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sábado, 7 de junio de 2025

Egaña | Kaparrada

Últimamente se habla mucho de lawfare en el congreso del estado español.

Con su meticuloso registro de momentos paradigmáticos, Iñaki Egaña deja registro de los excesos churriguerescos a los que la lawfare ha llegado mientras ha sido utilizada en contra del pueblo vasco.

De paso, en su texto dado a conocer en su página de Facebook, expone cuanto preocupa a Madrid el tema del euskera, ese idioma que obliga a Ayuso a usar pinganillos.

Adelante con la lectura:


Kaparrada

Iñaki Egaña

Hace unos meses falleció en Donostia Juan Martin-Casallo, con 81 años. La prensa local publicó su esquela que apenas tuvo eco por lo escueta. Entre otros cargos, había sido teniente fiscal del Tribunal Supremo español entre 2006 y 2013. A su jubilación y aunque español, Martin-Casallo fijó su residencia en la capital guipuzcoana de donde era natural su esposa. Esa relación con la ciudad y su entorno le llevó a conocer algunas de las particularidades lúdicas vascas, incluidas las transmisiones de la televisión autonómica, ETB. Y gracias a ella se familiarizó con expresiones y programas estrella, entre ellos “Vaya Semanita”. Así que ni corto ni perezoso, cuando aún ejercía de fiscal, aportó como “prueba” a una causa de las que gestionaba uno de los cortes habituales del citado programa.

Ocurrió en 2007. Los partidos políticos y agrupaciones electorales de la izquierda abertzale estaban rigurosamente prohibidos y muchos de sus dirigentes encarcelados. Ese año, llegaban las elecciones municipales y forales. El 27 de marzo, fue registrado el grupo Abertzale Sozialisten Batasuna (ASB), con intención de presentarse a la cita electoral. Marije Fullaondo estampó su firma en el registro, pero el Estado se puso de inmediato manos a la obra para frenar la presencia de la izquierda abertzale en las urnas. Fullaondo sería detenida y encarcelada meses más tarde, hasta 2010, y cosas de la vida, quince años más tarde es diputada en el Congreso español. Para ilegalizar ASB, el Gobierno socialista encargó a Martin-Casallo buscar las “pruebas”. Y entonces fue cuando el teniente fiscal echó mano de “Vaya Semanita”. El descubrimiento de la “continuidad” entre los apestados anteriores y los de ASB lo había visto en la televisión. Se trataba de los “batasunis”, unos personajes que en “Vaya Semanita” quemaban autobuses, simpatizaban con ETA y se arropaban con una kufiya, el pañuelo palestino. O sea que los batasunos de la tele eran los mismos que los que intentaban colarla al Supremo. Y la palabra ya estaba bien marcada por Herri Batasuna y Batasuna, ilegalizados previamente. Una sagacidad propia de un teniente fiscal diligente que aportó los guiones de “Vaya Semanita” como prueba irrefutable.

También en la capital española el hoy secretario del PSE, que cuando Martin-Casallo andaba indagando las entrañas de la izquierda abertzale apenas tenía 27 años, acaba de ofrecer una entrevista en el New Economy Forum. Y acaso por el medio, empresarios trajeados, y el vértigo consiguiente, sus declaraciones han sido rotundas. No os asustéis, queridos colegas. Comunicaré en la lengua de Cervantes a vosotros que os tituláis con la de Shakespeare, vino a decir. En literalidad: “EH Bildu nos da la kaparrada en Euskadi con el euskera”. Aunque con varias acepciones (para Euskaltzaindia “kaparrada” es una “garrapata menor”) es probable que Andueza le diera el valor de “tabarra”, “matraca”, “monserga”. En Madrid, esas frases gustan. Algunos incluso aplauden con las orejas cuando se la oyen a un vasco, más aún si es, como Andueza, euskaldún.

Hay toda una tradición de ubicar a los hombres y mujeres de Euskal Herria, o al menos a quienes reivindican su soberanía incluso su singularidad, en un pasado rural, en una sociedad anclada en términos superados por la modernidad. Esa tendencia, de propios y extraños, ha exacerbado los tópicos hasta llegar a situaciones hilarantes para nosotros, pero creíbles más allá del Ebro o del Aturri, con conclusiones extremas. El tópico del vasco ramplón con txapela, manos de pelotari, andar de oca, barriga expandida, sexo atrofiado y parloteo de trabalenguas está tan extendido que programas o películas como “Vaya Semanita” o “Diez apellidos vascos” han explotado como negocio comunicativo. Que, a fin de cuentas, también es una aplicación política. No observarán entre los clichés desplegados cuestiones relevantes como la solidaridad internacional, la insumisión y deserción histórica, la lucha obrera, la fortaleza sindical, la movilización social, el apego a la comunidad, a sus tradiciones, la naturaleza defensiva del entorno y el milagro de mantener viva una de las lenguas más antiguas del continente. En cambio, aquel presidente que hoy da su nombre al aeropuerto de Madrid ya afirmó durante su mandato que era imposible estudiar química en euskara. En el (in)consciente colectivo de buena parte de la elite española aún resuena las voces que increpaban a los diputados vascos en las Cortes madrileñas: ¡Cavernícolas! ¡Cavernícolas!. Como si la mofa de aquel humorista llamado Gila fuera cierta: “El hombre descenderá del mono, pero el español jamás”.

Toda una pléyade de acomplejados, aquí y allá, hicieron del tópico una rutina. Durante la dictadura los lemas “habla español si eres español”, “Habla lo que habla Franco” o “habla la lengua del Imperio” se impusieron manu militari. De ahí surgieron personajes como Pello Kirten (“corto”) o el radiofónico Chomin del Regato, caras amables del “sano regionalismo” franquista. Hoy, y aunque parezca mentira, su naturaleza fascista es revindicada y se acusa a sus detractores de formar parte “del nacionalismo pijo-guipuzcoano-afrancesado que es el más ilustrado pero también el más radical y etnicista” (Iñaki Ezkerra, El Correo).

Esa querencia por los tópicos ha llegado hasta nuestros días, siendo en estos momentos alcanzada por otra aún más chusca. La masificación turística, la llegada de manadas de analfabetos funcionales en viajes de quita y pon, nos imputan un segundo cliché, español o francés. Gorros de torero (incluso mexicanos), sangría y jamón, torres de Eiffel y escargots. Si fuéramos animales, que a veces nos tratan como tal, diría que nos “cosifican” por partida doble. Así que, las perspectivas no son halagüeñas. Declaraciones ante escenarios extraños como las realizadas por Eneko Andueza ahondan en aquella propensión a alargar el tópico que oficializó sobre el euskara la Academia (Real) de la Lengua española: “Aquello que está tan confuso y oscuro que no se puede entender”.

 

 

 

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