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lunes, 20 de septiembre de 2021

El Palaciano Navarro

Desde Naiz traemos a ustedes este artículo que ahonda en el tema del sistema defensivo que Nabarra se vio obligada a implementar ante la constante amenaza de invasión por parte de sus vecinos hacia el sur y hacia el este.

Sistema defensivo que después fue demolido precisamente para arrebatar a los vascos ese sentido de pertenencia a una entidad política propia.

Adelante con la lectura:


El sistema defensivo de Nafarroa, origen de la primera nobleza del reino

Pello Guerra

El Reino de Nafarroa contó con una red de castillos que se concentraba principalmente en las fronteras con Aragón y Castilla. Un sistema defensivo que dio origen a la nobleza más antigua del territorio a través de las torres de linaje, que en muchos casos derivaron en palacios de cabo de armería.

El sistema defensivo del Reino de Nafarroa era una combinación de castillos y torres de linaje que buscaba proteger el reino de sus enemigos, especialmente de Castilla, y que terminó dando origen a la nobleza más antigua del territorio, según explicó el historiador Joseba Asiron en una charla ofrecida dentro del ciclo organizado por la Plataforma de Conmemoración del 500 aniversario de la Batalla de Noain.

Asiron señaló que contemplando la distribución de los castillos navarros sobre un mapa, «se aprecia que emerge un territorio», las dimensiones de un reino que llegó prácticamente hasta Santander y Burgos.

Esa imagen también pone en evidencia espacios más densamente defendidos y que fueron cambiando con el paso de las centurias. Así, en el siglo XI, bajo el reinado de Sancho el Mayor, la mayor cantidad de castillos se concentró en la zona pirenaica, en lo que actualmente es el norte de Aragón, y en el oeste en una red más tupida en la zona del río Ebro.

Más adelante, ya con Sancho el Sabio en el siglo XII, se reforzó principalmente la frontera con Castilla en la zona de Araba y con su hijo y sucesor Sancho el Fuerte se estableció una línea defensiva en la Bardenas, en lo que es el extremo sur del actual herrialde, donde confluían las fronteras de Castilla y Aragón.

Fuera de esas zonas más fortificadas, los castillos sobre todo se concentraban en las rutas que llevaban a la capital y los alrededores de Iruñea, mientras que en el norte no había muchas fortalezas, señal inequívoca de que los reyes navarros tenían claro que el peligro sobre todo procedía del sur.

Por lo tanto, «existe una estrategia clara de defender el territorio de manera efectiva», concluyó Asiron.

Origen de una nobleza diferente

Los castillos que integraban ese sistema defensivo se levantaban de tal manera que se comunicaban entre sí visualmente, lo que facilitaba alertar con gran rapidez de un ataque mediante señales de humo o con grandes fogatas por la noche.

Pero en algunas zonas, la orografía no permitía ese contacto visual directo entre castillos y se hacía necesario levantar en los tramos intermedios torres que pudieran ser vistas por dos fortalezas desde distintos ángulos para mantener esa comunicación.

Eran torres «que no tenían una finalidad defensiva, de contener un ataque, sino de conseguir esa comunicación» y como su papel era fundamental a nivel militar,  «sus dueños fueron acumulando riquezas, privilegios y tierras, y acabaron formando la primera nobleza de Navarra. Es decir, el papel militar terminó dando origen a una categoría jurídica», señaló Asiron.

En muchos casos, esas torres de linaje fueron ampliadas y terminaron dando origen a los palacios de cabo de armería, un fenómeno exclusivo del Reino de Nafarroa, donde, «en un principio, no había más fuente de nobleza que los palacios de cabo de armería».

Su desarrollo se produjo especialmente en la Zona Media del territorio, ya que, por ejemplo, en la Ribera, «el terreno es más llano y no hacían falta las torres intermedias para mantener el contacto visual entre castillos».

La figura del palaciano de cabo de armería era tan particular que más de 200 años después de la conquista, en el siglo XVIII, todavía «desconcertaba a la monarquía española, ya que se trataba de una nobleza en la que no existían los títulos de barón, conde o marqués, y no entendía qué eran esos palacios de cabo de armería», desgranó el historiador.

Por ese motivo, el rey español Felipe V pidió un informe para que le explicaran por qué tenía que respetar los privilegios de esos palacianos «y no supieron qué contestarle. Sólo que era la nobleza más antigua, la primera nobleza de Navarra». Como no resultó una respuesta muy satisfactoria, se llegó a pedir un segundo informe, pero con un resultado parecido, ya que «se volvió a recoger la idea de su gran antigüedad y se decía que en los archivos no había manera de encontrar su origen», explicó Asiron.

Destruir un símbolo

Muchas de esas torres de linaje, como buena parte de los castillos y de las murallas de las localidades de Nafarroa, sufrieron las consecuencias de la conquista española, sobre todo en 1516.

Tras fracasar el segundo intento de recuperación del reino lanzado por los Albret ese año, el cardenal Cisneros ordenó la demolición de la mayor parte de las defensas del reino «para dar un escarmiento» por la resistencia navarra a la dominación española.

Resulta curioso que Cisneros ordenara esa destrucción cuando se había hecho de nuevo con el control de Nafarroa tras abortar la ofensiva legitimista dirigida por el mariscal, pero tenía una lógica, aunque fuera perversa. Según detalló Asiron, «los castillos simbolizaban el Estado, el poder, y tirarlos suponía suprimir ese poder, dejar indefensos a los pueblos, a los que además se privó de sus murallas, su única defensa».

Como dijo el coronel Villalba, ejecutor de las órdenes de Cisneros, tras el derribo de murallas, torres y castillos, Nafarroa había quedado tan «baxa de fantasía que ningún hombre se atreve a levantar la cabeza».

Pero lo que entonces se derribó bajo la piqueta española, en los últimos años va emergiendo de la tierra gracias al empeño de investigadores como Iñaki Sagredo o la Sociedad de Ciencias Aranzadi. Un trabajo que ha permitido sacar a la luz los restos de fortalezas como las de Irulegi, Garaino o Amaiur, aunque «el 90% de los castillos está bajo tierra», destacó el historiador.

Una labor que suele rescatar «restos interesantes» y que se está llevando a cabo «a pesar del desinterés oficial, ya que el tema del sistema defensivo del Reino de Navarra es incómodo para la arqueología oficial, para el poder», añadió Asiron, ya que evidencia la existencia de un Estado, el de los navarros.

 

 

 

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