Naiz ha publicado este reportaje en memoria de Michael Collins, gran líder de la autodeterminación irlandesa con respecto al yugo colonial inglés.
Recordemos que la criminalización de quienes han ofrendado su visa a la libertad de los pueblos es un recurso utilizado lo mismo por Londres que por Madrid o París como parte de su negativa a reconocer el derecho a la autodeterminación de las naciones históricas bajo su dominio.
Adelante con la lectura:
Cien años de la muerte de Michael Collins, el eterno insurgente irlandés
Michael Collins siempre será recordado por su papel de líder revolucionario clave en la creación de la Irlanda moderna. “The Big Fella” (El gran tipo), apodo por el que se le conocía, murió hace un siglo, el 22 de agosto de 1922, en el transcurso de una emboscada, cuando apenas tenía 31 años.
Koldo LandaluzeEl 24 de abril de 1916, coincidiendo con el Lunes de Pascua, diferentes organizaciones republicanas e independentistas iniciaron una insurrección armada en Dublín que fue considerada el prólogo del proceso de emancipación irlandesa. Dos mil insurgentes, sin apenas entrenamiento militar y escasamente armados, tomaron las calles de Dublín para enfrentarse al todopoderoso y experimentado Ejército del Imperio británico.
Orquestado por la Hermandad Republicana Irlandesa, el Éirí Amach na Cásca (Alzamiento de Pascua en gaélico) contó con la colaboración del grupo Voluntarios Irlandeses, del Ejército Ciudadano Irlandés y del Consejo de Mujeres Irlandesas, que contribuyó con trescientas voluntarias que aportaron todo tipo de ayudas y refuerzo en el cruento combate que se estableció en las calles.
Entre los combatientes se encontraba Michael Collins, un joven de 25 años que, tras abandonar su Cork natal y trabajar en una oficina de correos en Londres, entró a formar parte de la Hermandad Republicana Irlandesa (IRB), una organización clandestina y revolucionaria que luchó por la independencia de su país.
El Gobierno británico envió a Dublín 16.000 soldados y un millar de policías que se hicieron con el control de la ciudad el 29 de abril, tras varios intensos días de lucha que se saldaron con el fallecimiento de 132 británicos y 64 irlandeses, además de muchos heridos. Los dirigentes de la rebelión fueron apresados, encarcelados y la mayoría de ellos, dieciséis (entre los cuales estaban el marxista James Connolly y Patrick Pearse) fueron ejecutados cinco días después.
La mayoría de los rebeldes capturados fueron recluidos en Froncoch, en el norte de Gales. Allí Collins, con la ayuda de sus compañeros de la IRB, organizó a los prisioneros y, cuando fueron liberados a finales de 1916, regresó a Irlanda para gestionar un fondo de ayuda para las víctimas de la insurrección.
Fue entonces cuando mostró sus grandes cualidades estratégicas, potenciando los ideales de la causa del republicanismo irlandés y creando una formidable red de inteligencia. En el ámbito militar, la IRB reorganizó la dirección de los Voluntarios Irlandeses que habían participado en la insurrección. También destituyó al dirigente fundador del Sinn Féin Arthur Griffith y, en noviembre de 1917, Eamon de Valera fue elegido presidente tanto de los Voluntarios como del Sinn Féin.
De Valera fue uno de los veteranos que sobrevivió en la insurrección y era visto por Collins y la IRB como un republicano más firme que Griffith. Por su parte, Collins asumió la dirección de la organización de los Voluntarios y la secretaría de la IRB, y participó en la organización de varias campañas electorales del Sinn Féin.
Mientras todo ello se desarrollaba en la trastienda política, en las calles de Irlanda se difuminaba el apoyo que la población había mostrado al Ejército británico al inicio de la Primera Guerra Mundial debido a las ejecuciones derivadas del Alzamiento de Pascua, la amenaza del servicio militar en Irlanda y el continuo fracaso del Gobierno irlandés para implantar el “Home Rule”, estatuto que dotaba de cierta autonomía a la isla.
Pericia demostrada en el tablero de juego realA este ambiente tensionado también se sumó otra evidencia, la fuerte pujanza revolucionaria que recorría Europa y a la que los irlandeses no fueron ajenos. Connolly y su Partido Laborista no supieron, o no quisieron, sacar provecho de lo que bullía en la sociedad y delegó en los nacionalistas el factor independentista.
El Partido Laborista irlandés no presentó candidatos en las elecciones generales de diciembre de 1918 y renunciaron a favor del Sinn Féin, que logró 73 de los 106 escaños con la plataforma de una República de toda Irlanda. Collins fue elegido por Cork South y Sinn Féin se negó a ocupar sus escaños en Westminster, organizando un parlamento propio en Irlanda. Su primera reunión, celebrada en enero de 1919, reafirmó la declaración de la República que se adoptó originalmente en el arranque del Alzamiento de Pascua.
De Valera fue elegido presidente y nombró un gabinete que incluía a Collins como ministro de Economía, el cual organizó un préstamo nacional de 500.000 libras para financiar al Gobierno, sobre todo para reforzar la operación de los Voluntarios Irlandeses que, por aquellos días, se empezó a conocer como Ejército Republicano Irlandés (IRA). La ayuda económica, proveniente de Irlanda y del exterior, fue cuantiosa y su éxito provocó que incluso Lenin pidiese al Gobierno soviético que organizara un préstamo similar.
Desde las sombras, Collins comenzó a demostrar su pericia en el tablero de ajedrez y tuvo claro que cada movimiento de piezas obedecía a una cuestión única, desbaratar la operación del Gobierno británico en Irlanda por todos los medios posibles. Se convirtió en el director de inteligencia del IRA y presidente de la IRB. El IRA ejecutó asaltos para conseguir armas y fondos, ejecutando a destacados miembros de la Administración británica. Su estrategia de guerra de guerrillas, estudiada a partir de la experiencia de los bóers en Sudáfrica, provocó que Collins fuese el hombre más buscado de Irlanda. Se impuso la ley marcial y esta llegó acompañada por una represión feroz e implacable que tuvo como protagonistas a varias fuerzas paramilitares conocidas como los Auxiliares y los Black and Tans, integrada por excombatientes de la Primera Guerra Mundial.
Quitada la correa a estos auténticos perros de presa, el terror se instauró en Irlanda: los paramilitares británicos cometieron todo tipo de atrocidades, arrasaron pueblos y ciudades; fue tal el terror que sembraron que los británicos, temiendo una revolución social, pusieron sobre la mesa su carta Orange, dividiendo la isla con la Ley de Gobierno de Irlanda de 1920. De este modo cedió el control del norte, el Úlster, a los reaccionarios orangistas.
«Mi propia sentencia de muerte»
Prendida la mecha, la guerra se intensificó y el 21 de noviembre de 1920, en el conocido como “Domingo Sangriento”, Collins ordenó la ejecución de dieciocho agentes que pertenecían a la inteligencia británica. Por su parte, los Auxiliares respondieron ese mismo día irrumpiendo con sus vehículos acorazados en Croke Park (Dublín), donde se celebraba un partido de fútbol. Los paramilitares dispararon a discreción contra la multitud que se encontraba en las gradas y a los jugadores de campo. Murieron catorce personas y cientos resultaron heridas.
El 11 de julio de 1921 se declaró una tregua y un grupo de la República Irlandesa, encabezado por Griffith y Collins, partió hacia Londres a negociar con el Gobierno británico. Fruto de ello fue el tratado que puso fin a la guerra entre ambos países y se declaró el Estado Libre Irlandés –a excepción de los seis condados del Norte–. Tras la firma, Collins pronunció una de sus frases más famosas: «He firmado mi propia sentencia de muerte».
En agosto de 1922, cuando aún no había cumplido los 32 años de edad, el carismático líder independentista se dirigió hacia el sur de Irlanda con la esperanza de llegar a un acuerdo con los rebeldes “antitratado” y, de ese modo, poner fin a la Guerra Civil. Desoyó los consejos que le recomendaron no acercarse a la zona y el 22 de agosto, su convoy fue emboscado en Béal na mBláth, en la carretera entre Bandon y Macroom y, Collins, conocido como “The Big Fella”, recibió un tiro en la cabeza cerca del lugar que le vio nacer.
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