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domingo, 17 de marzo de 2002

Unai Romano y la Tortura

Gracias al convenio de colaboración entre el periódico mexicano La Jornada y el periódico vasco Gara ahora en México los lectores del primero están enterados de lo terrible que es la tortura que el estado español aplica a los ciudadanos vascos que caen en sus redes represivas pues se ha publicado el testimonio del joven llamado Unai Romano.

De nuestra parte queremos mencionar que deseamos que Armando G. Tejeda, corresponsal de La Jornada en el estado español, tenga a bien leer lo publicado pues él mismo ha encubierto esta práctica al justificar la tortura por tratarse de "etarras o presuntos etarras", como lo hizo en el caso de José Luis Geresta, quien ya puede ser considerado la primera víctima mortal del actual presidente español, José María Aznar.

Dicho lo anterior, les invitamos a la lectura del artículo:


Desgarrador testimonio de torturas perpetradas por la Guardia Civil contra un joven vasco

Unai Romano denuncia que intentaron vincularlo con ETA y amagaron con asesinarlo

Mikel Jauregui | Gara

La organización vasca pro derechos humanos y contra la tortura Torturaren Aurkako Taldea (TAT) convocó ayer a una conferencia de prensa en la que difundió una fotografía tomada al joven vasco Unai Romano durante su detención, hace seis meses, cuando sufrió torturas a manos de miembros de la Guardia Civil española, entre los días 6 y 7 de septiembre pasado.

En la rueda de prensa estuvo presente el propio Romano, quien apareció en público por primera vez después de ser liberado el 28 de febrero pasado, y a quien era imposible reconocer en la imagen difundida ayer.

El joven relató su vivencia cuando fue detenido por la Guardia Civil en la localidad vasca de Gasteiz, y dio cuenta de las secuelas del maltrato, algunas de ellas todavía visibles.

Seis meses después de ser aprehendido y "salvajemente torturado", tal y como destacó el abogado de TAT, Iñigo Elkoro, quien acompañó a Unai Romano en su conferencia, los periodistas que asistieron a la rueda de prensa en Donostia pudieron observar una imagen insólita: una gran fotografía que reflejaba un rostro irreconocible, hinchado y amoratado. A su lado se encontraba Romano. Era difícil creer que se trataba de la misma persona, salvo por el lunar que resalta en su barbilla.

Aunque a primera vista Romano ha recuperado en gran medida su fisonomía, le queda una secuela evidente: en la parte posterior de la cabeza, justamente en la coronilla, presenta una erosión ósea que tardará en sanar.

Lo que de lejos parece una calva es realmente la evolución de la herida provocada por los golpes recibidos "con palos forrados con hule espuma o cinta aislante", que originaron el gran hematoma que le cubrió la cabeza, como él mismo relató en un testimonio difundido en el informe de 2001 de TAT, recogido por el periódico vasco Gara en su edición del 18 de febrero pasado.

La fotografía que mostró ayer TAT le fue tomada por el forense en el segundo día de detención, cuando Romano fue enviado a Soto del Real incomunicado por orden del juez de la Audiencia Nacional española Guillermo Ruiz Polanco. "Este es Unai, pero éste también es Unai", dijo Elkoro señalando primero al joven y después la fotografía. "Si alguien tiene dudas, esta imagen las disipa todas".

Golpes, electrodos y "la bolsa"

Romano, quien se encuentra en libertad condicional desde el pasado 27 de febrero, volvió a relatar su tormento, ocurrido entre las 10.30 horas del día 6 de septiembre, cuando la Guardia Civil lo detuvo en su casa y lo llevó a Madrid, y las 10 horas del día 7, momento en el que la médico forense llegó al cuartel para examinarlo y de inmediato exigir su traslado a dependencias hospitalarias.

La irrupción en el domicilio familiar se produjo sobre las cuatro de la mañana, y tras un registro que duró más de seis horas le condujeron a dependencias policiales en Madrid. Como se indica en el testimonio recogido en el informe de TAT, desde el primer momento los agentes que participaron en los interrogatorios le exigieron que colaborara "mientras me golpean en la cabeza. Que si conozco a fulano, que si conozco a mengano, que si puse un coche-bomba, que si disparé a alguien... Yo me niego rotundamente. Al instante de negarme, me golpean tres o cuatro veces con los palos forrados, luego me preguntan de nuevo".

Subraya que esa práctica fue una constante durante horas: "Cuando estoy grogui paran y me preguntan sobre la cuadrilla, la familia, el trabajo, la política... Cuando me tranquilizo un poco y después de que me dan agua, que me recupera mucho, no sé si estaría drogada o algo por el estilo, empiezan de nuevo los interrogatorios".

Añadió que todo el tiempo tuvo un antifaz cubriéndole los ojos y un pasamontañas. "Cada vez los interrogatorios son más duros y me llegan a colocar hasta tres pasamontañas. Creo que era para amortiguar los golpes en la cabeza".

En el texto difundido por TAT, el gasteiztarra recuerda que también fue sometido a la práctica de "la bolsa", fue obligado a hacer flexiones constantemente y le aplicaron electrodos en los genitales y las orejas.

"Cuando me vio la primera vez la médico forense, le comenté lo de los golpes. Me dijo que no tenía marcas aparentes. Después, siguieron los interrogatorios". Romano añadió que luego de ser examinado, los golpes "fueron cada vez más fuertes y salvajes".

El testimonio precisa: "me caen golpes por todas partes, intercalándose las preguntas. Cada vez están más agresivos y los palazos son ya de campeonato. No sé ni qué hora es...

"Me dicen que soy el único hijo de puta que no ha hablado y que como no les diga nada voy a salir como el Lasa ése (en alusión a José Ignacio Lasa y José Antonio Zabala, vascos asesinados por los Grupos Antiterroristas de Liberación, durante la guerra sucia de los años 80). Uno de ellos me dice que declare cualquier cosa, que me lo invente. Le digo que no he hecho nada, se pone histérico y me dice que a partir de ahora le voy a rogar que me mate. Me golpean más fuerte."

Romano resaltó que fue entonces cuando lo empezaron a amenazar con la detención de sus allegados, hasta que en un momento le notifican que su madre ha muerto "mientras le hacían el ascensor" en la presa de Vitoria. Me llevan al calabozo y me dejan allí una hora. Mi situación es brutal, se me hincha la cabeza y ya no veo nada. La cabeza me quema, siento como si me fuera a estallar, lo de mi madre me tiene histérico. Decido autolesionarme mordiéndome las muñecas".

Al percatarse de las heridas del prisionero, los guardias civiles lo llevaron otra vez con la médico forense. "Asustada, me pregunta qué me han hecho. Son las 10 horas del 7 de septiembre. Pide un coche urgente y nos dirigimos al hospital".

En el Hospital Universitario San Carlos de Madrid, Romano fue sometido a numerosas pruebas, sobre todo para comprobar si tenía fractura craneoencefálica. "Me dijeron que tenía un edema y contractura muscular en el cuello. Me pusieron un collarín", precisa Romano en su relato.

Del hospital fue conducido a dependencias policiales, donde estuvo acompañado por la forense. "En un momento, me deja solo dos horas. Durante ese tiempo, tengo a dos guardias civiles fuera de la habitación, mirándome y riéndose continuamente del aspecto de mi cara, mientras me dicen que soy un cerdo, un monstruo y más tonterías del estilo", expresa.

De allí fue conducido a la prisión de Soto del Real, donde ingresó incomunicado en el módulo de enfermería.

Es el día 9 cuando empieza a ver algo. A preguntas de los periodistas, Romano indicó: "no puedo explicar lo que sentí" al comenzar a recuperar la visión y contemplar su rostro. "Me pareció una salvajada". Lo describe en su testimonio: "Tengo los alrededores de los ojos negros, lo que es el blanco del ojo ensangrentado, la cara hinchada y oscurecida, y el cuello y los hombros oscurecidos hasta el pecho". Los enfermeros tuvieron que administrarle fuertes calmantes para soportar el dolor.

Después de que otro médico forense lo visitó el día 10 de septiembre y tomó nota de su estado, acordaron que podía pasar ante el juez Ruiz Polanco al día siguiente.

Ayer narró lo ocurrido en la Audiencia Nacional: "Cuando me llevaron ante el juez, me taparon la cabeza con un jersey (suéter), para que nadie me pudiera ver. Desalojaron toda la planta. Le comenté lo de las torturas, pero me interrumpió diciéndome que llevaba muchos años trabajando con la Guardia Civil, que mucha gente decía sufrir torturas y no me creía. Además me dijo que aquél no era el sitio para hacer la denuncia y que fuera a un juzgado a ponerla. Me volvieron a bajar a los calabozos, sin que pudiera ver a los abogados ni a los familiares. Me pusieron de nuevo el jersey para que nadie me viera, y me llevaron a prisión".

Aquel día Romano compareció con el rostro hinchado, los ojos amoratados y collarín. "La abogada de oficio no paraba de mirarme. No le dieron ninguna importancia", manifestó. 




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