Desde las páginas de El Correo traemos a ustedes este artículo que nos relata como se descubrió hace casi ciento cincuenta años la presencia de parásitos en los peces que capturaban los pescadores vascos en el Cantábrico.
Adelante con la lectura:
1880, el año en que Euskadi descubrió el anisakis
Pescadores informaron de la presencia de gusanos en sus capturas
Jon GarayEn torno a 1880, algunos pescadores vascos comenzaron a observar algo extraño en sus capturas: tenían gusanos. Sorprendidos, enviaron cartas a las autoridades y a los medios de comunicación de la época advirtiéndoles de su hallazgo. Esta es, según Raúl Rivas González, catedrático de Microbiología de la Universidad de Salamanca, la primera mención que se conoce en Euskadi del anisakis, el parásito que infesta a la práctica totalidad de las merluzas del Cantábrico y al 20% de las anchoas, según informes de la Fundación Azti hechos públicos por el Gobierno vasco hace unos días.
«Una enfermedad descubierta en los pescados parecida a la triquina», describían los periódicos de aquel entonces. En 1876, varios brotes de triquinosis en los cerdos, causada también por gusanos, habían desatado la alerta entre la población. Solo tres años después, en 1879, se encontraron otro tipo de gusanos en merluzas vendidas en Madrid. El encargado de analizarlas fue el farmacéutico vasco Fausto Garagarza, director del Laboratorio Químico Municipal de la capital. «En la merluza se han encontrado en el tejido celular algunas vesículas que cada una contiene bastante número de gusanos que no puede confundirse por sus dimensiones y estructura (que son 18 o 30 milímetros de longitud y de 34 a 40 centésimas de milímetro de diámetro) con la triquina, ni ningún otro nemato-helminto peligroso, para la salud pública. El gusano tiene boca provista de dos papilas, tegumento finamente estriado al través, y cola obtusa rodeada de un ala membranosa», escribió, según recogen los veterinarios Pedro Poza Tejedor y Fernando Camarero Rioja en un artículo titulado 'Las primeras alarmas sanitarias por anisakis en el pescado en España: 1881-1884'.
Las autoridades vascas tomaron nota y ante la presencia de lo que entonces denominaban 'filaria' en todo el pescado, el Ayuntamiento de Vitoria hizo caso del informe del veterinario municipal, Gregorio Fernández Larrea, y decidió autorizar la venta de estos productos siempre que se advirtiera a la clientela de que tomar precauciones para matar al parásito, siendo decomisado en caso de infestación masiva. Para mayor seguridad, el Consistorio decidiría también concentrar durante un tiempo todas las pescaderías en un solo local estrechar la vigilancia. «Esto no significa que el anisakis apareciera en el siglo XIX. Está desde siempre en el Cantábrico, forma parte del ciclo biológico natural», apunta Rivas.
Delfín con un kilo de gusanos
Aquellos pescadores pensaban por error que la presencia de gusanos era incluso una buena señal, ya que indicaría que los pescados afectados eran de buena calidad. Se tardarían más de 70 años en saber con exactitud qué eran aquellos parásitos. Los identificó en 1960 el médico holandés Pieter Hendrik van Thiel en un paciente que al parecer había comido un arenque infectado. El anisakis es un nemátodo, uno de los varios tipos de parásitos de los peces que nos pueden afectar. Con un cuerpo cilíndrico y alargado, «crece y se reproduce en el intestino de delfines, cachalotes y otros mamíferos marinos. Estos expulsan en sus heces los huevos, que se depositan en el fondo marino, donde los consumen los crustáceos ya en forma de larvas. A su vez, los crustáceos son presa tanto de cefalópodos –pulpos, calamares, sepias…– como de muchos peces. Nos infectamos al consumir estos, somos hospedadores accidentales», asegura Xabier Lecube, investigador de la Estación Marina de Plentzia (PIE).
Su masiva presencia en merluzas, anchoas, zapateros, atunes, verdeles… en la costa cantábrica obedece a varios factores, según Rivas. El primero es el orográfico. «Existen cañones profundos que se acercan a la plataforma continental y que facilitan el tránsito de los grandes cetáceos cerca de la costa». Estos, como queda dicho, son los hospedadores del anisakis. «Es muy habitual encontrar el parásito en estos animales. En un caso, un delfín tenía un kilo de anisakis en su estómago. Les provocan úlceras e incluso perforaciones», subraya Lecube. El segundo tiene que ver también con las ballenas y los delfines. «Nos encontramos cerca de sus zonas migratorias, donde conviven con bancadas de merluzas y atunes», apunta el microbiólogo. Y una tercera razón, todavía por demostrarse, sería el progresivo calentamiento de las aguas por el cambio climático, que podría favorecer el ciclo vital del anisakis.
Euskadi se encuentra a la cabeza de España en infecciones por este parásito, con alrededor de 700 casos al año de un total de 8.000 en todo el país. El principal culpable es el elevado consumo de boquerones, ya que el vinagre no mata el anisakis. Sí lo hacen «el calor y la congelación», insiste Rivas. En el primer caso, se han de superar los 60 grados, lo que se consigue cocinando el pescado en el horno, en la plancha –siempre que no sea vuelta y vuelta– o friéndolo. En cuanto al frío, basta con congelarlo a -20 ºC durante 7 días o a -35 ºC durante más de 15 horas. Tampoco ayuda la costumbre creciente de comer pescado crudo en forma de sushi –Japón acapara el 90% de infecciones a nivel mundial– o en los pokes.
El primer caso grave se detectó en Vitoria en 1994
Cuando se ingiere un pescado con anisakis surgen dos escenarios principales. Uno, el más habitual, es la llamada anisakiasis gástrica. El parásito, que en nuestro organismo no puede reproducirse, se asienta unos días en los intestinos y puede producir náuseas, vómitos y dolor abdominal. Normalmente se resuelve cuando expulsan las larvas en las heces. El otro es la anisakiasis alérgica, producida por una reacción a las proteínas del parásito -no es necesario haberlo ingerido-, y provoca desde urticarias leves hasta anafilaxia, una reacción extrema que puede provocar incluso la muerte. El primer caso de anisakiasis detectado en España tuvo lugar en 1991 en Valladolid. Y la primera anafilaxia, en 1994 en el hospital Santiago de Vitoria.
De las nueve especies de anisakis existentes, solo tres -anisakis simplex, anisakis pegreffii y anisakis physeteris, son zoonóticas, es decir, pueden afectar al ser humano. «La simplex es bastante agresiva y la más común en el Cantábrico», explica el microbiólogo Raúl Rivas, que apunta que el «parásito nota cuando el pez va a morir y pasa del estómago y los intestinos a los músculos, como la zona de la ventresca».
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