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lunes, 28 de abril de 2025

Orejiplático

Desde Naiz traemos a ustedes este análisis acerca de la más reciente intentona por parte de Gogora de tergiversar la memoria histórica de Euskal Herria, claro está, en favor del relato españolista.

Lean ustedes:


28 de diciembre

Jonathan Martínez | Investigador en Comunicación


Me he quedado orejiplático escuchando a Alberto Alonso en la Cadena SER Vitoria. Dice el director de Gogora que el nuevo Memorial del 3 de marzo debe ir más allá de la masacre de Zaramaga e incorporar otros fenómenos históricos como el movimiento obrero, las asociaciones vecinales, las luchas feministas o la estrategia acción-reacción de ETA. Habría que enfatizar, añade Alonso, los cuatro atentados mortales que cometió ETA aquel mismo mes en busca de una reacción desmesurada de las fuerzas de orden público. “En esa gran hoguera hubo mucha gente interesada en echar gasolina”..

La idea tiene cierto aroma de broma pesada o disparate historiográfico. Para empezar, si uno acude a los archivos del Memorial de las Víctimas del Terrorismo, descubrirá que no son cuatro sino tres los muertos a manos de ETA-m durante aquel mes. Teniendo en cuenta que el asesinato de Manuel Albizu en Getaria tuvo lugar diez días después de la matanza del 3 de marzo, bien podríamos revertir los argumentos de Gogora y reprobar aquí la estrategia acción-reacción del Estado. Con las palabras de Alonso, y echándole el mismo morro al asunto, sería más honesto concluir que la Policía Armada de Manuel Fraga buscaba en Zaramaga una reacción desmesurada de ETA.

Forzando aún más la paradoja, el Gobierno de Mariano Rajoy inauguró en Gasteiz un Memorial de las Víctimas del Terrorismo que lo mismo abrillanta el nombre de Luis Carrero Blanco que el de Melitón Manzanas. A nadie le extrañó, sin embargo, que el partido fundado y presidido por Manuel Fraga denegara el reconocimiento a las víctimas de su Policía Armada. Que vivan las amnesias unilaterales. Las asociaciones memorialistas, con razón, ponen el grito en el cielo. El Memorial del 3 de marzo podría servir para aliviar el agravio si algunos de sus promotores no estuvieran obcecados en empeorarlo.

De momento, el proyecto continúa enfangado en la pereza burocrática mientras el edificio asignado asume su vocación de ruina. El pasado mes de febrero supimos que la iglesia de San Francisco de Asís no solo presentaba lesiones estructurales sino que además hacía agua en medio de un paisaje embalsado, goteras, placas desprendidas y filtraciones de humedad junto al cableado eléctrico. Por todas partes se acumula el polvo. Hay cristaleras horadadas por las balas que corren el riesgo de desbaratarse. Nuestro patrimonio histórico, elevado al estatus de Lugar de Memoria Democrática, es por ahora un almacén de belenes cubiertos por plásticos.

Hace años que nuestras administraciones marean la perdiz museográfica. En 2021, Iñigo Urkullu anunció que Gogora abriría el Memorial del 3 de marzo antes de que terminara la legislatura. Al año siguiente, EH Bildu acordó con el Gobierno de Pedro Sánchez una trasfusión de 600.000 euros que el Gobierno vasco se ha resistido a movilizar. Tras un periplo interminable, la Fundación Memorial 3 de Marzo se registró por fin en febrero pero aún no ha encontrado tiempo para celebrar un primer encuentro. Sospecho que será una reunión acalorada, pues cuesta creer que los cuatro vocales de designación popular den por buenas las divagaciones de Gogora.

Si la cosa va de ampliar el Memorial del 3 de marzo y explorar las periferias de la masacre, propongo que agarremos el toro por los cuernos y expliquemos a las generaciones futuras la alianza de poderes franquistas y matones descontrolados que lideró la Transición. ¿Quién condujo un seat blanco con matrícula de Madrid y ametralló en la más sospechosa impunidad el escaparate de la librería El Parnasillo en la madrugada del 10 de marzo en Iruñea? ¿Quién la tomó a la vez con la librería Aritza? ¿Quién activó el artefacto que explotó en el comercio de la familia Mandaluniz el 23 de marzo en Bilbao?

Claro que la matanza del 3 de marzo no fue un hecho aislado. Los mozos armados de Fraga venían borrachos de sangre tras el último estado de excepción. Habían matado a Mikel Gardoki en Ergobia. A Blanca Salegi y a Iñaki Garai en Gernika. A Jesús María Markiegi en Ajangiz. A Koldo Arriola en Ondarroa. A Alexandra Lecket a las afueras de Donostia. A Alfredo San Sebastián en Mungia. A Josu Mujika en Madrid. A Ramón Reboiras en Ferrol. A Jesús García en Gros. A José Ramón Martínez en Madrid. A Andoni Campillo en Barcelona. A Jon Paredes en Cerdanyola del Vallès. A Ángel Otaegi en Burgos. A Kepa Josu Etxeandi en Orreaga. A Iñaki Etxabe en Kanpazar. A Ángel Esparza en Dima. A Koldo López de Gereñu y Kepa Tolosa en Beasain.

Cuando la Policía Armada abrió fuego contra las multitudes indefensas en Gasteiz, ¿quiénes eran los patrones del Estado? Había franquistas de primera generación como Carlos Arias Navarro y José María de Areilza, pero también prometedores neofranquistas como Juan Carlos de Borbón, Rodolfo Martín Villa o Adolfo Suárez. ¿Qué dijo la prensa del régimen sobre la matanza? Culpó sin titubeo a los manifestantes, los tildó de agitadores y los acusó de perturbar el orden público, forzar el choque policial y provocar un elevado número de víctimas. Por lo visto, los cinco muertos y los más de cien heridos tenían interés en echar gasolina a aquella hoguera.

Vamos a dejarnos de rodeos. Queremos un memorial que devuelva la dignidad a Pedro María Martínez, Francisco Aznar, Romualdo Barroso, José Castillo y Bienvenido Pereda. Queremos que se encienda el recuerdo de Juan Gabriel Rodrigo, que murió en oscuras circunstancias durante una protesta solidaria en Tarragona. Y queremos que se honre a Vicente Antón, asesinado por la Guardia Civil durante la huelga general del 8 de marzo en Basauri. Queremos, en definitiva, que dejen de jugar al escondite con la conciencia colectiva de nuestro país. Que se respeten las demandas populares. Y que las instalaciones de Zaramaga acojan un Memorial del 3 de marzo y no del 28 de diciembre.




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