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sábado, 5 de octubre de 2013

31 de Agosto

Los amigos del colectivo Donostia Sutan nos han enviado el enlace a esta misiva publicada por Noticias de Gipuzkoa:


Libe Arango y Lorentxo Garmendia

Sin entrar en muchos detalles -habida cuenta de la peculiar situación económico-social y la mermada disponibilidad de recursos- la programación, calendario y tipo de actividades del Bicentenario de la destrucción de la ciudad, así como el diseño y objetivos de la conmemoración, parecen ajustados y razonables. Refrescar la memoria, divulgar los hechos con rigor y conocer aquellos y otros trágicos episodios de la historia, es imperioso para evitar reeditarlos en el futuro.

Tras meditar, compartir y contrastar opiniones con perspectiva, por no correr el riesgo de precipitar el juicio, no se llega a entender la obstinación de algún sector de la población en conmemorar aquel episodio de 1813, de forma tan caricaturesca como se escenificó el pasado 31 de agosto. Creemos importante destacar lo innecesario y extravagante que puede llegar a ser reinterpretar, adulterar el sentido y mezclar sin criterio racional la historia, la fiesta y la tradición.

Es paradójico que una manifestación festiva centenaria, de origen carnavalesco y popular, como es la Tamborrada, aun reconociendo su especificidad y entidad propia, hoy se nos presente casi-casi como un acto litúrgico, lo que sigue provocando controversias sobre el caché de quien la organiza, vueltas y más vueltas aún sobre la participación de las mujeres (que si sí, que si no, cómo, cuántas…), la autenticidad y origen de los uniformes, los recorridos blindados, las armas, las compañías... Y todo ello en detrimento de su naturalidad original, de la espontaneidad organizada del carnaval y del disfrute de toda la ciudadanía.

Del mismo modo, sorprende la incomprensible cerrazón de reconvertir el sentido de aquello que ya se venía celebrando desde hace décadas como una doméstica pero solemne conmemoración luctuosa de la destrucción de nuestra ciudad, y la decisión de sus supervivientes de reconstruirla, en algo más parecido, cuando menos en esta edición, a un delirante circo bélico-musical de soldadesca de todo tipo, caballos y cañones con tamborradas al alimón

Entendemos que el Bicentenario requería de algo más significado que un aniversario común. En cambio, parece que en cualquier tipo de celebración, cualquier día del año, viene bien una tamborrada, y si satura, se cambia el vestuario o el formato, y arreglado. Mucho nos tememos que, de seguir así, más pronto que tarde Olentzero y Mari Domingi llegarán a Donostia vestidos de tamborrero y aguadora o cantinera, dependiendo de la tamborrada que organice la llegada.

Por último, aunque no estemos de acuerdo ni nos gusten, entendemos la existencia de colectivos que disfruten con la recreación de batallas como Gettysburg, Waterloo o la que les venga en gana, con contendientes armados pegándose tiros, pero es un despropósito, y diríamos, incluso, que una falta de respeto, el planteamiento, la justificación y la escenificación en el Bicentenario de una barbaridad como si fuese una conmemoración festiva de la ciudadanía donostiarra. Porque a nadie se le ocurriría en esta deriva de disparates terminar disfrutando de la recreación del bombardeo de Gernika o Durango, o de algo más popular y con menos víctimas, como las riadas de cava por la muerte del enano carnicero de Ferrol.







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