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jueves, 16 de febrero de 2023

Félix Esparza García

El terror ha sido la marca de la casa durante mucho tiempo para el españolismo.

Desde Naiz traemos a ustedes este ejercicio de memoria que deja en claro nuestra anterior declaración.

Adelante con la lectura:


El crimen de Félix Esparza en Beraskoain, adelanto de lo que se avecinaba con el golpe del 36

Hace 87 años, dos disparos de escopeta acababan con la vida de Félix Esparza García en Beraskoain cuando fue a recoger a un interventor que iba a supervisar las elecciones que ganó el Frente Popular. Este crimen fue un adelanto de la oleada de fusilamientos desatada en Nafarroa cinco meses después.

El 16 de febrero de 1936, día en el que se celebraron las elecciones que dieron el triunfo al Frente Popular, el militante de Izquierda Republicana Félix Esparza García perdía la vida tras recibir dos disparos de escopeta cuando fue a Beraskoain a recoger a un interventor que iba a supervisar esos comicios.

De esa trágica manera tenía un abrupto final la vida de un hombre que había nacido 37 años antes en Andosilla. De esta localidad se trasladó a Iruñea con 18 años para realizar el servicio militar sustituyendo a ‘un mozo señorito’ por 6.000 pesetas de la época, según explica su nieto Félix Esparza Fernández, que se ha preocupado de rescatar la historia de su abuelo.

Esparza era un emprendedor y creó en la capital navarra el que está considerado como primer cabaret de la ciudad, llamado la Florida, junto a su esposa Ricarda Goñi Lamberto, con la que tuvo cuatro hijos: Esther, Marino, Félix y Carmen.

Se trataba de un local situado en la calle Santo Andia, en las inmediaciones de la plaza de la O, y que era «un sitio moderno, distinto a lo que había en la ciudad, en la línea de lo que existía en América y ciudades más abiertas, y con actuaciones como la de Amelia la Gitana».
En ese ámbito, Esparza habría entrado en contacto con otras personas que también buscaban dar «un impulso a una sociedad que se estaba abriendo. Era gente que estaba haciendo cosas por la sociedad creando el Club Natación, Osasuna... Eran iniciativas de corte social».

Esos aires modernos iban a ser abortados por la fuerza de las armas en julio de 1936, con la muerte de Félix Esparza García en febrero de ese año como un dramático adelanto de lo que estaba por venir.

Un «linchamiento como del Oeste»

El día 16 de ese último mes se celebraban elecciones a nivel del Estado y a las que, integrado en el Frente Popular, concurría Izquierda Republicana, partido del que era militante Esparza.

Comprobar el correcto desarrollo de los comicios exigía disponer de interventores en muchos lugares y a Esparza, que disponía de coche gracias a su situación económica, se le pidió que fuera a Beraskoain a recoger a un interventor llamado Víctor Pascual.

En compañía de otra persona, se presentó en el pueblo con su vehículo, aunque aparcándolo en la afueras. Una vez en Beraskoain, descubrieron que el interventor no estaba y en su lugar había un grupo de personas que empezaron a increparles. Según explica su nieto, «se quedaron parados y con los brazos en alto» en un primer momento y a continuación, decidieron regresar al coche para marcharse. Pero en el trayecto, Esparza «recibió dos disparos en la cabeza a corta distancia y cayó de bruces».

Las circunstancias le llevan a calificar lo ocurrido de «linchamiento, como si fuera el Oeste americano», con una multitud en la que «hasta los chicos del pueblo presenciaron los hechos», según se recoge en la documentación judicial del caso que el nieto del fallecido ha localizado en el Archivo General de Nafarroa.

En la misma se detalla que el cuerpo de Félix Esparza García fue localizado a corta distancia del pueblo de Beraskoain, «en la carretera que del mismo conduce a Arraiza». Estaba en la carretera y vestía «trinchera, chaleco con cremallera, pantalón y calcetines negros, boina y calza zapatos rojos. Tiene los pies dando al pueblo y la cabeza en la dirección que sin duda llevaba al salir del mismo».

En la diligencias también se especifica que un testigo declaró que «les perseguía el pueblo tirándoles piedras y tiros de escopeta».

Como responsable de dar muerte a Félix Esparza García fue detenido y encarcelado en la prisión de Iruñea Felipe Erro Erice, de 23 años y vecino de la localidad, quien declaró que «no tiene ni llevaba escopeta». Sin embargo, el chaval de 14 años Paulino Azanza declaró que «bajaba por la calle con una escopeta y se ha asomado a la casa del declarante, sin entrar, marchando seguidamente con los demás hacia la carretera, y al cabo de poco tiempo he oído por la parte baja del pueblo algunos tiros, que iban también otros tres o cuatro más con escopetas, pero no sabe quiénes eran».

Sin embargo, días más tarde, Erro firmó una declaración manuscrita dirigida al gobernador civil en la que señalaba que, «no estando dispuesto el que suscribe a sufrir por más tiempo, no ya solo la privación de libertad, sino también las difamaciones y amenazas que parece ser me hacen objeto amigos o camaradas del difunto Esparza, creídos sin duda de que soy el autor de esa muerte, he decidido dar a conocer el nombre del verdadero autor».

Responsabilizaba del crimen a Antonio Lazcano, de 25 años, soltero y vecino también de Beraskoain, «quien cometió el hecho no solo en mi presencia, sino también en la de muchos». Tras informar de las afirmaciones de Erro al juez instructor del caso, el gobernador civil de Nafarroa ordenó la detención de Lazcano, quien ingresó en la prisión de Iruñea el 24 de marzo.

Pero entonces se iba a producir un acontecimiento que iba a dar un giro absoluto al caso. El 21 de febrero se aprobó un Decreto de Amnistía y «al hallarse comprendido el delito» en el mismo, el 21 de marzo se dictó «auto de sobreseimiento libre, mandando alzar el procesamiento y demás responsabilidades decretadas».

Por lo tanto, se decretó la puesta en libertad de Erro y como el caso se encontraba sobreseído, la siguiente consecuencia fue que «no puede admitirse a disposición del juzgado al detenido Antonio Lazcano, el que, por tanto, quedará en libertad».

Asimismo, se devolvió las escopetas que habían sido incautadas a otros siete vecinos de la localidad.

De esta manera se zanjaba el crimen político de Félix Esparza García, cuya despedida congregó a una multitud en Iruñea el 19 de febrero, como recoge una fotografía publicada en la prensa de la época y que terminó en manos de la familia. En la misma se ve el «enorme gentío» que siguió al coche fúnebre camino del cementerio desde el portal de la Taconera.

Su nieto señala que ese acto multitudinario supone «una cuestión diferencial» respecto de las personas que unos meses más tarde, a partir de julio de ese mismo año, iban a ser fusiladas por motivos políticos en las cunetas y montes del herrialde.

Fusilarlo después de muerto

Sin embargo, si Félix Esparza García no hubiera muerto en febrero, ese destino le pudo llegar poco después, como le terminó sucediendo al interventor Víctor Pascual. Según le explicó su tía Esther a Félix Esparza Fernández, «casi un año después de su muerte, se presentaron en casa de mi abuela varias personas para llevarse a mi abuelo». Aparecieron «pistola en mano. A uno de ellos se le cayó una bala y mi padre Félix (que entonces era un niño) se la dio».

Como posible explicación, el nieto recuerda que «de nuestra familia de los García de Andosilla, dos o tres más fueron asesinados. Y puede que, desde ahí, terminaran llegando a mi abuelo».

Evidentemente, ya no podían fusilarle, pero la represión siguió su curso hasta el punto de que «a mi abuela la metieron presa. Estuvo encarcelada 14 meses acusada de pertenecer a Auxilio Rojo, aunque al final la dejaron libre por falta de pruebas, al parecer, por la intermediación de Esteban Ezcurra».

Además, «le quitaron todo, incluyendo el Florida. Un tal Santesteban (puede que el requeté Benito Santesteban) pidió las llaves del cabaret», del que se pierde la pista de lo que terminó sucediendo con él.

Al cumplirse exactamente 87 años de la muerte de su abuelo y en relación a las personas que fueron fusiladas por sus ideales políticos en esa época, Félix Esparza Fernández señala que «todos estos hombres y mujeres eran parte de una forma de vida que se iba alejando de los principios y creencias tradicionales, que apuntalaban a las clases sociales existentes y las prácticas más reaccionarias de la Iglesia católica de la época» y había gente que pensaba que «todo eso había que cortarlo de raíz».

Finaliza señalando que «ha sido un bálsamo conocer que mi abuelo fue uno de esos hombres y mujeres amantes de las libertades y del bien común. Allá donde estén, les doy las gracias a él y a mi padre».

 

 

 

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