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lunes, 2 de junio de 2025

Derechización de la Juventud

Durante décadas criminalizaron la lucha a favor de los derechos.

Pero no fue solo represión al estilo Orwelliano, también leyeron a Huxley, resultado de lo cual, atiborraron a los jóvenes de productos de fácil consumo, los acostumbraron a la gratificación instantánea, a la caducidad programada, a la comida chatarra y a la cultura chatarra.

Los desmovilizaron lo mismo con fácil acceso a narcóticos que imponiendo la indefensión aprendida que se deriva del individualismo a rajatabla.

Y el resultado tangible de todo ello nos los describe este artículo en Naiz:


Jóvenes y extrema derecha: una generación, dos mundos

Los hombres siempre votan más a la extrema derecha, pero la decantación de muchos jóvenes por opciones ultras ha abierto una brecha inédita entre varones y mujeres menores de 30 años. El fenómeno, al que no es ajeno Euskal Herria, obliga a indagar en las causas y a preocuparse por las consecuencias.

Beñat Zaldua

Hay dos brechas que explican, en parte, el polvorín político en el que estamos metidos en el Norte global, también en Euskal Herria, por mucho que el auge de la extrema derecha se deje notar aquí electoralmente con menor intensidad. La primera es de género y no es nueva: los hombres votan más a la derecha que las mujeres. La segunda fue más difícil verla venir: los jóvenes votan cada vez más a la extrema derecha. Del cruce de estas dos variables sale un futuro complejo y peligroso: la brecha entre el sentido del voto de los hombres y las mujeres jóvenes nunca había sido tan grande.

Siendo esto patente en la mayoría de parlamentos europeos, mirar a los hemiciclos de Gasteiz y de Iruñea ofrece una imagen tranquilizadora. La realidad es más compleja, como lo deja ver la última edición de Naziometroa, según el cual dos de cada tres vascos cree que las actitudes reaccionarias han aumentado.

Es posible que la política vasca tenga ingredientes que otros países no tienen para hacer frente a la extrema derecha, pero esto no significa que esté libre del peligro. Sirven como ejemplo las últimas elecciones del Estado francés en Ipar Euskal Herria, donde el Nuevo Frente Popular se impuso en las legislativas, pero solo después de ganar Le Pen las europeas.

En Hego Euskal Herria, que el voto a Vox sea residual no quiere decir que las posiciones autoritarias no se estén expandiendo. La percepción apuntada por Naziometroa tiene su reflejo en otros trabajos demoscópicos como el estudio sobre cultura democrática publicado por Lakua en julio del año pasado. La media dice que para el 78%, «la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno». Pero como se ve en el gráfico, entre los hombres de 18 y 29 años, el apoyo a esta afirmación baja hasta el 62%, mientras que entre las mujeres de la misma edad llega al 74%.

 


 


Por contra, el 14% de los hombres jóvenes considera que «en algunas circunstancias, un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrático», un porcentaje que baja al 1% en el caso de las mujeres de la misma edad. La brecha está ahí.

La tendencia es general

Estos datos coinciden, en términos generales, con una tendencia común en los países del Norte Global. Cada territorio tiene sus dinámicas propias, pero en prácticamente todos se puede hablar de un aumento de la brecha de voto juvenil. La media que sale de las encuestas de probabilidad de voto ante las elecciones europeas, recogida en el gráfico a continuación, muestra cómo se ha disparado esa brecha entre los jóvenes en los últimos años.

 


 


El gráfico, elaborado a partir de la base de datos del European Election Studies, proviene de un artículo académico publicado por seis investigadores de cuatro universidades europeas en el ‘‘Journal of European Public Policy’’. Toni Rodon, de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona, es uno de los autores de este trabajo que, además de mostrar las evidencias generalizadas sobre el fenómeno de la brecha de género en el voto joven, la comparan con datos de los últimos 35 años para concluir que, más que una fiebre pasajera, podemos estar ante un fenómeno generacional con consecuencias preocupantes.

«En algunos lugares, como en Alemania o el Estado español, esta brecha es más alta. En Francia, Italia y Hungría, por ejemplo, es más pequeña, pero el patrón se repite», explica Rodon. Las diferentes intensidades nos recuerdan que hablamos de tendencias globales que en cada lugar adquieren pliegues propios del contexto particular: «En algunos países, como Alemania, esta brecha se produce sobre todo porque los hombres jóvenes son más antiinmigración, pero en el Estado español, aunque existe ese componente, no es tan importante, es más importante esa visión más clásica sobre la rebaja de impuestos y la reducción del tamaño del estado, además del tema nacional, claro».

Las causas y las consecuencias

Aunque el estudio no entra en las causas del fenómeno, Rodon diferencia dos grandes explicaciones. En primer lugar, están las causas económicas: «Los hombres jóvenes se van antes de la escuela, su nivel educativo es más bajo y su sueldo también, tienen peores trabajos. Eso está asociado a estar cabreado e insatisfecho, y a abrazar más rápido a la extrema derecha». Es algo que ocurre de forma muy visible en Alemania o Inglaterra.

En segundo lugar, hay que hablar de las cuestiones culturales: «Aquí está el tema de la inmigración, pero también las políticas antifeministas. En el Estado español, por ejemplo, los jóvenes son más contrarios a las políticas de igualdad, tienen una mayor probabilidad de decir que el feminismo ha ido demasiado lejos».

Como hipótesis, hay un punto en el que se cruzan estas cuestiones materiales y culturales, ayudando a explicar por qué se concentra en los hombres este auge de la extrema derecha: ellos intuyen que van a vivir peor que sus padres. Ellas, quizá, vivan mejor que sus madres.

El capítulo de las consecuencias de este fenómeno está lleno de incógnitas, según subraya el propio Rodon, que no obstante, lanza dos hipótesis y media: «Hay una opción optimista y otra pesimista, y luego está la realidad, que se situará en algún punto entre las dos».

Acabamos con sus palabras: «La opción optimista dice que esta gente es joven y que con el paso del tiempo estas actitudes reaccionarias acabarán desapareciendo. Puede ser, pero yo tengo mis dudas, porque por lo que sabemos en ciencia política y sociológica, cuando aprendes una cosa de adolescente, luego cambias, pero no cambias tanto. Es una mochila que vas arrastrando. Por contra, la opción negativa es que estas actitudes se consoliden y que, por un reemplazo generacional, con la desaparición paulatina de la generación boomer que ahora se está jubilando, estos hombres jóvenes de hoy y sus actitudes antidemocráticas pasen a ser el electorado mayoritario».

 

 

 

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