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martes, 8 de octubre de 2024

Entrevista a Cristina Lafont

Lo pensamos un par de veces antes de compartir esta entrevista publicada por Naiz, pero nos parece que es bueno estudiar eso que Cristina Lafont ha bautizado como 'lotocracia' y por eso ahora está aquí para su lectura y análisis.

Adelante:


«Es como vaciar la democracia desde dentro»

Cristina Lafont | Catedrática de Filosofía en la Universidad de Northwestern y escritora | Cristina Lafont participó en el XIX Congreso de Eusko Ikaskuntza con una intervención en la que advirtió del peligro de los «atajos» en democracia, que llevan al autoritarismo, en forma de tecnocracia o bien de populismo, y esbozó una propuesta de participación y empoderamiento de la ciudadanía.

Xabier Izaga

En el marco del XIX Congreso de Eusko Ikaskuntza, celebrado la semana pasada en el Palacio Europa de Gasteiz, intervino la catedrática de Filosofía de la Universidad de Northwestern (EEUU) Cristina Lafont con su propuesta de fortalecer la participación de la ciudadanía ante el populismo y la tecnocracia, partiendo de la idea de que «los atajos» en democracia llevan a su exclusión.

Lafont es autora del libro ‘Democracia sin atajos. Una concepción participativa de la democracia deliberativa’ (Editorial Trotta, 2021) y coautora con Nadia Urbinati de ‘The Lottocratic Mentality. Defending Democracy against Lottocracy’ (Oxford University Press, forthcoming), de próxima publicación, en los que analiza propuestas de participación ciudadana.

Según sus datos sobre la percepción de la calidad de la democracia, esta es muy baja.

Sí, y es muy preocupante. Una fuente es el índice de democracia de ‘The economist’, uno de los más prestigiosos, y se encuentra en el nivel más bajo desde 2006. Está pasando en Estados Unidos desde Trump, en países de Europa, en Brasil cuando ganó Bolsonaro... Hay gran preocupación por el auge populista autoritario. Se calcula que hay un 30% de ciudadanos que piensan que el autoritarismo puede servir para solucionar problemas y estarían dispuestos a perder derechos democráticos ante la falta de soluciones.

Las democracias occidentales tienen estructuras políticas legales, constituciones que, dicen, son garantía de democracia.

Claro. La crisis de democracia que estamos teniendo ahora no es como las de otras décadas. Entonces, cuando había una crisis democrática y un aumento del autoritarismo, había golpes de Estado, esos países dejaban de ser democráticos y pasaban a ser autoritarios, dictaduras. Ahora, en cambio, vemos que se está desmantelando la democracia por dentro. Es decir, no deja de haber elecciones, no suprimen la constitución pero, por ejemplo, intentan evitar partidos de oposición, atacan a los que existen, ponen a todos los jueces amigos del partido en cuestión... Es como vaciar la democracia desde dentro manteniendo la apariencia.

La democracia no es algo que funciona por sí mismo...

Y que se puede perder absolutamente. Lo que ocurre es que la ciudadanía no tiene vías, no basta con votar cada cuatro años, especialmente si los partidos no reflejan los programas o los problemas de la población. La gente está desafectada de votar porque le parece que da igual lo que vote, y ese sentimiento es aprovechado por el populismo. Y no es fácil solucionar ese problema, porque la ciudadanía son millones de personas que tienen una vida que vivir. Pero tienen que tener maneras institucionales que permitan que su voz se escuche, y eso no se puede hacer sin organizarse.

Ha hablado de la espiral que lleva al autoritarismo.

En cuanto se aceptan soluciones tecnocráticas o populistas, lo que se está aceptando es lo que yo llamo deferencia ciega; es decir, se acepta la idea de que si una parte de la ciudadanía no se preocupa, está bien que otros decidan sin control democrático sobre ellos. Ese es el primer paso, la idea de que está bien que los expertos manden porque tomarán mejores decisiones, así es como se vende la tecnocracia. El populismo se vende diciendo: «fíate de nosotros porque somos del pueblo como tú, no te preocupes, estamos en contra de la élite política y cuando estemos nosotros, tú puedes deferir ciegamente, nosotros decidiremos». En ambos casos se admite esa idea que rompe la democracia. Si aceptas que unos sean coautores de la ley y otros sujetos a la ley, las decisiones van a ser impuestas, empieza la polarización sobre quiénes deben decidir, quiénes no, y aceptas que hay unos que no deben tomar decisiones y que por eso está bien perseguir a los enemigos políticos.

En el libro ‘La mentalidad lotocrática’ analizan propuestas para mejorar la participación ciudadana.

El problema al pensar la participación ciudadana en base a foros como las asambleas ciudadanas, muy en boga y que son muy prometedores, es que hay una base tecnopopulista: «como los que participan en ellas son ciudadanos como tú, déjales que decidan, porque van a decidir lo mismo que tú». ¿Cómo van a decidir lo mismo que yo? La gente tiene distintos intereses y valores.

Lotocracia, ¿autoritarismo por la vía del populismo y, a la postre, la tecnocracia?

Eso es. Representamos al pueblo y vamos a tomar decisiones, y como ya no están las élites que nos manipulaban, somos todos iguales y ya es una cuestión técnica. Es una forma tecnopopulista que si prevalece se convierte en otro atajo que excluye a la ciudadanía. Por eso mostramos propuestas de cómo se podrían organizar estas vías participativas que de verdad sean democráticas. Es verdad que en las asambleas no puede participar todo el mundo, ni quiere, no puedes hacer asambleas de 300 millones, con lo cual las asambleas mismas no pueden ser la participación. Tienen que darnos voz, permitirnos hacer, por ejemplo, iniciativas ciudadanas con lo que queremos que se tenga en cuenta. Hay muchas iniciativas que tienen un apoyo del 80% y jamás llegan al Parlamento. La idea es que esas instituciones se deberían usar para empoderar a la ciudadanía, no a los pocos y pocas que las forman.

Y se formarían por sorteo.

Claro, porque, si no, los que tienen recursos, dinero, intereses etc serían la voz que más se oye, lo mismo que en los medios de comunicación en general. Los que no tienen recursos están marginalizados y no van a participar. Tiene que ser por sorteo estratificado, para garantizar que esté representada toda la diversidad de la ciudadanía. Pero eso también excluye, porque no puede participar todo el mundo y puede favorecer la retórica populista de que representan a la ciudadanía y ellos deciden.

Sin embargo, es muy buena institución porque es muy representativa, pero tiene que conectar con la ciudadanía, tiene que mediar entre el sistema político y la ciudadanía.

¿Y cómo se lleva a cabo esa conexión con la ciudadanía?

Pues tiene que ser por la vía de que esas asambleas sirvan de voz. Hay iniciativas ciudadanas a nivel europeo muy interesantes; por ejemplo, para aumentar los impuestos de las grandes corporaciones. Hay un millón de firmas y el Parlamento lo va a discutir. ¿Pero quién puede reunir un millón de firmas? Es muy difícil. Las asambleas ciudadanas, entonces, servirían para rebajar ese número de firmas. El tener que conseguir tantas se debe a que un parlamento no puede revisar millones de iniciativas, pero las asambleas reducirían eso, y se pueden organizar muchas asambleas con muchísimas menos firmas.

Si te movilizas y organizas para lo que te preocupa mucho, como las pensiones, el cambio climático o los problemas que tenga cada grupo de ciudadanos, estás consiguiendo un canal que haría que desapareciera esa sensación de desafección, al ver que hay un camino. Esto sí que incluiría a la ciudadanía.

La información es básica, y sus principal fuente, además de los medios convencionales, son las redes sociales.

Uno de los problemas fundamentales de las redes sociales es esa capacidad que tienen de crear burbujas, pues a ti solo te llegan las noticias que te gustan a ti, eso con lo que tú ya estás de acuerdo. Están polarizando a la población, ese es el modelo de negocio, y lo que busca no es que la gente esté informada, sino que no se vaya de la red. Ese modelo de negocio hace que aumenten las opiniones extremas, lo que llama mucho la atención, y no la verdad ni lo que piensa la ciudadanía. Si nos basamos en esa información, tenemos difícil saber qué piensan quienes no piensan como nosotros, y es algo que hay que saber para tener un debate inclusivo y entender qué problemas tienen los distintos grupos, qué intereses, necesidades y valores políticos.

 

 

 

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