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viernes, 2 de septiembre de 2022

Egaña | La Hipótesis de la Abuela

Excelente aporte de Iñaki Egaña en su perfil de Facebook, un texto para leer, reflexionar y debatir:


La Hipótesis de la Abuela

Iñaki Egaña

La gerontocracia domina el planeta y así lo ha hecho en los tiempos inmediatamente anteriores. En EEUU, el presidente tiene 79 años, su principal opositor 76 y Nancy Pelosi, que descuella en la Cámara de Representantes, 82. El papa de la cristiandad católica, entre achaques y nombramientos de nuevos cardenales, ha llegado a los 85. George Soros, al que ubican en la trastienda de todos los complots, acaba de cumplir los 92.

Las dos referencias por excelencia del Club Bilderberg, ese gobierno mundial en la sombra según ciertos medios, alcanzaban el siglo: David Rockefeller que falleció hace un lustro con 102 años, y el incombustible Henry Kissinger con 99. Otro que parece ser fue la famosa X del terrorismo de Estado, los GAL, rebasa los 80 años, y desde su pedestal imparte lecciones de socialismo y libertades.

Sin embargo, y como sucede en otros avatares de la vida, el código postal tiene más trascendencia que el código genético a la hora de citar situaciones, confrontaciones. En lenguaje de izquierdas diríamos que tiene que ver con la lucha de clases, aunque tengo también algunas dudas. La Unión Soviética era gobernada por una gerontocracia, me dirán que necesitada por la experiencia de los veteranos para abordar la Guerra Fría. Pero un senado de viejos, a fin de cuentas.

Las víctimas mortales de la covid han sido, por lo general, mujeres en edad avanzada, ancianas en lenguaje estadístico. Me responderán, también, que su esperanza de vida era superior a la de los hombres y que, por ello, la lógica mortal entraba en parámetros adecuados. También que he citado a la Pelosi al comienzo, lo que abriga cierta transversalidad de género. Pero la norteamericana es la excepción, en un mundo patriarcalizado. Las mujeres, precarizadas en su juventud, son mayoría en las franjas de pobreza, ya en edad adulta. La sociedad posmoderna las envía al estercolero del olvido. Ni consumen, ni generan la riqueza pedante que impera en estos tiempos.

Esa invisibilización es rotundamente social. Si las franjas de víctimas de la covid hubieran sido otras, la gestión hubiera acompañado a otro modelo. Cuando las mujeres en edad avanzada han alcanzado al límite soportable por el sistema, su tratamiento ha sido el habitual. Quiero decir, el habitual para los hombres. En los círculos represivos no existen las diferencias.

Conocemos el caso de mujeres en edad avanzada que fueron torturadas, de ancianas ejecutadas por el franquismo en Nafarroa, de otras, como el caso de la ondarrutarra Agustina Berridi, que, a sus 97 años, tuvo que refugiarse en Ipar Euskal Herria para salvar su vida. El chalet Orue, en Santutxu, fue un centro irregular de detención, en el que ingresaron a decenas de longevas mujeres de Bizkaia. Al otro lado del Atlántico, las Abuelas de la Plaza de Mayo sustituyeron a sus hijas desaparecidas en la búsqueda de sus nietos.

Es notorio que, con las excepciones de lucha resumidas en el párrafo anterior, la presencia social de la mujer de edad avanzada en nuestra sociedad es prácticamente inexistente. Probablemente porque su función reproductiva, en un entorno patriarcal histórico, ha concluido. Y, a pesar de que esa creencia radicalmente reaccionaria esté tan extendida, es muy factible que incluso en términos físicos, o quizás debería decir genéticos, sea falsa. Es decir, que la carga social de marginación contradice abiertamente a la información que transmite nuestro ADN.

Hace ahora un par de décadas, James O´Connell y Kristen Hawkes, dos investigadores estadounidenses, presentaron una tesis sumamente sugestiva. Recogían un ensayo de un tal Peter Medawar de 1952. El punto de partida fue el hecho de que el género humano es una de las cinco especies de mamíferos en el que las hembras tienen una vida prolongada una vez interrumpida la fertilidad. Simplificando: que la menopausia es casi exclusiva de los sapiens. En el resto de mamíferos, las hembras son fértiles hasta su muerte. O lo que es lo mismo, mueren cuando dejan de ser fértiles.

Así que los humanos somos distintos. Hay también cuatro especies de ballenas que tienen menopausia. Una característica especial. A no ser que se trate de una propiedad evolutiva. Que sobrevivir con menopausia tenga más posibilidades que sin ella. Para nuestra especie y supongo que asimismo para las ballenas. Porque en términos estrictamente evolutivos, ¿para qué mantener con vida a quienes ya no son fértiles, si el fin último es el de la supervivencia de la especie y no la del individuo?

Tras esta constatación, las abuelas han tenido un papel clave en la evolución humana en los últimos dos millones de años. Los estudios de O´Connell y Hawkes, recogidos por multitud de antropólogos, confieren a las mujeres de edad avanzada un estatus prolífico, en términos físicos y sociales, que liberaron a las madres en su labor reproductiva. Tener más hijos en un medio hostil fue posible gracias a que muchas de las tareas supuestamente adjudicadas a los padres eran completadas por las abuelas. La llamaron “estrategia de esfuerzo reproductor”, la hipótesis de la abuela en términos cercanos.

A reforzar la tesis se encuentra el hecho de que la menopausia está determinada por unos pocos genes y la mutación no debió de ocurrir hace demasiado. Y en estos últimos años, al calor de la hipótesis, numerosos trabajos han confirmado que la presencia de las abuelas se ha asociado con el éxito reproductivo de la descendencia, por generaciones. La presencia de abuelas ha aumentado la supervivencia de los nietos.

Es con esta constatación científica, aunque aún en fase de hipótesis, que nuevamente corroboro esa locura de civilización en la que estamos sumergidos. La razón económica y social de una elite está echando por tierra no sólo el hábitat de miles de especies, sino también nuestro acervo como especie a la contribución de la vida en nuestro planeta. Escuchemos a la naturaleza, evolucionemos socialmente, corrijamos desigualdades y pongamos en un pedestal a nuestras abuelas.

 

 

 

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