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sábado, 22 de octubre de 2022

De Muela en Muela

Desde las páginas de Deia traemos a ustedes este magnífico reportaje acerca de una actividad humana que se desarrolló durante mucho tiempo pero que terminó cayendo en el desuso a medida que las nuevas tecnologías fueron sustituyendo a las antiguas; la elaboración de muelas para molinos, de la que ya les hemos compartido información con anterioridad.

Adelante con la lectura:


Canteras moleras en Euskal Herria

Aranzadi Zientzia Elkartea colabora en una investigación europea sobre los canteros moleros. En Euskal Herria se han localizado canteras a nivel del mar y en zonas de montaña, se estima que habría unas 380 y hay identificadas 2.000 piezas

Javier Castro

Desde hace algo más de una década, en el Departamento de Etnografía de Aranzadi Zientzia Elkartea se está colaborando en una iniciativa europea de la Universidad de Grenoble (Francia) –proyecto Atlas Meulières– para difundir el antiguo oficio de cantero molero y las canteras de piedras de molino. El proyecto aquí toma el nombre de Errotarri. Con la investigación de campo se ha tratado de recopilar los datos del origen de las piedras de molino que se usaron tanto para obtener diferentes tipos de harinas para alimentación humana y animal, como para molturar diversos materiales tales como piedra caliza, yeso, mineral de hierro, pólvora, vidrio, vegetales o incluso para obtener aceite en las almazaras o trujales.

La cantera es el lugar en el que se obtiene la materia prima, un taller en plena montaña, un lantegi, que compartía espacio con otros oficios más conocidos como el de fabricar carbón o el pastoreo. Las buenas piedras están en el monte, siendo la arenisca una de las mejores rocas para ello; también los conglomerados, que contienen gruesos nódulos de cuarzo. La roca caliza no sirve para moler por fricción. Actualmente ya están fichadas más de 1.100 canteras moleras en el citado proyecto europeo.

Descubrir las antiguas canteras moleras, ya en desuso, no es una tarea sencilla para los investigadores; tampoco para mí porque han dejado muy poca huella en el territorio. Previamente se debe plantear una hipótesis de trabajo, analizando la geología de las diversas zonas a recorrer, para saber a priori las áreas donde era posible extraer y trabajar las grandes rocas. También la toponimia es una gran aliada de esta investigación, porque en algunas ocasiones ha quedado fijada en el territorio con nombres como Errotarri, Errotarrieta, Errotarri bidea o la Muela, que muestran que esa actividad preindustrial marcó la zona.

Controlar cada molino fue una estrategia utilizada por las familias de los Parientes Mayores, igualmente de algunos concejos y también el clero, que mediante el dominio territorial obtenían beneficios y autoridad sobre la necesidad de alimentarse desde los diversos tipos de molinos. Controlar en origen la fabricación de las muelas, tan necesarias para los molinos, era controlar a los molinos y por eso era tan importante y estratégico, y sin embargo ha sido hasta la ejecución de este proyecto un asunto poco investigado, aunque existen algunas excepciones que han sabido valorar desde su origen aquel oficio, que fue tan necesario para la comunidad y del que existen algunos datos ya desde los yacimientos excavados de la Edad del Hierro.

Evolución

La primera investigación que tengo recogida la indicó J. M. de Barandiaran en Mutriku hace ya casi un siglo, allá por 1928: “Con piedra extraída de los estratos de aglomerados de Saturraran labraba en otro tiempo ruedas de molino un hombre de Erotaberri-bekua”. Los yacimientos de época antigua han aportado algunas evidencias con la presencia de molinos de mano, normalmente rotatorios, pequeñas muelas de un diámetro normalmente inferior a los 40 centímetros, los cuales no han dejado rastro visible en forma de canteras ni en la toponimia.

Así en Andelos, una de las muelas que se expone en el yacimiento es de arenisca triásica, de tono rojizo, roca muy diferente y lejana al propio yacimiento que bien pudo haber sido transportada desde las distantes montañas del norte de Nafarroa. Siglos después, en cuanto se generaliza el uso de la energía hidráulica para mover los molinos, se usan muelas de mayor diámetro con lo que se logra aumentar la producción de harina y cuya fabricación necesita de una mayor especialización del oficio molero, muy diferente del ya conocido oficio de molinero y aquel debe elegir lugares concretos donde pueda obtener rocas más grandes –superiores al metro de diámetro– con un espesor de un palmo en zonas que están alejadas de los cauces de los ríos.

En época medieval, transportar una muela con un peso superior a los 500 kilos por caminos del monte era una labor muy complicada y en algunas ocasiones se transportaban a 100 kilómetros de distancia. En el siglo XVII el precio normal de una muela era de 15 ducados, mucho dinero al cambio actual, equivalente entonces a 10 ovejas con sus crías o a unas 8.000 tejas.

Una fuente básica para obtener pistas sobre dónde existieron canteras moleras son los archivos –públicos o privados– que conservan legajos muy interesantes pero difíciles de leer. Hay que analizar muchos documentos, miles de páginas, para obtener unos leves indicios sobre el trabajo molero, que pasaba desapercibido en la mayor parte de los escritos, salvo excepciones como los datos de las canteras en el monte Andatza (Usurbil) señaladas como propiedad de Orreaga-Roncesvalles desde el año 1388, en conflicto continuo con el poderoso señor de Atxega.

Algunos testamentos también aportan datos sobre ello, como el del cantero Aldasoro de finales del siglo XVI, en Hondarribia; o el de otro cantero del siglo XVII, Guilisasti, de Usurbil, que indica que tenía bueyes para transportar las muelas. También existen contratos de aprendizaje del oficio como el de un cantero de Manurga del siglo XVII. El amplio diccionario que publicó el navarro Pascual Madoz, a mediados del siglo XIX, también es una fuente de datos, pero contiene reseñas tan genéricas que aportan muy poca concreción para la localización espacial y la ausencia de la cita no supone descartar la zona porque en la encuesta que respondieron los ayuntamientos no incluyeron datos por diversos motivos.

Exportaciones

Se puede afirmar que por toda la geografía euskaldun hubo canteras de piedras de molino, normalmente en las áreas montañosas. Incluso ahora, gracias a los documentos de los archivos, sabemos que se exportaron muelas por mar hacia Galicia, Sevilla, Canarias, Francia y Portugal, e incluso más lejos (todavía con datos en fase de investigación). Algunas canteras eran de mejor calidad que otras y así en las obras de reparación de algunos molinos se indicaba, en ocasiones, de dónde debían abastecerse de determinadas piedras, citando en unas pocas veces de qué cantera no debían ser fabricadas por su baja calidad, como la del monte Amezti en Elizondo, porque preferían usar muelas procedentes del cercano monte Alkurruntz también en Baztan, que para el entendido molinero era de mejor calidad. Los primeros indicios documentales se citan en el Cartulario de Valpuesta –año 804– con la referencia de un topónimo. Aún no se ha ubicado dónde existió la posible cantera, en los límites actuales de Valpuesta con Villanueva de Valdegobia. Otras canteras citadas desde finales del siglo XIV, como las de Andatza, ya han sido localizadas.

Han sido hallados lugares con canteras en las brechas calizas del Cretácico Superior del valle de la Burunda en Uharte Arakil, en el granito porfídico de la zona de Artikutza (Goizueta) y en Oiartzun, en los conglomerados del Cretácico Inferior de Mutriku y Usurbil, en areniscas del Cretácico Inferior en el monte Gorbeia, en Elgea-Urkilla y en Karrantza, en areniscas del Devónico Inferior en Aurizberri, siendo estas las rocas geológicas más antiguas que han sido usadas para fabricar muelas, con una edad geológica de unos 400 millones de años y sobre todo en las conocidas areniscas rojizas del Triásico Inferior y Medio, distribuidas por la amplia montaña navarra, en una gran franja que, de oeste a este, recorre desde Leitza y el valle de Malerreka hasta Abaurregaina, incluyendo extensas zonas de Baztan, Lantz, Anue, Esteribar, Erroibar, Artzibar y Aezkoa. La zona de la costa de Gipuzkoa y Bizkaia también está siendo investigada, desde Gaztelugatxe, en Bermeo, hasta Jaizkibel en Hondarribia, con un buen ejemplo que se puede visitar durante la bajamar en la zona de Artzabal en Mendexa, donde se estima que las muelas eran sacadas de la zona con pequeñas barcas por el mar para después transportarlas por la ría del Lea hacia los molinos de la cuenca norte del monte Oiz, donde también han sido localizadas muchas muelas, en un conjunto de canteras hasta ahora inéditas. Se han localizado canteras tanto a nivel del mar como en zonas montañosas, cercanas a los 1.500 metros de altitud, como las del monte Baigura en la zona norte del valle de Urraul Alto, limítrofe con municipios aezkoanos, a cotas de 1.300 metros en la parte alavesa del macizo Gorbeia y a cotas superiores a 1.200 metros en Orozko. Las zonas de los valles del Pirineo navarro muestran unas áreas de explotación espectaculares, por los paisajes de los hayedos y robledales que en ellos se pueden recorrer y por la cantidad de restos que aún perduran.

Se espera que todo el proceso de estudio histórico-etnográfico pueda darse por finalizado en el próximo año 2023 porque la labor de obtención de datos y el trabajo de campo ya están muy avanzados. Se estima que serán alrededor de 380 las canteras que lleguen a catalogarse en el ámbito de Euskal Herria, con más de 2.000 restos de piezas localizadas y el objetivo de que puedan llegar a ser conocidas, visitadas y conservadas.

Los municipios donde más zonas de canteras moleras han sido localizadas hasta ahora, por este orden, son: Zuia, Zigoitia, Orozko, Usurbil, Baztan y Berriz, aunque la investigación aún no ha finalizado y el objetivo no es quién tiene mayor número de canteras, sino cuántas existieron en cada zona. Cada área explorada aporta nuevos datos, incluso se llega a entender la existencia de caminos antiguos, del uso de elementos de transporte tan arcaicos como las leras o narrias, de la ruptura de las losas de dólmenes para fabricar muelas, algunas de las cuales han quedado quebradas y a medio fabricar in situ, como por ejemplo en los dólmenes de Etxoltxarraldea del concejo de Olaldea (Orotz-Betelu), o de la presencia de determinada casa-torre o monasterio que controlaba desde las cercanías su producción, como pueden ser los Gebara alaveses, Roncesvalles o Zenarruza.

Como responsable del proyecto Errotarri, una vez localizada la zona de cada cantera, se hace una ficha de catalogación con los datos obtenidos. Han sido algo más de un centenar las personas que de una u otra forma me han ayudado y en las fichas quedan citados. Los datos de la investigación los entrego de forma regular en un fondo que está localizado en Aranzadi Zientzia Elkartea para que pueda ser consultado por otros investigadores y un resumen de cada ficha se inserta en la web del proyecto Atlas Meulières.

El autor: Javier Castro

Donostia-San Sebastián (1953). Vecino de Deba desde 1983. Licenciado químico. Miembro del Departamento de Etnografía de Aranzadi Zientzia Elkartea. Autor de numerosos artículos de investigación histórico-etnográfica y difusión cultural.





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