Una mirada al terrorismo de estado practicado por Madrid así como de la resistencia del pueblo vasco ante todo ello en este texto cortesía de Iñaki Egaña:
Protocolo Zabalza
Iñaki EgañaEl 30 de julio de 2003, agentes de la DNAT francesa detenían en Cahors a tres militantes vascos. Uno natural de Baiona, que fue condenado a dos años de prisión. Los otros dos de Hego Euskal Herria. Kandido Sagarzazu, de Itsasondo que, tras 12 años en cárceles españolas y francesas, falleció este enero pasado. El otro Mikel Illarramendi, de Oñati que, después del presidio, se estableció y trabajó en Panamá, donde una noche fue asaltado y muerto por una cuadrilla de maleantes, en 2013. En el piso de Cahors, la DNAT encontró 448 kilogramos de clorato sódico, un compuesto químico que se usa como desinfectante y herbicida. También en combinación con el azufre y la sal se forma el explosivo conocido como cloratita, usado desde la década de 1960 por grupos guerrilleros, armados y de liberación de todo el planeta. Incluido ETA.
Esta semana pasada, el grupo policial del que salieron las planchas que ganaron las elecciones sindicales tanto en la Guardia Civil como en la Policía Nacional, ha modificado el relato, para señalar que en aquella operación de 2003 estuvo detenido e implicado Mikel Zabalza, el chofer de autobuses municipales de Donostia que murió en 1985 ahogado en una bañera del cuartel de la Guardia Civil en Intxaurrondo cuando estaba siendo torturado. Zabalza llevaba muerto 18 años, pero las policías lo resucitaron para cuadrar un relato negacionista que va más allá de las ejecuciones extrajudiciales, torturas, malos tratos o controles con el lema “disparar a matar”. El objetivo no es lograr únicamente esa impunidad judicial que la tienen asegurada, sino mantener su estatus de presión, por encima de cualquier institución democrática. ¿Qué informes policiales, peritajes, etc. han realizado en estas últimas décadas esa pléyade de agentes que hoy tergiversan la realidad hasta tal punto de resucitar a un muerto que mataron compañeros suyos?
Me dirán que la aseveración última, que se corresponde con la muerte de Mikel en el cuartel de Intxaurrondo, no tiene soporte jurídico y por consiguiente, tal y como afirmaron ministros del Interior, tanto del PP como del PSOE, y grupos policiales, aquella rocambolesca versión de su huida de Endarlatsa a través del Bidasoa sigue en pie. La versión, sin embargo, ha sido desestimada a pesar de que 12 jueces han sobrevolado sobre el caso. Lo ha sido por dos instituciones del Estado, el Gobierno de la CAV y el Gobierno foral navarro, que reconocieron a Mikel Zabalza como víctima del Estado. Recordar, para los olvidadizos, que según la Ley 7/1981, el lehendakari ostenta la representación ordinaria del Estado en el territorio de la CAV. Es decir, dos máximas instituciones del Estado, reconocen la muerte de Mikel Zabalza. Una tercera, la judicial, la desconoce, al menos de momento, con el aval de la Ley de Secretos Oficiales.
En 2005 y 2021, las conversaciones grabadas entre Juan Alberto Perote, jefe de operaciones especiales de los servicios secretos españoles y el agente Pedro Gómez Nieto en las que reconocían la muerte en Intxaurrondo de Zabalza, no fueron suficientes para desatascar judicialmente el caso. Tampoco lo habían sido las declaraciones de los que fueron detenidos y torturados junto a Mikel. Tampoco el pinchazo en uno de sus pulmones que sugería la inyección de alguna sustancia. Agua con alta dosis de trietanolamina y diatomeas, procedentes de una fábrica 13 kilómetros arriba de donde apareció el cadáver. En Endarlatsa, las trietanolamina y diatomeas eran casi inexistentes. Tampoco las revelaciones de un cazador que vio los movimientos previos a la aparición del cadáver. Tampoco las declaraciones del presidente del PNV que supo un día antes del lugar donde aparecería Mikel Zabalza. Tampoco…
Sin embargo, todas estas cuestiones han servido tanto al Gobierno vasco como al foral navarro para aceptar lo que una tercera institución del Estado se niega a hacerlo. Esta negativa última insufla de impunidad a la muerte de Zabalza (“un crimen que jamás ha existido” decía un usuario de la red X). Salvaron los muebles los que presuntamente acabaron con la vida de Zabalza (los mismos que secuestraron y ejecutaron a Josean Lasa y Joxi Zabala. Enrique Dorado Villalobos habría sido quien sumergió la cabeza del detenido en el agua), los tres agentes que teatralizaron la huida de Endarlatsa (Gonzalo Pérez García, Arturo Espejo y Fernando Castañeda), los médicos del cuartel (Juan Nagore y Eduardo Gómez Pastrana), el responsable del cuartel (Enrique Rodríguez Galindo), el gobernador de Gipuzkoa (Julen Elgorriaga, condenado a 67 años por el secuestro y muerte de Lasa y Zabala), el delegado del Gobierno en la CAV (Ramón Jauregui), el ministro del Interior (José Barrionuevo)…
Pero impunidad significa “falta o ausencia de castigo frente a un hecho delictivo”, lo que, según las organizaciones de derechos humanos, provoca la ausencia de reparación. Sin embargo, esa reparación en el caso de Mikel Zabalza, ha existido cuando los que gestionaron su muerte pertenecían a las instituciones democráticamente elegidas. Su familia fue resarcida económicamente, el reconocimiento social hace tiempo que se dio, el político va camino (con el acto organizado por el Ayuntamiento de Donostia fue el último)… Hay una verdad avalada -tortura y muerte- institucionalmente. Y hay una mentira gigantesca, con resurrección incluida, fiada por los autores y cómplices del asesinato.
Esa mentira se repite una y otra vez cuando se trata de la tortura. Gobierno vasco y navarro han confirmado el hecho sistemático de los malos tratos. Miles de torturados según informes oficiales e institucionales negados por la mayoría de los sindicatos policiales, incluidos los de la Ertzaintza. Cuando Mikel Zabalza fue detenido se estaba celebrando un juicio contra dos agentes acusados de torturas. El juez que las investigó sufrió un atentado parapolicial. Y a Mikel le aplicaron el protocolo habitual para señalar que, por encima de jueces y políticos, la verdad tiene un papel secundario.
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