En las páginas de El Plural se ha publicado información acerca de la emblemática fuga de Pikabea y Sarrionandia hace cuatro décadas de la prisión de Martutene, fuga y contexto del cual ha hablado ampliamente el entonces director de ese centro penitenciario, Juan Carlos Mesas.
Lean ustedes:
Se cumplen 40 años de la fuga de prisión de los protagonistas de Sarri Sarri
Cuando una huida de prisión se transformó en himno de rebeldía y en símbolo de la memoria popular
Amanda RamosTodos recordamos, aunque solo sea por el eco de la canción, aquel 7 de julio de 1985. Fue el día en que dos presos políticos, Joseba Sarrionandia y Iñaki Pikabea, lograron burlar a las autoridades y escapar de la cárcel de Martutene, en San Sebastián, de una manera tan ingeniosa como cinematográfica. Se ocultaron dentro de dos grandes altavoces tras un concierto organizado en el recinto penitenciario y, mientras las notas del último acorde aún flotaban en el aire, salieron de la prisión sin que nadie lo advirtiera. Fue el principio de una leyenda que hoy, cuatro décadas después, sigue viva en la memoria colectiva.
La fuga que encendió la chispa
La historia de aquella fuga traspasó las fronteras de lo anecdótico para convertirse en símbolo. No se trataba solo de un audaz plan de huida, sino de un acto que, en un contexto de represión y conflicto, muchos interpretaron como desafío al sistema. La imagen de los dos presos ocultos en altavoces cruzando el umbral de la prisión sin disparar un tiro ni alzar la voz se convirtió en metáfora de resistencia silenciosa. La astucia, la imaginación y la valentía se impusieron a los barrotes y a los muros.
Aquella misma hazaña inspiró, solo unas semanas después, a la banda más icónica del rock radical vasco: Kortatu. Nació entonces Sarri Sarri, un tema que convirtió la fuga en un relato cantado, con ritmo de ska vibrante y espíritu de celebración clandestina. Las notas rápidas, los vientos festivos y el estribillo pegadizo hicieron de la canción un himno que sonaba en fiestas, en manifestaciones y en las noches largas de las txosnas. Muchos la cantaban sin conocer el origen real de su historia; otros, con la convicción de que la música también podía ser trinchera.
Cuarenta años después: el eco de un grito
Hoy, cuatro décadas más tarde, aquella fuga sigue despertando pasiones y divisiones. Para algunos, fue un acto de libertad y de ingenio frente a la opresión. Para otros, un capítulo doloroso ligado al conflicto que durante tantos años ensangrentó Euskadi. Lo cierto es que el paso del tiempo no ha borrado el impacto de aquel 7 de julio: al contrario, lo ha alimentado.
Las canciones tienen ese poder misterioso de sobrevivir a los contextos. Sarri Sarri se canta hoy en romerías y fiestas sin que muchos de los jóvenes que la bailan sepan que nació de un episodio real. Pero basta rascar un poco la superficie para encontrar la carga simbólica: la huida de los dos hombres ocultos en altavoces, el ingenio frente a la fuerza, la memoria de una época en la que la música y la política se cruzaban constantemente en las calles, en los escenarios y en las prisiones.
El peso del mito
Joseba Sarrionandia, el poeta, el fugitivo convertido en escritor de culto, vivió durante años en el exilio, construyendo una obra literaria que exploraba los exilios interiores y exteriores, las ausencias, los silencios. Iñaki Pikabea, su compañero de fuga, regresó al escenario público años después, cerrando así un círculo que había empezado entre cables, bafles y la música de un concierto que hizo posible lo imposible.
La propia canción, nacida de ese episodio, trasciende su origen y se convierte en patrimonio cultural de varias generaciones. Su ritmo invita al baile, pero en el fondo es una crónica de época. Una melodía que, entre trompetas y guitarras, recuerda que hubo un día en que la libertad pasó por el ojo de una aguja y consiguió burlar a todo un sistema.
La cárcel de Martutene, escenario de aquella fuga, es hoy un lugar que encierra muchas memorias. A lo largo de los años, la historia de Sarri Sarri ha vuelto a resonar en sus muros porque toda memoria colectiva que surge de un conflicto se construye entre el homenaje y la crítica, entre el recuerdo y el reproche.
Cuarenta años después, Sarri Sarri sigue sonando, no solo como una canción, sino como una ventana a un tiempo en que la música, las ideas y las acciones caminaban de la mano. Un tiempo en que el ska podía ser también arma cargada de futuro, y un estribillo repetido en fiestas podía recordar, para quien quisiera escucharlo, que hubo un día en que la libertad se escondió en un altavoz y escapó bailando.
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