Les traemos el más reciente texto de la pluma de nuestro amigo Iñaki Egaña, quien lo ha compartido en su perfil de Facebook y con el que nos invita a una profunda reflexión:
Cambio Ciclo 6.0
Iñaki EgañaHace unos días Bake Bidea y Artesanos por la Paz anunciaron el fin de su trayectoria, la conclusión de un ciclo, aunque reconocieron que aún queda un largo camino para lograr una paz “duradera y justa”. En el lenguaje político, estamos habituados a utilizar el recurso del cambio de ciclo, para confrontar sucesos inesperados, cisnes negros que rompen el hilo de los eventos habituales. La política se ha convertido en algo previsible y cuando llega un accidente, parece que todo salta por los aires. Con la burbuja inmobiliaria de las subprime de 2007-2008, por ejemplo, supusimos que el mercado hipotecario se corregiría, pero hoy, los indicadores nos señalan que estamos en otra que algún día estallará. Con la pandemia de la Covid, conjeturamos que la sanidad pública saldría reforzada y sin embargo, Osakidetza sigue dando muestras de todo lo contrario. Resultó también curioso que mientras sus defensores señalaban que la Transición fue el periodo que iba “de la dictadura a la democracia”, algunos dirigentes del PSOE alargaron su recorrido hasta el fin de ETA, en 2011. Es decir, nada menos que 35 años, un periodo demasiado largo para calificar una mutación. En todos estos ejemplos expuestos, unos y otros conformaron la expresión “cambio de ciclo”.
Quizás hubiera sido más adecuada la idea que lanzó hace ya más de una década el filósofo esloveno Slavoj Zizek, señalando que estos saltos son acontecimientos: “algo traumático, perturbador, que parece suceder de repente y que interrumpe el curso normal de las cosas”. La afirmación tendría también sus matices, porque en los tres ejemplos que he citado (Burbuja, Covid y fin de ETA”), los acontecimientos no surgieron de la nada, como sería el descubrimiento de una civilización alienígena milenaria y desarrollada bajo el subsuelo del bosque de Irati o las pampas argentinas. En todos ellos, y en otros tantos, las señales nos indicaban que el acontecimiento estaba por arribar.
Por eso, en muchas ocasiones me he preguntado si estos ciclos no eran muchísimo más largos de lo que siempre dictamos en nuestros trabajos. Quizás la longitud temporal sea una visión más oriental -me refiero a la descripción geográfica del planeta- pero con la supremacía racial, la soberbia Occidental y el apagón informativo a lo que nos llega del Este en lo relativo a cuestiones políticas y económicas, la información es más bien escasa. A pesar de que cerca del 60% de la humanidad habita en Asia. Gracias a la tecnología, sin embargo, cualquier curioso puede saltar el obstáculo. Y he de añadir que esa intromisión me ha permitido acceder al análisis de Wang Wen, profesor y decano del Instituto de estudios financieros de la Universidad Renmin de China, con el que me he sentido sorprendido y, quizás, es pronto para asimilarlo, dispuesto a apuntalar su reflexión. Llegué a Wang con una lectura previa que me dejó perplejo. El informe de 2024 sobre los aspectos más críticos (importantes) de la investigación científica mundial que realiza anualmente el Instituto de Política Estratégica de Australia. De 64 tecnologías identificadas como estratégicas, China lidera 57, EEUU 5 y Corea del Sur 2. Hace dos décadas, EEUU lideraba 60 de las 64 tecnologías, muchas de ellas también militares.
La tesis de Wang apunta a que esos cambios de ciclo son, según sus palabras, de siglos. Y que un cambio sin precedentes se está abriendo paso en el planeta, un vuelco total de relaciones, de escenarios y de liderazgos. Para justificarlo atrasa su análisis nada menos que 500 años. Me dirán que me guía cierta deformación profesional y los jóvenes aducirán que nos estamos adentrando en la época de los dinosaurios. Pero continúen con la propuesta y entenderán la lógica.
En el siglo XVI se produjo lo que llamamos la época de los descubrimientos, de las conquistas, lo que encumbró a Europa a convertirse en la civilización por antonomasia. El resto eran salvajes. Hoy, el declive de Europa y de todos sus valores saltan a la vista. El siglo XVII fue el del inicio de la tecnología que se iría inflando con la mecánica e industrialización, más tarde la electrificación, la informática y las redes, para alcanzar nuestros días con la Inteligencia Artificial, que barrerá todo lo anterior. El siglo XVIII fue el del inicio de los sistemas democráticos. Gran vocablo. Todos hablamos de democracia. Sin embargo, esos sistemas han entrado en una gran deflación, prostituidos de su significado original. El XIX fue el de las Academias y Universidades. En la actualidad, por el contrario, las universidades occidentales que enseñan economía no tienen ni repajolera idea de qué se cuece en el mercado, las de sociología ídem, las de ciencias políticas únicamente miran al pasado, etc. Y el siglo XX fue el del Sistema Internacional que se asentó en el llamado Atlántico Norte, hoy desplazado por el Pacifico Occidental (China, Vietnam, Indonesia, Corea, Japón y el despliegue de Siberia). Este deslizamiento se ha querido vender en nuestros medios como una guerra comercial, cuando en realidad se trata de un declive, el de nuestro escenario. Todos estos ciclos o siglos fueron liberando al ser humano de actividades físicas, en especial tras la mecanización. Y ahora, con la supremacía en progresión aritmética de la Inteligencia Artificial, lo que alcanzará será la liberación del cerebro.
En la transformación sin precedentes surgirán monstruos, -ya lo han hecho- se agravarán conflictos, y surgirán nuevos haciendo bueno el dicho de “morir matando”. ¿Qué papel nos tocará a la comunidad de Euskal Herria en este cambio civilizatorio sin precedentes? No soy vidente y desconfiaría de cualquiera que se proclamara como tal. Pero, sin duda, este declive de Occidente, a pesar de nuestra mochila, nos va a arrastrar incluso en nuestro acervo histórico, pegado al territorio global al que pertenecemos. Cambios tácticos, como hasta ahora, pero llega la hora de una nueva reformulación estratégica que tampoco me atrevo siquiera a atisbar.
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