Les compartimos este reportaje de Naiz en el que se nos narran los actos de coherencia, dignidad y de valentía que rodearon la muerte por fusilamiento de Jon Paredes 'Txiki' y Angel Otaegi.
Adelante con la lectura:
Grandes miserias y pequeñas epopeyas
Los fusilamientos hicieron aflorar todo tipo de respuestas en el ámbito vasco e internacional, en una explosión de rechazo que replicó a la generada por el proceso de Burgos. Y reveló, en la Plaza de Oriente, la decadencia del régimen franquista.
Ramon SolaPese a que la censura desdibujase o eliminase directamente los rastros en las hemerotecas, 50 años después hay testimonios y señales que prueban la dimensión de la respuesta popular a los fusilamientos. Y también el modo en que se enrocaron los poderes del régimen.
Esto último sí queda acreditado, para su vergüenza y la del heredero monárquico que acompañaba a Franco, en grabaciones como el No-Do relativo al ‘Acto de afirmación patriótica’ del 1 de octubre, cuatro días después de las ejecuciones. Una manifestación «serena y viril», resumió el noticiario franquista.
La decrepitud del dictador se palpa tanto en su aspecto físico (sería su última comparecencia pública) como en su discurso delirante, de respuesta a la repulsa internacional: «Es una conspiración masónica izquierdista en la clase política en contubernio con la subversión comunista-terrorista en lo social, que si a nosotros nos honra, a ellos les envilece. El pueblo español no es un pueblo muerto, al que se le engaña. Está despierto y vela sus razones. El ser español ha vuelto a ser hoy algo en el mundo».
Bajo la balconada del palacio, la misma decadencia, reflejada en las pancartas que llenaban la plaza y que recogió Iñaki Egaña en este artículo reciente en GARA: «Más ejecuciones», «Los extranjeros son unos hijos de puta y unos cornudos», «Después de Franco, Juan Carlos, franquismo siempre», «No somos muchos, pero somos machos», «De una puta y un gitano nace un guipuzcoano»...
El «malditos criminales» de Palme, Portugal y México
Aquella tarde de furia en Madrid concluyó con un «grupo de exaltados» acudiendo a pasar factura a la sede de la Embajada portuguesa en España. Y es que el país vecino se había destacado en la denuncia de los fusilamientos; el día de las ejecuciones se prendió fuego a la sede consular española en Lisboa. También fue atacada la de La Haya, en los Países Bajos.
La denuncia tuvo impacto en diversos continentes, con especial intensidad en Suecia o México. El primer ministro sueco, socialdemócrata, Olof Palme, se refirió al régimen franquista como un grupo de «malditos criminales», y en lo que hoy sería una imagen muy viral salió a la calle con una hucha que recaudaba dinero para la resistencia antifascista.
Su homólogo mexicano, de apellido vasco, Luis Echeverría, pidió a la ONU la expulsión del Estado español: «Es el momento en que deben cambiar su actitud todos los países que, en una u otra forma, han mantenido relaciones o han apoyado a la dictadura española, impuesta por el nazi-fascismo, para que hagan una honrada rectificación a su conducta», pidió al Consejo de Seguridad.
Cargas policiales hasta en la playa
La conmoción en Euskal Herria sacó a la calle a unas 200.000 personas en movilizaciones, según recoge el historiador Javier Buces en el recientemente publicado ‘Al alba’ (Ed. Txalaparta). La convocatoria de huelga general los días 29 y 30 de setiembre paralizó Hego Euskal Herria con manifestaciones en cada pueblo: «Los puertos permanecieron cerrados, ya que los arrantzales no salieron a faenar, y los comercios, fábricas y negocios cerraron sus puertas como forma de protesta», explica. Se trataba de la tercera huelga general en apenas un mes, enfrentándose a cargas policiales y a castigos laborales en forma de sanciones o despidos.
En Zarautz aún se recuerda la represión a la protesta, puesto que la Policía cargó en la playa frente a unas 2.000 personas que escaparon como pudieron de los golpes, incluso a nado por el mar. Lo relata María Jesús Zumeta en el documental ‘Haizea eta sustraiak’, donde remarca que aquellos días «todo el pueblo salió a la calle, gente de todas las capas».
«Sois viento de libertad» fue el lema presente en muchas movilizaciones, recogiendo las palabras-testamento de Txiki. En el kiosko de la Plaza del Castillo de Iruñea apareció una pancarta con ese mensaje.
De Zinemaldia a la música
El ámbito cultural también dejó algunas señales de repulsa más allá de Euskal Herria. Resulta imposible adivinar qué impacto hubieran tenido los fusilamientos en Zinemaldia de Donostia, puesto que las proyecciones concluyeron el 24 de setiembre y el «enterado» del Consejo de Ministros se produjo el 26 antes de las ejecuciones del 27. Pero sí es sabido que varios invitados al certamen enviaron telegramas de protesta por los juicios ya realizados.
El más claro fue el remitido por Harry Schein, fundador y director del Instituto de Cinematografía de Suecia, que dio a conocer la retirada de todas las películas suecas programadas en protesta por las condenas ya dictadas entonces contra ‘Tupa’ Garmendia y Anjel Otaegi.
El director de Zinemaldia, Miguel de Echarri, se lo tomó a mal, acusando a Schein de «intolerable injerencia en asuntos internos». El festival había sido inaugurado por el ministro franquista León Herrera.
En el terreno musical, la denuncia más conocida fue la creada por Luis Eduardo Aute, un madrileño con intensa relación con Euskal Herria. ‘Al alba’ fue presentada oficialmente como una canción de amor, aunque la letra era más que elocuente en algunos pasajes: «Miles de buitres callados van extendiendo sus alas/ no te destroza, amor mío, esta silenciosa danza/ maldito baile de muertos, pólvora de la mañana». Por si quedaran dudas, Rosa León, que la cantó a menudo, lo desveló dedicándola a los cinco fusilados del 27 de setiembre de 1975.
El gesto de dos futbolistas... y del Athletic
La conmoción llegó hasta la liga de fútbol, también en los lindes de Euskal Herria. El episodio tuvo importante eco hace unos años, cuando lo recogió el programa de Movistar+ ‘Informe Robinson’ reuniendo a sus dos protagonistas: el vizcaino Aitor Agirre y el valenciano Sergio Manzanera.
Ambos habían trabado amistad y afinidad política al coincidir en el Racing de Santander. Explicaron que en las concentraciones se informaban vía ‘Radio Pirenaica’. Aquel sábado, víspera de partido, escucharon la noticia de los fusilamientos y les hirvió la sangre, tenían que hacer algo. Optaron por improvisar dos brazaletes negros con cordones y saltar así al campo de El Sardinero en el partido de Primera contra el Elche. Serían multados y llevados a comisaría, donde empezó un proceso judicial que les amenazaba con cinco años de cárcel. La muerte de Franco poco después les salvó de ello.
Pero también el Athletic tuvo su gesto, según reveló hace unos años José Angel Iribar en una entrevista a ‘Jot Down’: «Nosotros jugamos en Granada y sacamos crespones negros, pero no se publicitó. Es más, nos llamaron la atención y la directiva dijo que era por el fallecimiento de un exjugador. Pero los que sí le echaron bemoles fueron Aitor Agirre y Sergio, que sacaron ellos dos el brazalete negro y les pusieron una multa importante», evocaba el zarauztarra, convecino de Jon Paredes Manot.
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