Marcos Roitman difiere de quienes opinan que el españolísimo José María Aznar se ha reunido con su títere mexicano Vicente Fox para convencerlo de que apoye a George W. Bush en su delirante cruzada en contra de Saddam Hussein.
En su texto publicado en La Jornada nos enumera los intereses de Aznar en América Latina, lo cual incluye la detención y expulsión de refugiados políticos vascos en México, como parte de su propia cruzada en contra de todo lo vasco, lo cual incluye el propio idioma euskera, como ha dejado en claro la criminalización del diario Egunkaria,
Lean ustedes:
Marcos Roitman Rosenmann
Aznar, el Partido Popular y AL
Tras la muerte del tirano Francisco Franco en noviembre de 1975, la política exterior de España fue diseñada con cierto grado de improvisación hasta la llegada de los socialistas al gobierno, en 1982. La necesidad de reinserción internacional de una España dizque democrática en un mundo mediatizado por la guerra fría, facilitó la elaboración de una estrategia destinada a presentar una monarquía constitucional nueva y comprometida con la reforma política. El peculiar proceso de transición fue ofertado como moneda de cambio para los países latinoamericanos en crisis o con dictaduras. Viajes organizados para hablar de los parabienes de los pactos de la Moncloa, en los que participaron Adolfo Suárez, Felipe González, Santiago Carrillo, Manuel Fraga Iribarne, Miguel Herrero de Miñon y Martín Villa, se repitieron por todo el subcontinente durante los años 80 y 90. El Partido Soacialista Obrero Español (PSOE) entendía que era necesario recuperar espacios de poder en América Latina. Para ello, nada mejor que apoyar a sus aliados socialdemócratas, si no los había se inventaban, y por último se aceptaba a cualquier interlocutor, no importaba credo o color político. Todo era válido. El instrumento fue el Instituto de Cooperación Iberoamericana. Desde allí se financió y apoyó la realización de encuentros y reuniones para hablar de la transición y los pactos.
Durante el gobierno del PSOE y en viajes secretos o personales fueron invitados por Felipe González, entre otros, Fernando Henrique Cardoso, Raúl Alfonsín, Carlos Saúl Menem, Ricardo Lagos, Gonzalo Sánchez de Losada, Andrés Pastrana, Alan García, Guillermo Ungo, Omar Torrijos, Eden Pastora, Oscar Arias, Julio María Sanguinetti, Napoleón Duarte y Carlos Andrés Pérez, así como representantes del M-19 colombiano y del PRI, y muchos otros personajes, actuales ministros, diputados, senadores, empresarios e intelectuales latinoamericanos. Ellos tuvieron largas conversaciones con el entonces líder del PSOE. Sin diferenciar ideológicamente y teniendo en perspectiva una visión de mediano y largo plazos se pretendía ser puente entre Europa y Estados Unidos. La posición de España en la crisis centroamericana de apoyo al Plan Arias, rechazando Contadora y siendo anuente con la invasión estadunidense a Granada y Panamá son un buen recordatorio. Igualmente, se buscaba la penetración del capital español en las comunicaciones, ciertas tecnologías intermedias, hidroeléctricas, bancos y otras empresas. La política era de Estado y se apoyaba en la concepción pragmática defendida desde el gobierno. Se acababa la acción política de partidos hermanos interpretada desde una concepción antimperialista o antioligárquica. Los deseos de una España unida por lazos económicos y geopolíticos era más importante que la retórica del quinto centenario y la unidad cultural. Esta visión significó profundos desencuentros en el PSOE. La renuncia de Fernando Morán como ministro de Asuntos Exteriores fue el fin de la polémica. La España de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, inmersa en la todavía existente Comunidad Económica Europea, se planteaba otros objetivos. América Latina era ya una moneda de cambio en el discurso político del PSOE. Sin embargo, los lazos creados durante su mandato explican hoy las excelentes relaciones del ex presidente González con empresarios como Carlos Slim en México o Gustavo Cisneros en Venezuela, por citar dos ejemplos.
La llegada del Partido Popular (PP) cambia esta dinámica. Cubierto de un halo fundamentalista decide romper con los cimientos, peores o mejores de la era del PSOE, e impone una política de favoritismos, con la cual los grandes beneficiarios son sus amigos de partido, los empresarios y los bancos que han dado su aval dinerario en las elecciones. Desde posturas fuertemente ideológico-conservadoras favorece al Opus Dei en su enfrentamiento con los Legionarios de Cristo. Embajadores, cónsules o agregados políticos se nombran bajo estos postulados. El malestar entre diplomáticos de carrera se hace patente. Las fundaciones del PP asumen el liderato en la política con América Latina. Ahora se pierde esa visión de Estado para transformarla en un provincialismo caciquil. En este sentido, las relaciones con los gobiernos de América Latina se politizan hasta el extremo del caso cubano. Aplicando sus vínculos con Mascanosa padre y ahora hijo negocian la condición de exiliados a más de 5 mil cubanos durante su gobierno. Igualmente apoyan el golpe de Estado en Venezuela.
Las relaciones con América Latina son ya un asunto personal y ligado a su estrecha visión localista. Sin tapujos, Aznar se muestra solidario y apoya las peticiones de las empresas privadas españolas a cualquier gobierno de la región. Asumiendo una visión mesiánica de lucha contra el terrorismo solicita de manera secreta y bajo presión que los gobiernos de República Dominicana, Nicaragua, Ecuador, Venezuela y México entreguen a los vascos acusados de acciones terroristas. Dedica fondos, recluta periodistas y políticos corruptos para ejercer labor de zapa. Sin una visión de Estado, las relaciones con los países de América Latina están hoy a nivel institucional en las cotas más bajas desde la dictadura franquista. Los asesores políticos que en estos momentos inciden sobre la estrategia del presidente Aznar son egresados de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense en los años 90. Con escasa preparación sobre la realidad de América Latina le sirven de tapadera para transportar fondos a las fundaciones y organizaciones políticas democratacristianas o conservadoras en la región. El presidente Aznar, seguro de sus posiciones, no tiene interés alguno en saber de la realidad latinoamericana. Por el contrario, sólo le mueve su ambición personal de ver engrandecido su nombre bajo el reconocimiento de sus posibles contertulios en viajes oficiales o de turismo. Con estos escasos criterios se ha venido urdiendo una acción exterior, que dado su odio visceral al PSOE no ha sido capaz de diferenciar entre política de partido y política de Estado. Hoy, los discursos preparados para el rey por la oficina diplomática han significado crisis y malos entendidos que han dejado en entredicho la independencia de la casa real. En más de una ocasión párrafos textuales pronunciados por Aznar han sido puestos en boca del rey.
No será extraño que el viaje de Aznar hacia Estados Unidos con escala en México tenga la siguiente agenda: repatriación de vascos, el Plan Puebla-Panamá y las empresas españolas, la necesidad de consolidar la fuerza del Opus Dei frente a los legionarios y la situación venezolana. No creo que para Aznar sea importante hablar de la guerra con el presidente Vicente Fox, aunque públicamente así se señale.
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