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lunes, 19 de agosto de 2024

La Calle de Fraga

De acuerdo con el relato vigente del españolismo, Manuel Fraga Iribarne es uno de esos valientes que guió al estado español por el camino de la democratización.

Es parte del lavado de rostro que se le hizo al régimen tras la muerte del genocida Francisco Franco, lavado de rostro necesario para dar legitimidad a la continuidad bajo Juan Carlos Borbón - y hoy bajo su hijo Felipe -.

Leamos lo que de Fraga nos informa este artículo de Naiz:


Fraga, de «la calle es mía» a Euskal Herria es «algo mío»

A Manuel Fraga se le atribuye una frase que resume a la perfección el ordeno y mando franquista: «La calle es mía». Años después, el 18 de agosto de 1983, ya como líder de AP, afirmó que Euskal Herria es «algo suyo» y propuso ilegalizar HB. Una idea que daba cuenta de su talante democrático.

Ion Salgado

«Fraga Iribarne dice que el País Vasco es ‘algo suyo’». Así rezaba el titular de EGIN el 19 de agosto de 1983, a colación de las declaraciones realizadas el día anterior por el líder de Alianza Popular, germen del PP, que ya en aquel entonces abogaba por ilegalizar HB. Las palabras utilizadas traen a la memoria otra frase celebre atribuida al político franquista: «La calle es mía».

3 de Marzo

Dicha expresión, que la derecha española se empeña en vincular a una leyenda urbana, se remonta a 1976, un año marcado a sangre y fuego en la historia de Euskal Herria. Fraga ocupaba en aquel entonces el cargo de ministro de Gobernación en el Ejecutivo de Arias Navarro y era el responsable de los policías que mataron a cinco trabajadores del 3 de marzo en el barrio gasteiztarra de Zaramaga.

El 6 de marzo, sin ápice de autocrítica, culpó «íntegramente» de lo ocurrido a «los que siguen echando la gente a la calle con mensajes de un tipo o de otro». «No se van a tolerar planteamientos anarquistas o utópicos. Que este triste ejemplo sirva de gran lección a todos los españoles en los próximos meses», manifestó el ministro, al que también se le atribuye un papel destacado en la llamada ‘Operación Reconquista’, que se saldó con dos muertos en Montejurra en mayo de 1976.

Montejurra

Documentos hechos públicos el año pasado por el Partido Carlista confirman que el Estado español reventó la cita tradicionalista de Montejurra por ser contraria a Juan Carlos de Borbón. La intervención ultra fue planteada por el gobernador civil de Nafarroa, José Ruiz de Gordoa, con el respaldo de Fraga, que ante la opinión pública definió lo sucedido como «una pelea entre hermanos».

Sin embargo, tal como reveló GARA el 26 de febrero de 2023, un tradicionalista movilizado desde Sevilla reconoció a varios de los jóvenes que participaban en el sangriento sabotaje mientras introducían «un auténtico arsenal de armas con pasmosa tranquilidad» en un coche. Un año después comprobó que esos jóvenes formaban parte de la escolta personal de Fraga. Otros testimonios confirmaron que Rodolfo Almirón, exmiembro de la Triple A, fue guardaespaldas de Fraga y estuvo aquel día en Montejurra.

Regreso a Gasteiz

Puede que el propio Almirón, u otro de los integrantes del séquito de guardaespaldas, regresase con Fraga a Gasteiz el 14 de marzo de 1983. Acudió para participar en un acto de AP, y fue recibido al grito de «¡Asesino!» por cientos de personas que le esperaban en la calle General Álava, frente al antiguo Cine Astoria.

Veinte años después de avalar la ejecución de Julián Grimau (PCE) durante su etapa como ministro franquista de Información y Turismo, el líder de la derecha española se presentó con apariencia de demócrata ante quienes protestaban contra su presencia. No dudó en sonreír y saludar a los congregados, lo que encendió los ánimos.

Tal como narró ‘Egin’, «tras la entrada de Fraga en el cine continuaron los gritos, a la vez que aumentaba la tensión y el nerviosismo entre los miembros de la escolta y de un reducido grupo de seguidores derechistas, los cuales ‘elegantemente’ vestidos hacían gestos despectivos a los manifestantes desde la puerta de entrada al local». Es más, uno de los guardaespaldas respondió a los gritos con un «toque de pito», en sentido literal.

«Los manifestantes retaron entonces a dicha persona a que cruzara la acera, cosa que efectivamente realizó, aumentándose considerablemente la crispación, a la vez que se le dirigían gritos de ‘mercenario’. Fue entonces cuando, desabrochándose uno de los botones del chaleco, dejó entrever su pistola, llegando en un momento a hacer ademar de sacarla. Lejos de aterrorizar a los concentrados, este gesto no hizo sino encrespar todavía más sus ánimos y, de esta forma, sin retroceder, comenzaron a llamarle ‘pistolero’», recoge la crónica.

Y una columna firmada por J. Abiraneta da cuenta de la «salida a la americana» de Fraga, «a lo gánster de Chicago, con chirridos y acelerones de los coches blindados y los guardaespaldas amenazantes apuntando con sus pipas desde las portezuelas entreabiertas».

De Madrid a la Xunta

Tras dos debacles electorales, Fraga dejó el liderato de AP, formación que volvió a presidir en 1989, ya bajo las siglas del PP, para ceder posteriormente el testigo a José María Aznar. De aquel entonces queda la frase «ni tutelas ni tutías».

En el año 90 llegó a la presidencia de la Xunta, donde permaneció hasta 2005, cuando perdió la mayoría absoluta, arrastrado por la marea negra del Prestige.

Su figura se vio envuelta en diferentes polémicas hasta su muerte en 2012.  Sobre Franco aseguró que fue «un gran hombre», «el mayor y más representativo de los españoles del siglo XX» y «uno de los mayores gobernantes que hemos tenido en nuestra historia».

Aseveró que «la legalización del Partido Comunista es un verdadero golpe de Estado», y consideró la homosexualidad una «anomalía». Dejó claro su rechazo al condón, cerrando filas con el Vaticano, y se negó a condenar las dictaduras de Pinochet y Videla. «Yo sólo pido perdón ante Dios y mi confesor».

Nuestro columnista Fede de los Ríos recordó los crímenes vinculados a la figura de Fraga, desde Grimau al 3 de Marzo, pasando por Montejurra o la ejecución a garrote vil de Salvador Puig i Antich, en un artículo publicado en GARA.

«Han tardado, pero esta vez las campanadas a morts sonaron para Don Manuel. Como su admirado Caudillo, gracias a la ‘Transición’, también murió en la cama. Todo había quedado ‘atado y bien atado’. Pide el arzobispo, al final de su homilía, que con el patrocinio del Apóstol Santiago y con la intercesión de la Virgen María, el Señor lo acoja en el banquete del reino de los cielos. Yo, rogaría a nuestra memoria que los recuerdos persigan, a él y a los suyos, hasta el fin de la Historia».

 

 

 

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