Muchos medios de comunicación españoles han insistido en decir que la onceava etapa de la Vuelta a España se ha declarado sin ganador. Lo mismo han repetido los medios informativos de diferentes latitudes de nuestro globalizado planeta.
El hecho es que sí hubo un ganador y ese fue el pueblo palestino.
Y también hubo un perdedor, y de ese perdedor nos habla este texto publicado por Naiz:
Israel Premier-Tech, cuando el lavado de cara te explota en las manos
Aitor AgirrezabalEl deporte de élite nunca ha sido únicamente competición. Desde el nacimiento del Tour en 1903 a raíz del "caso Dreyfus", las luchas flamenco-valonas en el Tour de Flandes o las gestas antifascistas de Gino Bartali, es un escenario de contienda política. El equipo Israel–Premier Tech (IPT) se ha convertido en uno de los casos más recientes y controvertidos (no el único) de este fenómeno conocido como sportwashing, pero en la edición 2025 de la Vuelta, esta estrategia propagandística ha rebotado contra sus impulsores.
Desde su creación en 2015, el primer equipo profesional israelí ha sido sostenido por el multimillonario canadiense-israelí Sylvan Adams, quien ha dejado claro que uno de sus objetivos es mejorar la imagen del Israel de Benjamin Netanyahu mediante el deporte. Su implicación ha trascendido el ciclismo: desde llevar etapas del Giro de Italia o Eurovision a Israel, hasta apoyar eventos culturales de alto perfil.
Una práctica habitual a la que Adams, junto al Gobierno sionista, ha sacado provecho durante décadas.
La Vuelta 2025 como punto de inflexión
Sin embargo, en la Vuelta de este año su propio proyecto se le ha vuelto en contra. La carrera se ha visto marcada por una ola de protestas crecientes coordinadas desde el inicio. Desde el corte al equipo israelí en la crono por equipos de Figueres, hasta la suspensión de la etapa de este miércoles en Bilbo.
Al inicio de la etapa vizcaina eran varios los equipos los que ya habían solicitado que el Premier Tech abandonase la prueba. Probablemente, este jueves, ya en Asturias, serán más los que aboguen por esa solución. El director técnico de la Vuelta, Kiko García, también señaló en Bilbo que solo ve una salida, invitando al equipo abandonar porque «estando aquí no facilita la seguridad de todos los demás».
Y es que ese es el fin de las protestas, mover fichas enrocadas que en otras situaciones jamás se hubiesen posicionado. Y de eso no hay duda alguna: se ha logrado.
A pesar de que tanto el equipo israelí, señalando que crearían un «peligroso precedente» y el mayor organismo en el ciclismo, la UCI, aludiendo a la «neutralidad política» han rechazado tomar cualquier medida, lo cierto es que a la ronda española todavía le quedan 10 días y lo regado durante la primera mitad seguirá creciendo allá donde vaya la prueba con el equipo israelí.
Probablemente, también más allá de la Vuelta. A la temporada todavía le queda un mes y hay carreras de primer nivel en Bélgica o Canadá, en las que está inscrita la escuadra israelí y en los que, muy probablemente, se reproducirán las protestas.
Tampoco les será sencillo continuar en la élite. De los 32 ciclistas con los que arrancaron 2025, a día de hoy, solo cuentan con 18 para el año que viene. La estrella, Derek Gee, esgrimió «razones legítimas» para abandonar el equipo, Jakob Fuglsang se mostró aliviado por no vestir más el logo de Israel y la joven perla Matthew Riccitello tampoco renovará su contrato. El exciclista Alessandro de Marchi también señaló que ahora no podría correr para este equipo. Y las protestas de la Vuelta no harán sencillo para ningún ciclista fichar por el Israel.
¿Un boomerang mediático?
Así, lo que comenzó como una estrategia de soft power se ha convertido en una bomba de relojería para los impulsores del equipo. El aparente intento de separar marca deportiva de Estado no ha funcionado: el nombre mismo del equipo, la simbología, los orígenes de la financiación, y el contexto internacional han hecho imposible evitar el cruce entre deporte y geopolítica. Y lo que debía servir para blanquear la imagen de un estado que está cometiendo un genocidio, ha servido para llevar la solidaridad con Palestina a un evento deportivo con repercusión mundial. De hecho, casi la totalidad de los grandes medios internacionales se hicieron eco de lo sucedido en la etapa de Bilbo.
Lo que debía ser una ventana de promoción para Israel mediante el ciclismo, ha terminado siendo un foco de protesta global, donde el silencio del equipo y sus impulsores se ha convertido en combustible para la solidaridad.
Israel–Premier Tech ha aprendido que el sportswashing puede explotar en tus manos, y esta edición de la Vuelta se ha convertido en un espejo donde el deporte no puede ya desvincularse de la política, especialmente cuando la justicia y los derechos humanos están en juego.
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