Es de ustedes estimados lectores, ampliamente conocido, que cualquier descubrimiento arqueológico o antropológico llevado a cabo en el suelo y subsuelo de Euskal Herria es causante de urticarias en la sucia cloaca de la vascofobia. Solo recordar el tema de los grafitos de Iruña-Veleia o más aún, la Mano de Irulegi, misma que incluso, españolizaron.
Así que, a sabiendas de lo anterior, nos da un gusto enorme compartir esto que se ha publicado en Naiz:
Jesús en Nazaret y una niña sin nombre en los primeros días de Pompaelo
Ni se trata de un varón ni es del siglo II. Es mucho más fascinante. La estatua de bronce con toga de Pompaelo se moldeó en los primeros años de la ciudad para hacer alarde de la ciudadanía romana de una niña, según los investigadores Carmen Marcks-Jacobs y Hans Rupprecht Goette.En estos días de belenes, zambombas y reposiciones de ‘Ben-Hur’, pega otra historia de romanos. De los primeros romanos en Euskal Herria, concretamente. Y, para mayor precisión, sobre una niña que vivió en las mismas fechas que Jesús de Nazaret.
El 25 de mayo de 2023, la presidenta María Chivite informó de que el Gobierno había adquirido por medio millón de euros la estatua romana más singular de cuantas se han desenterrado en Nafarroa: «El Togado de Pompaelo».
La escultura, que había sido cedida meses atrás por un coleccionista anónimo de EEUU, terminaba de este modo su singular periplo desde su desaparición misteriosa –robo, más bien– de la ciudad, su reaparición en París en manos de un anticuario griego y su viaje a las Américas.
Desde que la desenterraron en la calle Curia, en 1895, se le asignó el género masculino. La figura no tiene cabeza y su cuerpo no tiene curvas femeninas. Esto, unido a en que la sociedad romana se primaba al hombre sobre la mujer y que la toga que lleva es un ropaje muy exclusivo, condujo a la conclusión de que se trataba de un hombre.
La investigadora alemana Carmen Marcks-Jacobs, sin embargo, la catalogó en su día como mujer en una tesis publicada en 2004 sobre estatuaria romana en la Península.
La razón es sencilla. La prenda que cubre el cuerpo no es de hombre, sino de mujer, pues le cubre hasta los tobillos. La experta explicaba que la ausencia de senos se debe a que se trata de una niña, una tesis que daba solución a otro de los misterios de la escultura: su tamaño.
Porque no cuadraba bien que un varón romano que quería demostrar su rango de nobleza y que se gastó una fortuna de la época en hacerse retratar en bronce y con la toga que denotaba su exclusivo estatus de ciudadano romano optase por hacerse pequeñito (1,27 metros) y no al natural, como acostumbraban. Hubiera tenido un punto ridículo.
Sin embargo, ese tamaño cuadra con el de una niña de unos 12 años y que no ha terminado de desarrollarse.
Algunos expertos mostraron reticencias a esta tesis o prefirieron no contradecirse con lo que habían escrito en el pasado. Singularmente, Javier Andreu, director del Diploma en Arqueología de la Universidad de Navarra, que volvió catalogar la figura como varón en 2024.
En marzo, Marck-Jacobs y su colega Hans Rupprecht Goette insistieron en que el «togado» era «togada», tesis que han defendido en un artículo científico que vio la luz el 1 de septiembre.
El texto académico, además de rebatir las tesis de Andreu y Luis Romero Novella (el investigador que reencontró a la estatua en la colección privada de EEUU), corrige también la datación. El estilo no se corresponde a la forma de esculpir del siglo II, sino que es bastante anterior.
Marck-Jacobs ha atendido desde Alemania a las preguntas de NAIZ. Remarca que la datación adecuada es la de los años 20 y 30 de nuestra era. «En la época en la que Tiberio fue emperador ganó mucho peso el estatus de ciudadano romano como elemento central de ser romano y esa idea se propagó por las provincias con la proliferación de estatuas como la de Pamplona», indica.
La corrección de la datación acerca bastante a esta niña a los orígenes de la ciudad romana, que se data en el año 74 antes de Cristo por parte del gran rival de Julio César, Cneo Pompeyo, que se encontraba de campaña en Hispania.
La Togada de Pompaelo tuvo que ser coetánea de Jesús de Nazaret. El mesías de los cristianos nació presuntamente en el año 1 del siglo I y ella fue retratada con unos 12 años entre el año 20 y el 30.
En esas fechas, el estatus de Iruñea estaba prosperando desde enclave militar, ese castro de Pompeyo en territorio vascón, hacia un «municipium» integrado en el Imperio romano, después de la caída de la República en el año 27 antes de Cristo.
«En la época en que se elaboró y erigió la Togada, Pompelo aún no había sido elevada a la categoría de municipium, o en el mejor de los casos hacía poco tiempo de ello», subraya la publicación científica de Marcks-Jacobs y Rupprecht Goette, que se apoyan en trabajos de la arqueóloga (y exconcejal de UPN) María García Barberena.
Los investigadores alemanes manejan la hipótesis de que la construcción de la vía romana que unió Pompaelo con una ciudad de primer orden como Caesaraugusta (Zaragoza) favoreció el crecimiento de la actual capital navarra, que dispusiera de un foro (parece que hubo más de uno) y se convirtiera en un enclave comercial.
Se estima que Pompaelo fue reconocida por Roma como municipio en época flavia (69-96 después de Cristo), aunque no es descartable que lo fuera antes. La ubicación de la zona noble de la ciudad en pleno Alde Zaharra, en el burgo de Nabarreria, dificulta la concreción de cuáles eran sus estructuras concretas.
En ese momento de crecimiento, una familia decidió exhibir públicamente su condición de ciudadanía romana a través del encargo de esta escultura con toga, un estatus muy exclusivo para un lugar recóndito del Imperio. «Esa niña tenía la condición de ciudadana romana, no era simplemente la hija de una familia adinerada, sino que pertenecía a una élite con beneficios de carácter jurídico», aclara Marck-Jacobs.
La experta se muestra convencida de que la togada no fue una escultura solitaria, sino que formó parte de un conjunto familiar donde también aparecería la matrona y, sobre todo, el 'pater familias' y, en su caso, algún otro hermano. Solo en el caso de que se tratara de un monumento funerario cabría la posibilidad de que la hubieran moldeado solo a ella.
Ahondando en las fechas de la datación, cabe remarcar que la figura se erigió en fechas cercanas a las dos únicas inscripciones vasconas en signario íbero adaptado. Así, la Mano de Irulegi está datada casi un siglo antes (en el contexto de las guerras sertorianas entre el 72 y el 82 antes de Cristo) y la inscripción «Ikae» (o «Igae») de la mina de Lantz que se ha ubicado en el cambio de era.
La Togada, por tanto, fue una niña que vivió en un contexto plurilingüe.
En cuanto a lo que la estatua nos dice, en sí misma, del rol que jugaban las mujeres en aquella época, Marck-Jacobs sostiene que de esa prenda que le cubre hasta los tobillos y que no llevaban los hombres no puede extraerse un paralelismo con las mujeres de países islámicos donde deben ir totalmente cubiertas.
«No, esa niña no iba así vestida por la calle. Estamos ante una representación. Esas telas tan exuberantes, con tantos pliegues, con paño sobrando por todas partes, es una forma también de mostrar estatus económico. Era un vestido opulento», expone la experta.
«Hay estatuaria fúnebre, de las necrópolis, con mujeres representadas así. Las esculpían así para que luego los familiares trajeran a gente y les dijeran. 'Mira, esta es nuestra compañera fallecida'. Y como su finalidad es esa, lo esperable es que la estatua esté cubierta con la vestimenta más lujosa y más bonita», apuntala Marck-Jacobs.
Finalmente, hay que subrayar la doble singularidad de la escultura. Apenas quedan estatuas así. De una parte, por ser de bronce. La mayoría de la estatuaria romana en ese material desapareció, debido a que ese metal tan valioso se reaprovechó a lo largo de distintas épocas.
La segunda rareza es que se trata de una mujer. Los expertos alemanes subrayan en su artículo publicado estudio que imágenes, sean en mármol o en bronce, de ciudadanas romanas se han encontrado muy pocas. Apenas unas decenas en todo el Imperio. Y la mayoría en la Península Ibérica.
«Resulta llamativo que el número de estatuas de niñas con toga halladas en el territorio de Hispania, que pueden fecharse en la primera mitad del siglo I d. C., sea especialmente elevado, alcanzando el 40% de todas las togatae en bulto redondo conocidas en todo el Imperio Romano», señala el estudio.
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