policial, las rivalidades improcedentes entre las diversas fuerzas del orden, las prácticas políticas inmundas (¿es pleonasmo?) en las que participan el PP y el PSOE, la arrogancia y torpeza de Aznar y una alcantarilla delictiva en la que confluyen los miasmas del tráfico de armas y drogas, la piratería y los terroristas, tanto etarras como fundamentalistas. Esos ingredientes dieron por resultado la completa indefensión de España a la hora de las bombas que segaron 194 vidas, hirieron a más de mil 500 personas y dejaron en España una cicatriz indeleble. ¿O hay que pensar en una explicación aun peor? 




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