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martes, 28 de junio de 2005

Siglo XIX y Euskal Herria

Una mirada a la Euskal Herria del siglo XIX gracias a este escrito contenido en el boletín informativo de la Euskal Etxea San Nicolás de Argentina:

EUSKALERRIA EN EL SIGLO XIX

extraído de “Zumalacarregui”, por C. F. Henningsen, Espasa-Calpe, 1947

El autor fue oficial voluntario de las tropas de Carlos v en la Primera Guerra Carlista

“En común con sus vecinos de las Provincias Vascas, Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, el navarro forma parte de los restos de un antiguo pueblo cuyo origen se pierde en la obscuridad de los tiempos; pero en tanto en cuanto puede descubrirse desde que la Historia existe, él ha sido independiente, inconquistado, y conserva hasta el día de hoy su propia lengua, una lengua que no tiene afinidad con ninguna otra de las que yo conozco. Acaso puede ser la de los galos, antes de que fueran dominados por los latinos y los francos. Es dura de pronunciación, pero rica y expresiva, y si se me permite opinar, creo que no fue formada para fluir de los suaves labios de un meridional. En español se le denomina vascuence o lengua vascongada. (...).

De este tronco descienden los habitantes de las provincias del Norte, aunque muchos se han mezclado con aquellos que estuvieron durante muchas centurias bajo el dominio de los sarracenos, lo que es causa de que la lengua vasca empiece a ser olvidada, salvo en las tierras situadas a la vista de los Pirineos. Cuanto más al Sur se va de las montañas, donde, a semejanza de sus nieblas, que permanecen allí cuando ya ha clareado en el valle, gustan de vivir las antiguas costumbres, tradiciones y razas primitivas, los habitantes presentan menos rasgos distintivos de un pueblo antiguo; son cada vez más morenos Y de diferente estatura, hasta que en las márgenes del Ebro son, a juzgar por su aspecto, como de una nueva raza. Los vascos son altos y delgados, pero sólidamente construidos y huesudos, con ojos grises; son generalmente menos morenos que los demás españoles, y los navarros participan de uno o de otro carácter, según sean de más cerca o de más lejos de los Pirineos y del Ebro. Es un error común a Inglaterra el imaginarse que Don Carlos estaba apoyado solamente por los vascos, al menos por los auténticos vascos, que todavía conservan su lengua primitiva y el carácter distintivo de aquel pueblo. Éstos no forman un tercio de la población de Navarra y de las tres provincias de Guipúzcoa, Álava y Vizcaya, ni componen de hecho la mitad del ejército que se halla ahora bajo las banderas del Rey.

Cómo y cuándo fueron convertidos los vascos al cristianismo, lo ignoro; mas es cierto que después de los príncipes godos de España fueron obligados por los secuaces del Profeta, que dominaron casi todo el país, a refugiarse en Asturias, donde desterraron, con el aire de la montaña, el afeminamiento que había destruido a sus predecesores y resistieron durante centurias los esfuerzos de los conquistadores africanos, se encontraron, al descender a los llanos para volver a poseer todo aquello que había sido arrancado a la debilidad de sus antecesores, que Navarra se hallaba ya gobernada por una raza de príncipes propios que habían lanzado a los moros de su territorio, del cual estos invasores meridionales jamás pudieron apoderarse totalmente.

Cómo y cuándo fueron convertidos los vascos al cristianismo, lo ignoro; mas es cierto que después de los príncipes godos de España fueron obligados por los secuaces del Profeta, que dominaron casi todo el país, a refugiarse en Asturias, donde desterraron, con el aire de la montaña, el afeminamiento que había destruido a sus predecesores y resistieron durante centurias los esfuerzos de los conquistadores africanos, se encontraron, al descender a los llanos para volver a poseer todo aquello que había sido arrancado a la debilidad de sus antecesores, que Navarra se hallaba ya gobernada por una raza de príncipes propios que habían lanzado a los moros de su territorio, del cual estos invasores meridionales jamás pudieron apoderarse totalmente.

Cuando en el siglo XV toda aquella parte de Navarra que se halla al lado sur de los Pirineos se unió a la Corona de España por Fernando el Católico, Navarra fue autorizada a guardar sus antiguas leyes, usos y costumbres, a causa de haber sido por más de cinco centurias un reino independiente. Además, por razón de los numerosos aventureros que se alistaron bajo las banderas de Asturias, León y Castilla para cosechar riqueza y laureles, a consecuencia de lo que recibieron títulos de nobleza, muchos de sus habitantes devinieron nobles y se concedieron al pueblo privilegios o fueros. De una población de 280.000, hay ahora más de 15.000 que alegan una ascendencia aristocrática; y es cosa corriente ver en cada aldea un campesino arando su propio campo con su azada en vez del arado, que es descendiente de los hidalgos caballeros que fueron algún tiempo la admiración de Europa y el terror de los infieles. Todo lo que él retiene de su nobleza puede verse en sus armas, rudamente esculpidas sobre el portal (generalmente son emblemas moriscos: palmeras, cimitarras y medias lunas), y en el orgullo que siente, con toda la población, de llamarse a sí mismo navarro. Los privilegios que goza esta provincia, o más bien reino, pues así se lo denomina, aunque es gobernado por un virrey, son la exención de todos los impuestos, así como de todas las levas de hombres y de dinero, excepto cuando se pide en ocasiones extraordinarias, como la amenaza de invasión del reino o aún peligro que se cierna sobre el Trono. No habiendo en Navarra, como lo hay en otras partes de España, reclutamiento, no se exigen quintos, y, sin embargo, en casos de guerra, ninguna de las provincias ha tenido tan numerosas y valientes tropas. Se conservan todos los aspectos del antiguo modo de gobernar. De fueros similares gozan también las provincias de Guipúzcoa, Vizcaya y Álava. las que no reconocen monarca alguno, pues el rey de España es solamente ‘Señor’ de aquellas provincias, las que son meros señoríos de la Corona. Y son tan tenaces en la defensa de este particular, que cuando el Rey revistaba el ejército carlista, después que los batallones de Navarra y Castilla habían ensordecido el aire con los gritos de ‘Viva Carlos V!’, ‘Viva nuestro Rey!’, aquellos de las Provincias, aunque más alborotadores cuando pasaba el soberano, cambiaban el grito por el de ‘Viva nuestro Señor!’ o ‘Viva el Rey, nuestro Señor!’. Basando sus ideas lo más probablemente en estas y similares circunstancias, los periodistas han dicho al público muchas veces que los Insurrectos luchan con tal éxito y determinación, no por la causa de Carlos V, o por ningún sentimiento que se aproxime al realismo, sino por sus propios fueros y derechos. Parece esto altamente plausible y probable; sin embargo, de hecho, para la inmensa mayoría, ello no constituía un incentivo adicional a su celo ó entusiasmo, ‘aunque las Provincias’ se hallaban ciertamente a punto de ver sus privilegios cercenados. De los que en la actualidad luchan con las armas, ni uno entre veinte conoce el significado de la palabra ‘fueros’, aunque ésta sea familiar a su oído.

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