Un blog desde la diáspora y para la diáspora

miércoles, 2 de enero de 2019

La Herencia del Cóndor

Jair Bolsonaro ha tomado posesión como presidente de Brasil y en su discurso de inauguración ha dejado bien claro que sus lealtades no están en Brasilia sino en Washington y Tel Aviv.

Siendo que ayer mismo, mientras el milico brasileño vomitaba su mensaje de odio en Cuba se celebraba el 60 Aniversario del triunfo de la revolución en contra de un régimen títere de los Estados Unidos nos ha parecido apropiado traer a ustedes este reportaje acerca de la historia del injerencismo estadounidense en América Latina:


Alejandro I. López

La mayoría de las historias de terror y represión que se cuentan en América Latina aparecen como algo ajeno e indeseable, como una maldición milenaria de un lugar muy lejano o un acumulado de pequeños errores aleatorios que crearon uno más grande. El ascenso del fascismo, especialmente en la Alemania Nazi es el mejor ejemplo: la mayoría conoce a Hitler y toda la parafernalia alrededor de sus actos, ideología y participación en el Holocausto. Películas, best sellers, un acervo de fotografías y hasta memes dan cuenta de los horrores de la persecución del régimen y ayudan a cualquier persona a identificarlo como el causante de un montón de crímenes contra la humanidad.

Sin embargo, esta identificación de los hechos se desvanece con el desconocimiento de las causas, creando un abismo histórico y una desconexión lógica que, a falta de respuestas convincentes, imagina al origen del fascismo y sus crímenes como hechos fortuitos, desgracias que se cimentaron a través de malas decisiones, inestabilidad política, ignorancia o un cúmulo de pequeños errores que deriva en el acabose.

Algo similar pasa con la historia doméstica, que da cuenta de los últimos 50 años de la realidad Latinoamericana. La memoria histórica presenta una grave desconexión causal: de la misma forma que un niño mira las gotas caer de arriba a abajo, se moja y escucha los truenos, pero ignora por qué llueve, el grueso de los habitantes del Cono Sur mantienen en su memoria –propia o aprendida– la existencia de regímenes autoritarios, dictaduras que marcaron la vida de sus padres o abuelos a sangre y fuego con el horror y la violencia de la bota militar, pero no tienen tan claras las causas que llevaron a su país a vivir una situación que aún hoy es tabú por las heridas que dejó en la sociedad latinoamericana.

Operación Cóndor: el plan que unió a las dictaduras de América Latina

¿Cuáles son los hechos que unen esta fatal coincidencia? ¿Tienen relación alguna los golpes militares que formaron dictaduras simultáneas en Chile, Paraguay, Uruguay, Argentina, Bolivia y Brasil?

La Operación Cóndor fue un plan de coordinación, asesoría e información entre las dictaduras de los países del Cono Sur durante los años setenta y el gobierno de los Estados Unidos, a través de la CIA (Agencia Central de Inteligencia) y los organismos policiacos y castrenses que mantenían los regímenes autoritarios en América Latina.

Al menos 50 mil muertos, más de 30 mil desaparecidos y medio millón de presos son las cifras extraoficiales halladas en el llamado "Archivo del Terror", un conjunto de información escrita descubierta en 1992 que integra bases de datos, comunicaciones y clasificados policiales y militares de Paraguay, Chile, Argentina, Brasil y Uruguay que datan de la década de los 70. Países que vivieron cruentas dictaduras que suprimieron las libertades civiles y sobre todo, rompieron de lleno con proyectos populares que se alzaban con fuerza como una alternativa al sistema de libre mercado dominante en el globo.

Después de la paranoia que caracterizó al macartismo, el horror por el avance socialista en territorio norteamericano y el mundo, Estados Unidos dio un golpe de autoridad y demostró que los principios del libre mercado sobre el que se sustenta el poderío económico y el atractivo del American Way of Life no estaban sujetos a discusión, ni a experimentos democráticos en naciones latinoamericanas subdesarrolladas que soñaban con un futuro distinto y ejercían su autodeterminación.

Tortura, represión y muerte en nombre del libre mercado

La Operación Cóndor fue un operativo de inteligencia a gran escala, con un excelente argumento para una trama orwelliana o un libro conspiracionista; sin embargo, la realidad es mucho más cruda cuando se confirma la veracidad del plan que sembró terror y sangre en Latinoamérica. Como un enorme aparato de relojería propio del gran hermano (o peor aún, del sistema de espionaje que Edgar Snowden reveló públicamente), la CIA mantuvo su mirada puesta en los movimientos populares que germinaban en América Latina como alternativa al capitalismo al final de la Segunda Guerra Mundial.

A través del financiamiento y la instrucción militar, además del uso del terrorismo para destruir desde sus orígenes a cualquier forma de práctica y pensamiento distinta a la norma, la CIA tejió los lazos necesarios para introducirse en la política latinoamericana. La Escuela de las Américas, el convenio estudiantil entre la Universidad Católica de Chile y la Universidad de Chicago o las reuniones directas entre miembros de altos funcionarios de los distintos regímenes militares fueron los canales mediante los cuales recibieron capacitación y mantuvieron contacto con la agencia para forzar el seguimiento, vigilancia, detención, tortura y desaparición forzosa de todos quienes mantuvieran una postura crítica al régimen.

Se trató de toda una lógica del poder que compartió saberes y tecnologías de tortura enfocadas a destruir el tejido social, desalentar moralmente y conseguir un efecto mediático de parálisis y terror suficiente para frenar el progresismo en la región. El robo de identidad de recién nacidos, la violación sexual, el atropellamiento repetido con vehículos, la humillación excretando u orinando sobre los prisioneros, el desollamiento, la introducción de ratas y objetos podridos a la vagina (posterior suturación de los labios o ablación), además de la desaparición forzada, fueron algunos de los métodos que las dictaduras aprendieron, perfeccionaron y utilizaron sistemáticamente para cumplir con su cometido.

 En la actualidad, la mayoría de los crímenes de lesa humanidad se mantienen impunes y los estragos que causó la Operación Cóndor en Latinoamérica siguen vigentes. La Asociación Civil de Abuelas Plaza de Mayo lucha contra el robo de identidad de bebés durante la dictadura argentina, el Estado Nacional de Santiago es un campo donde aún resuenan los gritos de la cárcel y el centro de detención y tortura más grande de Chile, mientras los países latinoamericanos sufren de las consecuencias de un modelo económico que se impuso con el peso de la bota militar sobre la libertad.
La herida aún se mantiene abierta y es obligación de las naciones latinoamericanas conservar la memoria y sobre todo, romper con la desconexión causal que imagina aquella etapa de terror y muerte como una serie de grandes errores o el cruel azar del destino.






°

No hay comentarios.:

Publicar un comentario