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martes, 20 de septiembre de 2005

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Proceso de paz en Euskal Herria

Quién se sienta y de qué hablamos

Julian Zabalo | Sociólogo

Estos últimos meses, y parece que los siguientes también, la resolución del conflicto político en Euskal Herria ha sido y será uno de los grandes temas de la agenda política, de los medios de comunicación y de las charlas populares. El principio, sin embargo, no resulta demasiado esperanzador de cara al exterior. La constante alusión a las condiciones necesarias para un proceso de ese tipo producen evidente frustración. Las condiciones afectan a dos asuntos diferentes: condiciones para sentarse a hablar, y condiciones sobre los temas a tratar.

Quién se sienta

Durante el verano ha sido uno de los temas principales de debate y de propaganda mediática. Presenta dos vertientes: por un lado, la que podemos considerar meramente propagandística, y por otro, y mucho más preocupante, la mayor o menor interiorización de la necesidad de que se abra un proceso de resolución del conflicto que afecta a Euskal Herria con España y Francia y su forma de entenderlo.

El primer aspecto, el propagandístico, es algo con lo que hay que contar. Entra dentro de la lógica política de querer situarse en la mejor posición posible ante esta nueva fase que se puede abrir. Es por ello que, si examinamos con un poco de detenimiento estos mensajes, resultan mucha veces contradictorios, ya que no responden, normalmente, a un análisis de la situación, sino a los intereses de quien lo propaga.

Muchos de estos mensajes tienen como destinatario a la izquierda abertzale, por supuesto. Así, encontramos mensajes tipo PSOE que nos hablan de una ETA debilitada, de una izquierda abertzale acosada por la actuación político-policial-judicial, junto con mensajes tipo PP, que vienen a decir todo lo contrario: la izquierda abertzale estaba derrotada tras el gobierno PP, pero la nefasta actuación del PSOE le ha dado alas y ahora asistimos a una rendición del estado ante las exigencias del nacionalismo vasco. Junto a estos mensajes, otros varios, como el tipo PNV, de que ésta es la última oportunidad para que la izquierda abertzale entre en el camino de la democracia; una especie de favor que el PNV nos quiere hacer, por última vez.

Atendiendo a este posicionamiento mediático, cada fuerza pone sus condiciones para sentarse a hablar. Condena sí o no, para el PSOE; no hablar de ninguna manera, para el PP; condena de la violencia para la última oportunidad que nos ofrece el PNV. No pasaría de ser un ejercicio propagandístico, si no fuera por las graves consecuencias que puede tener. Muchas veces se ha visto que un mensaje mil veces machacado termina atando a quien alegremente lo ha lanzado y después le es difícil desdecirse.

En este aspecto, la izquierda abertzale, y creo que la mayoría de la gente de a pie también, tienen bien claro que si el reto es solucionar algo, tendrán que sentarse obligatoriamente quienes tienen algo que solucionar. Parece tan obvio y sensato que hasta avergüenza el decirlo, por sabido.

De qué hablar; de qué no hablar

Sobre esto se ha hablado menos, pero también aquí aparecen condiciones, sean explícitas, o bien indirectas sobre la conveniencia de algún tema. El PP lo lleva al límite, negando el total del proceso, como hemos dicho: no hay que hablar de nada. Pero también se muestra restrictivo el PSOE, cuando proclama que sólo se puede hablar de estatutos, transferencias, problema personal de los presos, etc. Y lo mismo hace el PNV, cuando, en boca de Imaz, por ejemplo, declara que el tema de la independencia no es la principal preocupación del pueblo vasco, y deja ver que para un sector del mundo del PNV lo ideal sería confluir con la visión del PSOE de una negociación sobre estatutos.

Sin embargo, también en este caso parece evidente que sobran las condiciones. En todo caso, una condición en sentido positivo, como propone la izquierda abertzale: hablar de todo lo que produce confrontación y conflicto. Hablar, pues, de independencia también, por supuesto. Puede que no sea la principal preocupación de la población vasca, pero es, sin duda, una aspiración de buena parte de ella y una de las causas evidentes del conflicto.

Se puede tener una posición u otra sobre la independencia y otros temas; se pueden defender o atacar, pero lo que es innegable es que son estos temas los que están en la base del largo conflicto que enfrenta a Euskal Herria con España y Francia, y ello debe ser razón suficiente para que sean abordados. Si se abre un proceso de resolución del conflicto, no se puede limitar, por ejemplo, a negociar el peaje que la IA paga por presentarse a las próximas elecciones, o por conseguir el acercamiento de los presos. Es mucho más, es hablar, en general, del problema territorial vasco y es reconocer que cualquier decisión debe ser aceptada por la voluntad popular (derecho de autodeterminación).

El apoyo al proceso resolutivo

El problema de la continua alusión a las condiciones, así como del bombardeo mediático puede ser la pérdida de perspectiva por parte de la población. Ello puede traer tiempos de incertidumbre política, y provocar que el tema nos desborde. Eso pasará, primero, si empezamos a caer en la trampa de los plazos cortos. Los mensajes de posibles mesas consolidadas, acuerdos o treguas en plazos de dos o tres meses comienzan a abundar, con la consiguiente frustración que provoca la no realización del pronóstico.

Y unido a ello, y en segundo lugar, ese desbordamiento sucederá si no existe un claro apoyo popular a todo el proceso. La izquierda abertzale, una de las grandes interesadas en la resolución, debe tomar parte activa en la clarificación del contenido y devenir de este proceso. Debemos exigirnos a nosotros mismos ser parte activa en el proceso, y exigirnos que la sociedad lo sea asimismo. No es fácil, desde luego, por lo que se hace necesitaría una reflexión sobre la forma de conseguirlo.

Mientras se realiza esa reflexión, sin embargo, existen unos mínimos que deberíamos atender, como es el de ser altavoz constante de nuestras reivindicaciones, defendiendo en cualquier foro nuestras posturas, sabiendo discernir lo verdadero de lo mediático, situando el proceso en sus verdaderos términos y alejándonos de la maraña mediática. Si no lo hacemos, ¿quién defenderá nuestra visión en un proceso tan importante?





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