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martes, 23 de julio de 2002

Vázquez Montalbán | La Guerra o la Paz del Perejil

El vascófobo escritor catalán Manuel Vázquez Montalbán resume en este texto publicado por La Jornada la tragicomedia escenificada por José María Aznar en un peñasco habitado por cabras que responde al nombre de Isla Leila y al que el españolismo ha bautizado muy creativamente Isla Perejil... porque en su yerma geografía solo crece, precisamente, perejil.

Ahora bien, la razón por la que nosotros se lo compartimos, además del registro para la historia de las andanzas del tal Aznar, es para recalcar que más allá de la mención a los polisarios en una lista que incluye a peces y a emigrantes magrebíes, Vázquez Montalbán también deja fuera del escenario a los saharauis, validando con ello la traición por parte del pupilo de Franco, Juan Carlos Borbón, en contra del Sahara Occidental.

Adelante con la lectura:


La guerra o la paz del Perejil

Manuel Vázquez Montalbán

Aunque se haya dicho y escrito que del whisky se mea todo..., está comprobado que el perejil es más sano para nuestros riñones y nuestra vejiga de la orina. Cierto que la bravata del rey Mohamed VI de apoderarse del islote de Perejil a poca distancia de Ceuta, plaza de soberanía española en Marruecos, no pretendía aumentar la capacidad diurética de los españoles, sino dar otro giro de tuerca a un complejo contencioso con el gobierno de Madrid que implica peces, polisarios, emigrantes magrebíes y reivindicaciones territoriales.

Bastó la presencia de ocho soldados marroquíes en un peñón en el que casi no hay espacio para cabras y gaviotas para que España tuviera en el espejo la presencia corpórea del enemigo.

En más de una ocasión se ha especulado sobre el comportamiento de Estados Unidos, o de la OTAN (es lo mismo) o de la Unión Europea ante un acto de fuerza de Marruecos frente a España, supuesta potencia colonizadora. Dudoso que Estados Unidos se enfrentara a uno de los más interesados aliados con que cuenta en el universo islámico o que la OTAN ayudara a España frente al Islam, y en cambio era presumible que la Unión Europea manifestase su solidaridad inicial con el gobierno español y quedaba en la reserva suponer qué acciones emprendería para presionar a los marroquíes. Como si alguien hubiera urdido un ensayo general del Auto Sacramental de la Solidaridad Globalizadora, el pequeño caso del islote Perejil levantaba los mismos interrogantes que si la casi simbólica agresión marroquí hubiera sido realmente una agresión. Si su majestad el rey de Marruecos no ordena la retirada de sus tropas ¿qué harán Estados Unidos, la OTAN, la Unión Europea, España?

Era improbable que Estados Unidos enviara un comando dentro del show Libertad Duradera para liberar el islote Perejil de sus invasores, habida cuenta de que Bin Laden sigue donde estaba y vuelve a circular el ántrax por las venas de la correspondencia estadunidense. Tampoco la OTAN iba a expresar otra cosa que sus deseos de que no fuera a más el contencioso hispanomarroquí y contemplar el minimalismo militar marroquí y el maximalismo militar español como una fiesta de gestos desmesurados dentro de los festejos conmemorativos de la boda del rey Mohamed VI. ¿Era imaginable que la Unión Europea castigara a Marruecos cortando las importaciones de su mejor producción agrícola? Un bloqueo económico de esta envergadura pondría en peligro el ecosistema político y social marroquí, a dos pasos de cualquier virus de integrismo islámico.

Ante esta situación de previsible soledad, el gobierno español optó por un desafío militar en toda la regla, culminado con una ocupación de la isla a cargo de la Legión acompañada, como siempre, de su cabra mascota. Una nueva reconquista contra los moros daba una dimensión dramática a la ocupación española y adquiriría una dimensión dramática la estrategia de desencuentros entre el gobierno español y el marroquí, muy especialmente a la reivindicación de Ceuta y Melilla como territorios marroquíes ocupados por España desde hace más de 400 años. La tensión entre las poblaciones españolas y magrebíes en Ceuta y Melilla sube y baja según la voluntad de un termómetro que controla el gobierno de Rabat y tras el ramito de perejil en este comistrajo, el próximo paso sería cualquier brote de conflictividad en las llamadas en otro tiempo plazas de soberanía.

Resultaba difícil creer que la prefabricada tensión no obedecía a otra finalidad que recordar la posible envergadura de un conflicto larvado y que la táctica marroquí no conducía a cualquier fórmula de al borde del abismo. Aunque las ministra española de Exteriores, Ana Palacio, declaró que este perejil no valía una guerra, la ocupación militar del peñasco decía todo lo contrario, clara demostración de que al presidente Aznar le gustan las hazañas bélicas. La presencia de la Legión Española en Perejil dramatizaba la circunstancia e impedía la solución recomendable de que sobre el peñasco se construyera un hotel hispano-marroquí para que se celebraran allí esos encuentros en la cumbre que tanto gustan a los políticos globalizadores o simposiums sobre la koiné mediterránea, representada por la berenjena o las relaciones norte-sur en el Mare Nostrum. Cuando el episodio esperpéntico estaba a punto de convertirse en trágico, Estados Unidos presionó a Madrid y Rabat para que volvieran a dejar el islote de Perejil en su autista soledad mediterránea y así se hizo, demostrando una vez más que donde haya patrón no manda marinero. No todos los soldados españoles han entendido el lugar que ocupan en el orden del universo y un joven legionario se ha quejado por no haber pegado ni un tiro, es decir, por no haber tenido la oportunidad de matar a un marroquí. Guerra o paz del Perejil, el mismo chiste a la medida del espantoso patriotismo de los estadistas de Marruecos y España y de la bravata poética: Los españoles donde no llegamos con la mano, llegamos con la punta de la espada




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