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domingo, 1 de junio de 2025

Joseba de Rezola

Es curioso que los jeltzales, caracterizados por su sumisión al PSOE, celebren el legado de hombres que lo sacrificaron todo por la autodeterminación de Euskal Herria.

Les invitamos a leer este reportaje publicado por Deia acerca de la figura de Joseba de Rezola:


Joseba de Rezola, referente intemporal del nacionalismo vasco

El histórico jeltzale Iñaki Durañona reivindicaba en sus escritos la figura del patriota ordiziarra, mano derecha del lehendakari Aguirre, cuyo 125 aniversario de nacimiento se conmemora este año, destacando su compromiso firme con la causa de Euskadi y su legado como ejemplo para las nuevas generaciones

Iban Gorriti 

Un día de verano de 1945, apenas unos meses después del final de la Segunda Guerra Mundial, Joseba de Rezola (1900 -1971) cruzó clandestinamente la muga para llegar a territorio labortano, a Euskadi norte. Fue un retorno cargado de riesgos y marcado por la dureza de aquellos tiempos. “Atravesar la frontera en esas circunstancias era una hazaña casi imposible”, evocaba Iñaki Durañona, histórico miembro de la Marina de Guerra Auxiliar de Euskadi, ya fallecido en 2012, y que fuera mano derecha del lehendakari Aguirre.

Solo dos meses antes, Rezola había protagonizado una espectacular fuga en la estación de Donostia, escapando de la custodia de la Guardia Civil que lo trasladaba desde Madrid. Sin embargo, el hombre que regresaba ya no era el mismo que años atrás visitaba los frentes de batalla o presidía funerales oficiales, como el de José María Korta, jefe del Cuerpo de Capellanes. “Los sufrimientos, las privaciones y la enfermedad contraída en la cárcel de Burgos dejaron una huella imborrable en su salud y en su espíritu”, hacía hincapié Durañona en uno de sus textos dedicados a la figura de un histórico sin fecha de caducidad.

Este episodio marcó el inicio de un exilio que se prolongaría hasta su fallecimiento en Donibane Lohitzune en diciembre de 1971. Pero, ¿quién fue Joseba de Rezola? Para el historiador y testigo directo, “fue una de las figuras más destacadas del PNV antes de la guerra, un patriota íntegro que entregó todo por Euskadi sin esperar nada a cambio”.

Guipuzcoano nacido en Ordizia a principios del siglo XX en una familia profundamente vasca, Rezola fue el mayor de siete hermanos. Tras completar el Bachillerato, estudió Derecho en las universidades de Valladolid y Madrid. Ejerció como abogado en su pueblo natal, colaborando activamente con el PNV en Donostia, y antes de la guerra militar de 1936 llegó a formar parte del Gipuzko Buru Batzar y del Euzkadi BuruBatzar de las siglas jeltzales.

Cuando generales españoles dieron el golpe de Estado del 18 de julio de 1936, Rezola actuó de inmediato como representante del PNV, integrándose en la Junta de Defensa de Gipuzkoa y ocupando la Comisaría de Guerra. Trabajó estrechamente con diputados nacionalistas y fue considerado fundamental en los cuarteles de Loyola, además de participar en la formación de las milicias vascas, Euzko Gudarostea, junto al a la postre malogrado comandante hondarribiarra Cándido Saseta.

Con la evacuación de Gipuzkoa, Rezola se trasladó a Bilbao, y en octubre de 1936, el lendakari José Antonio Agirre le nombró Secretario General del Departamento de Defensa, cartera que el propio presidente vasco dirigía. Desde entonces, Rezola desempeñó un papel esencial en la organización del Ejército Vasco y en la dirección de la guerra. “Era un colaborador fiel y resolutivo, capaz de afrontar desafíos complejos con coraje y convicción”, valorizaba Durañona. 

Un ejemplo destacado fue la intervención del Ejército Vasco en Asturias, en el ataque a Oviedo, una operación compleja que Rezola –siempre según la visión de Durañona- supo manejar con firmeza. Durante la presentación en Bilbao del libro Entre la Libertad y la Revolución de Agirre, el histórico jeltzale Xabier de Arzalluz definió al lehendakari “como hombre de paz, pero que supo hacer la guerra”. Durañona apuntaba que estas palabras también definían a Rezola: “Fue un hombre de paz, pero supo hacer la guerra y la resistencia con igual determinación”.

Tras la caída del territorio vasco ante el enemigo golpista, Rezola se trasladó a Santander, donde facilitó la evacuación de numerosas personas republicanas. Entonces, fue detenido por la policía local y estuvo a punto de salir en el recordado avión Negus, pero cedió su lugar a un compañero por motivos personales, consciente de que esto le condenaba a un futuro incierto. Finalmente, fue capturado junto al Ejército Vasco en Santoña y condenado a muerte, pena que más adelante le fue conmutada. Pasó por las prisiones de El Dueso, Larrinaga -en Bilbao- y Burgos. 

Durante su encarcelamiento, en 1937, nació su única hija Maite Eder, quien falleció pocos meses después, sin que él pudiera llegar a conocerla. “Un hombre acostumbrado a la dureza de la guerra y la prisión no se inmutó ante su condena, pero lloró amargamente la pérdida de su hija,” evocaba Durañona. Las duras condiciones en prisión deterioraron su salud de por vida.

Tras su liberación en 1943, fue confinado en Madrid con su esposa y se incorporó inmediatamente a la resistencia clandestina vasca, donde fue detenido en varias ocasiones y enviado a prisión. En 1945 volvió a ser capturado en Donostia, pero logró escapar.

Desde el exilio, continuó al frente del Consejo Delegado y de la Junta de Resistencia, manteniendo una comunicación constante con los luchadores en el interior de Euskadi. Trabajó en estrecha colaboración con el lehendakari José Antonio Aguirre, coordinando la acción interna y externa. Durañona destacaba el empeño de su compatriota en utilizar la radio como herramienta clave de propaganda: “Rezola se volcó en conseguir que la emisora vasca funcionara para informar y mantener viva la esperanza del pueblo vasco”, amplificaba. 

Sin embargo, la política francesa cambió y el Gobierno de Pierre Mendes France prohibió la emisora, a pesar de que Georges Bidault la había autorizado inicialmente. Más adelante, Rezola ejerció como Secretario General del Euzkadi Buru Batzar y representó al PNV en congresos internacionales de la democracia cristiana en Europa y América, llevando su mensaje de esperanza a la diáspora vasca en Venezuela y México.

Al fallecer Xabier de Landaburu, fue designado consejero y vicepresidente del Gobierno Vasco en el exilio, cargo que desempeñó hasta su muerte en 1971 colaborando con el lehendakari Leizaola. “Joseba Rezola fue un hombre de gran integridad y compromiso. Su carácter podía parecer duro, pero era exigente consigo mismo y con los demás, siempre predicando con el ejemplo,” enfatizaba Durañona. “Fue –apostillaba- un patriota firme, defensor del diálogo, y convencido de que la libertad de Euskadi llegaría pronto, junto con la justicia social para sus trabajadores”. La vida y legado de Joseba Rezola, a 125 años de su nacimiento, siguen siendo “un referente y un ejemplo para las nuevas generaciones abertzales, un modelo de entrega y sacrificio por Euskadi”. 

 

 

 

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